Manifestantes en Chile han incendiado autobuses, bloqueado las calles y hasta han asaltado el congreso este mes para desahogar su ira en contra de un gobierno que, según ellos, les ha fallado, suscitando temores de otra reacción populista en las Américas.
"Parece que ha llegado el momento para que surja un movimiento populista en Chile como una solución para el desencanto del pueblo", afirma Robert Funk, un politólogo en la Universidad de Chile, quien argumenta que las mismas fuerzas han provocado el Brexit en el Reino Unido y el auge de Donald Trump en EU.
Esto sería un cambio sin precedentes para Chile, que ha sido conocido como el país mejor manejado en América Latina. Pero Chile mostró un síntoma de la ira global de la clase media en 2011 cuando los estudiantes armaron manifestaciones masivas en las calles, reflejando un descontento más profundo con la severidad de la desigualdad en el país.
En respuesta, cuando la presidenta Michelle Bachelet obtuvo una aplastante victoria electoral hace tres años, su coalición de izquierda prometió que derribaría el famoso modelo de mercado libre de Chile e implementaría amplias reformas.
Sin embargo, el descontento ante la injusticia social se ha extendido.
La economía se ha desacelerado dramáticamente, con un crecimiento promedio de sólo 2 por ciento anual en medio de poco cambio con respecto a la inequidad, ya que no se ha sentido el impacto de las reformas. La popularidad de Bachelet ha sufrido un marcado descenso.
"Aquí, en EU y en todas partes se ha visto una reacción a la mentalidad tecnócrata que surgió en las décadas de 1980 y 1990, pero los resultados tal vez sean similares a los factores que suscitaron dicha mentalidad: la involución democrática y las malas teorías económicas", añade Funk.
La tensión se siente en las manifestaciones callejeras, durante las cuales recientemente hubieron protestas en contra de un pionero sistema privado de pensiones que ha sido imitado alrededor del mundo pero que actualmente paga menos que el salario mínimo al pensionista promedio.
Las elevadas tasas de abstención en las elecciones municipales del mes pasado — como en las elecciones locales en Brasil — también destacaron la severidad de la desilusión de los votantes, de los cuales sólo un tercio se molestaron en acudir a las urnas.
Ahora hay temores de que el colapso de la legitimidad y la desintegración del sistema bipartidista, que ha gobernado en Chile desde el regreso a la democracia en 1990, podría allanar el camino para la emergencia de "políticos ajenos". Por ejemplo, recientemente un joven líder estudiantil ganó inesperadamente la alcaldía de la segunda ciudad más importante en Chile en las elecciones locales.
"Existe una profunda desilusión con el sistema establecido en Chile, pero eso no significa que los ciudadanos quieren un cambio radical en el sistema", aseveró Jorge Burgos, quien renunció su puesto como ministro del Interior debido a desacuerdos con Bachelet. "Las clases medias han crecido mucho; y sólo quieren seguir creciendo", añadió.
Chile rechazó el populismo hace décadas y en su lugar aceptó la instalación de un modelo neoliberal bajo la dictadura del General Augusto Pinochet. Desde entonces, la mayoría de los políticos han intentado suavizar el modelo, que redujo radicalmente la pobreza, en lugar de destruirlo.
"En lugar de derribar, la labor del próximo gobierno debe ser reconstruir el país e incrementar las oportunidades. Claro que debe haber más justicia social, pero hay que construirla sobre la base del pasado, no destruir el pasado", dice Cristian Larroulet, un economista que fue el jefe de personal del presidente Sebastián Piñera.
Los partidarios del gobierno admiten que se han cometido errores en los últimos tres años. La coalición del gobierno estaba intoxicada con su mayoría sin precedentes en el Congreso. Eso llevó a Bachelet a implementar inmediatamente reformas complejas, como elevar los impuestos corporativos para pagar la educación gratuita en el país, sin suficientes discusiones al respecto.
"Nadie piensa que las reformas tributarias y educativas no eran necesarias, pero su implementación fue mal manejada", afirma Ignacio Walker, un senador líder de la coalición de Bachelet.
Además, el desmoronamiento de la confianza empresarial agravó el impacto del descenso de los precios del cobre sobre la economía chilena, justo cuando el gobierno necesitaba esa confianza. Eso llevó a una caída de la inversión privada.
Las reformas de Bachelet también fueron descarriladas por una serie de escándalos de corrupción, incluyendo uno que involucraba a su propio hijo, quien fue acusado de tráfico de influencias en un trato comercial. "Fue un golpe del que no se pudo recuperar la Sra. Bachelet", afirma Burgos.
Sin embargo, Guillermo Larrain, un economista y coautor de "El Otro Modelo" — el libro que inspiró muchas de las reformas — espera que el sucesor de Bachelet consolide los cambios.
"Chile es como EU, países en los que los instrumentos que se han estado utilizando durante tanto tiempo ya no son fiables para resolver los problemas creados por la globalización", asevera Larrain.
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Financial Times