A menos de una hora de São Paulo, el vehículo abandona la autopista y de repente el paisaje luce curiosamente australiano.
Altas plantaciones de eucaliptos se extienden a los lados de las carreteras. Pero hay algo diferente en estos bosques cuando se les compara con la maraña salvaje de sus parientes nativos en Australia: Todos estos árboles lucen muy similares.
Parecen iguales ya que, literalmente, son el mismo árbol, explica Fernando Bertolucci, director general de tecnología e innovación de Fibria, la compañía dueña de los bosques y la mayor productora de celulosa, el ingrediente básico de papel, de eucalipto a nivel mundial.
"Todos son clones. Son genéticamente iguales", dice el Sr. Bertolucci desde el centro tecnológico Jacarei, de Fibria, en las afueras de la ciudad más grande de Brasil.
Los programas sistemáticos de clonación son sólo una forma en la que Fibria y otras compañías brasileñas de celulosa están intentando aumentar la productividad.
Si todo sale como las compañías desean, el humilde árbol de goma pronto podría ayudar a resolver muchos de los problemas del siglo XXI, desde la necesidad de combustible sostenible hasta el desarrollo de nuevos materiales para su uso en la industria automotriz.
El eucalipto llegó a Brasil a comienzos de 1800, y la resistente especie floreció a causa de las exuberantes lluvias del país y de la abundante luz solar. A comienzos del siglo pasado, los ferrocarriles comenzaron a plantar el árbol para su uso como traviesas de ferrocarril y en los quemadores de los motores de vapor.
En la década de 1960, las compañías brasileñas de celulosa comenzaron su cultivo para la producción de papel y hoy Brasil tiene una de las áreas más grandes del mundo de plantaciones industriales de eucalipto, con 5.47 millones de hectáreas contabilizadas en 2013, equivalente al 72 por ciento de su total de bosques plantados.
Durante décadas, los científicos de Fibria han criado cuatro generaciones de clones. En el proceso, casi han duplicado la productividad hasta las 11.2 toneladas de celulosa por hectárea al año, desde las 6.4 toneladas que se lograban en la década de 1970.
El objetivo es elevar la cantidad hasta las 15 toneladas para el año 2025. En comparación con la producción europea, donde una hectárea de bosque produce entre 7 y 10 metros cúbicos de madera al año, en Brasil una hectárea puede producir hasta 50 metros cúbicos, según Ibá, la Industria Brasileña de Árboles.
"Ahora estamos entre la cuarta y quinta generación de clones", dice el Sr. Bertolucci. "En el maíz, hay un programa en Estados Unidos que está en la 106ª generación. Así que tenemos margen para mejorar nuestro eucalipto".
Junto a los invernaderos llenos de pequeños clones en Jacarei, hay laboratorios para nuevos productos. Entre ellos se encuentra un aceite negro pesado que Fibria refina a partir del eucalipto para su uso como biocombustible potencial.
Un científico muestra un pequeño trofeo de fibra de carbono. Éste ha sido creado a partir de lignina, que forma aproximadamente el 30 por ciento del árbol regular y actualmente se quema para generar electricidad para las operaciones de Fibria.
"Esto sería una fibra de carbono sostenible", dice el Sr. Bertolucci acerca de la lignina. El enfoque de Fibria en la innovación no fue casualidad, dice. Hace unos años, la compañía creó un "comité de innovación" a nivel de junta directiva.
Mientras que históricamente la compañía dedicaba el 52 por ciento de su presupuesto de Investigación y Desarrollo a la "innovación incremental" – pequeños aumentos en la productividad de su negocio existente – hoy esa cifra se ha reducido al 27 por ciento.
En cambio, el 60 por ciento de su presupuesto está destinado a dar saltos en la productividad – la "innovación radical". El resto se dedica a la "innovación disruptiva" – nuevos productos como biocombustibles y materiales.
"La junta directiva de Fibria solicitó que Investigación y Desarrollo se enfocara más en el futuro – que fuera más transformacional", dice el Sr. Bertolucci. "Y claramente eso dio resultados".
Financial Times