Si el sistema político de Estados Unidos estuviera funcionando como debiera, Donald Trump estaría de salida. Ya sea que el Congreso hubiera iniciado un juicio político o las personas alrededor del presidente lo habrían declarado no apto para el cargo.
Pero Trump tiene un as en la manga. Ningún republicano elegido se atreve a confrontarlo. Cualquiera que lo contemple sabe que se arriesgaría a un ataque electrónico que acabaría con su carrera.
El gobierno de Estados Unidos se encuentra en un impasse peligroso. La mayoría de las personas saben que Trump no es apto para ocupar el cargo de presidente. Pero nadie con el poder para abordarlo ha encontrado la valentía para actuar.
La tragedia para Estados Unidos, y el resto del mundo, es que es probable que esta situación persista hasta las elecciones de medio término en 2018.
Aun las señales obvias de que Trump está intentando obstruir la justicia, lo cual fue el primer artículo del juicio político en contra de Richard Nixon, están siendo minimizadas. Entre una cuarta y una tercera parte de los estadounidenses son firmes partidarios de Trump. Tienen el poder para rechazar a los republicanos rebeldes en las elecciones primarias.
Los seguidores de Trump están siendo alimentados por un ecosistema cerrado de noticias que presenta al mundo de una manera radicalmente diferente que el resto de los medios de comunicación. Por ende en su versión de las noticias, Trump no despidió a James Comey, el director del FBI, la semana pasada. Según Fox News, Comey renunció.
De la misma manera, Trump no reveló inteligencia vital al ministro de relaciones exteriores de Rusia. Tampoco presionó a Comey para que dejara de investigar a Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump. Todas son falsas noticias.
No deberíamos de subestimar el poder que Trump deriva de estas narrativas alternativas. Cuando las élites expresan su ira con respecto a sus acciones, los seguidores de Trump quedan muy complacidos con su angustia. Si esto significa que tiene que pasarles secretos a los rusos, el día después de despedir al hombre que estaba investigando la presunta colusión de su campaña con los rusos, tanto mejor.
Los académicos lo denominan "partidismo negativo". Las personas ya no se unen a un partido porque creen en su agenda sino porque odian al partido opositor. Al burlarse de sus oponentes Trump está cumpliendo con sus promesas. Es un mandato para el nihilismo.
Esto plantea un terrible dilema para los republicanos. Algunos están esperando hasta las elecciones de mitad de periodo. El índice de popularidad de Trump es tan bajo que si las elecciones se llevaran a cabo actualmente los republicanos perderían el control de la Cámara de Representantes, y posiblemente del Senado.
En ese momento, los republicanos comenzarían a abandonar a Trump. Es muy probable que los demócratas basen su campaña en la promesa de destituirlo. Pero faltan 18 meses para que eso pueda suceder. Otros republicanos quieren aprovechar todo lo que puedan antes de que comience a hundirse el Titanic.
RECORTE TRIBUTARIO
La mayoría de ellos, como Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes, están dispuestos a sufrir la humillación de trabajar con Trump si les ofrece una oportunidad de pasar un enorme recorte tributario. Desde el punto de vista de Ryan, dicho recorte desataría los espíritus animales estadounidenses y restauraría la libertad individual.
Es una postura coherente. Pero Trump sigue creando obstáculos para Ryan conforme intenta presentar su plan, y aun si puede implementar su reforma tributaria, ¿valdrá la pena el costo de hacerlo? La respuesta es no. Los impuestos suben y bajan. Pero un gran partido no puede borrar la manera en la que respondió en un momento crítico de la historia.
Durante décadas, los republicanos han defendido la seguridad nacional y la fibra moral del liderazgo estadounidense. Trump está deshaciendo esos principios descaradamente. No importa lo que piensen los liberales, ni los independientes, los medios o el servicio diplomático estadounidense. Los republicanos son los únicos que tienen el poder para obligar a Trump a rendir cuentas. Y están ignorando la situación.
Sólo un puñado de los 290 republicanos en el Congreso han pedido un fiscal especial para investigar a Trump. Yo apuesto que si realizaran un voto secreto, la mayoría apoyaría la idea.
Es posible que más republicanos revelarán su verdadera postura cuando. Trump seleccione a un nuevo director del FBI. Si nomina a un títere, las repercusiones serán difíciles de contener, al igual que si hay más filtraciones devastadoras de las agencias de inteligencia. Sin embargo, hasta que llegue ese momento, los republicanos se están aferrando a su "trato trumpiano". Más vale que valgan la pena esos recortes tributarios.
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Financial Times