A todo el mundo le encanta un buen truco que ayude a mejorar la productividad. Los consejos inteligentes para sacarle más provecho a cada hora de trabajo son un género muy apreciado que incluye desde complicadas listas de tareas y relojes automáticos en forma de tomate, hasta consejos sobre la concienciación y los méritos de andar descalzo. Eso sin mencionar las supuestas ganancias en cuestiones de creatividad y de concentración al rodear tu escritorio con los colores rojo y azul.
Pero hay una acción que rara vez aparece en estas listas, a pesar del creciente volumen de evidencia que sugiere que tiene un prominente efecto sobre la productividad física y mental: trabajar en un lugar con buena calidad de aire.
Las partículas -especialmente las finas y las ultrafinas de menos de 2.5 micrómetros de diámetro- son ampliamente reconocidas como un problema a largo plazo para la salud, incluso si muchas personas no aprecian la magnitud del daño o la proporción de la evidencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la inhalación de partículas conduce a un mayor riesgo de sufrir de demencia y causa un tercio de todas las muertes por accidente cerebrovascular, por cáncer de pulmón y por enfermedades cardíacas.
Sin embargo, ciertas investigaciones recientes sugieren que la contaminación del aire no representa sólo un problema de salud a largo plazo que causa molestas enfermedades a medida que se envejece; también frena el desarrollo infantil y parece tener un efecto instantáneo sobre la productividad: tú te vuelves más lento y más tonto al respirar aire contaminado. Esto debiera tener un profundo efecto sobre las actitudes relacionadas con la calidad del aire.
Los seres humanos son notoriamente hábiles cuando se trata de descontar los riesgos para la salud a largo plazo de los cigarrillos y del alcohol. Pero estar expuesto a algo que altera tu cognición en este mismo momento mientras intentas trabajar o estudiar, es otra cosa. La evidencia sugiere cada vez más que las partículas no sólo penetran el corazón y los pulmones, sino también el cerebro.
El impacto en la salud debería ser suficiente para motivar acciones. Pero, si se confirma, estos efectos también cambian la economía. La mala salud al final de la vida resta de la suma de la salud y de la felicidad humana, pero el daño a los cerebros jóvenes sugiere un efecto directo y acumulativo sobre la productividad y sobre el capital humano. Abordar el tema de las partículas, en otras palabras, pudiera aumentar no sólo la producción, sino también su tasa de crecimiento.
Los efectos inmediatos, durante un día en particular, de la contaminación del aire pueden ser sorprendentemente significativos. Los economistas Avraham Ebenstein, Victor Lavy y Sefi Roth han demostrado que un aumento modesto de la cantidad de partículas el día de los exámenes de secundaria de un estudiante israelí se asocia con una disminución significativa en los resultados de los exámenes. Estos exámenes moldean la carrera de la vida de un estudiante por lo que, una breve exposición a la contaminación del aire tiene perdurables consecuencias, lo cual resulta en un promedio de 0.15 años menos de educación universitaria y, en última instancia, en 30 dólares menos de salario mensual.
Cada niño tiene que tomar los exámenes y la fecha es fija, por lo que los estudiantes más ricos no pueden esquivar la contaminación y los autores pueden controlar factores como la calidad de la escuela. Consideremos los extremos a los que llegarán los padres para mejorar los resultados de los exámenes de sus hijos o para lograr que ingresen en una mejor universidad. Sin embargo, sus posibilidades de vida pueden verse afectadas por un solo día de contaminación del aire.
Los efectos sobre el trabajo físico son menos sorprendentes, pero aún notables. Existen estudios que han mostrado una menor productividad en los recolectores de cítricos expuestos a niveles de ozono más elevados. También existen estudios que muestran que los futbolistas profesionales alemanes — los cuales no pueden cambiar la fecha o el lugar de un partido — hacen menos pases en los días con mayor contaminación del aire.
Durante los últimos años, el cambio climático ha llegado a dominar la política ambiental, y con razón. Sin embargo, ése es un reto para el cual los humanos están psicológicamente mal equipados. Esencialmente no existen ganancias que provengan de detener el cambio climático, sólo se evitan las pérdidas.