Los campos de golf japoneses son un útil indicador financiero. A medida que sus miembros sucumben, ya sea a causa de las estrecheces de una tambaleante economía o a causa de la vejez, estas exuberantes extensiones de césped cuidadosamente mantenido — simbólicas de los excesos de los años de la burbuja — están cayendo en desuso.
Una empresa extranjera en Tokio ha comenzado a comprarlos y, reflejando la ansiedad popular tras el desastre de Fukushima, los está convirtiendo en parques solares.
La decisión del Banco de Japón (BoJ, por sus siglas en inglés) de aceptar las tasas de interés negativas — el último intento de revitalizar la paralizada economía — no se aplica a los depósitos minoristas; al menos no todavía.
Sin embargo, eso no representa consuelo alguno para los asalariados y sus homólogos jubilados que han visto el retorno de sus ahorros diezmado por años de tasas de interés cero.
A pesar de los alardes de Shinzo Abe acerca de las "tres flechas" de su programa de Abeconomía, ha habido sólo una flecha en la aljaba del primer ministro: la depreciación del yen (aunque sea indirectamente), a través de tasas de interés cada vez más bajas, para apoyar a los exportadores japoneses en su intento de defenderse de rivales como China y Vietnam.
Las otras dos flechas — la reforma fiscal y la estructural — no ocasionan más que pinchazos.
El apoyo de la Abeconomía por parte del BoJ a través de este tipo de inusual política monetaria nunca ha sido acerca del crecimiento económico real.
Al igual que las políticas de la Reserva Federal de EU (Fed), esto ha llevado a la inflación de precios de los activos y al surgimiento de distorsionados incentivos en lugar de una economía rejuvenecida, construida sobre un sector de servicios de primera clase y de empresas de tecnología de vanguardia.
Hasta ahora la Abeconomía no ha dado lugar a un incremento en el crecimiento. La producción durante el cuarto trimestre de 2015 se contrajo en un 1.4 por ciento, lo cual fue peor de lo esperado. De hecho, durante el año pasado, el crecimiento fue inferior al promedio del 0.6 por ciento de los dos años anteriores. Si las tasas cero no lograron incentivar a las empresas o a los consumidores, es difícil ver por qué las tasas negativas surtirían tal efecto.
En cambio, las ganancias corporativas alcanzaron niveles récord durante la primera mitad de 2015, pero esto fue el resultado, casi totalmente, de una combinación del yen barato con precios mundiales de energía más bajos, lo cual es importante para un importador como Japón.
Esto nos lleva a otra "flecha": la reforma estructural y corporativa. El yen barato, al igual que muchos otros 'regalos' de los bancos centrales, tiene la indeseada consecuencia de hacer que las empresas estén menos propensas a llevar a cabo reformas — un aumento de salarios, por ejemplo, o una ampliación de la diversidad en los niveles ejecutivos — porque dependen de una moneda barata en lugar de depender de la innovación para hacerlas competitivas.
Una indicación de lo que está sucediendo es que el mercado de drones — el producto electrónico 'imprescindible' de los consumidores en la actualidad — está dominado por DJI, una empresa china, en lugar de un grupo japonés.
El trabajador común ha sido menos afortunado. Se espera que los ingresos totales hayan disminuido durante el cuarto trimestre. Mientras tanto, los economistas anticipan que el consumo caiga en un dos por ciento debido a ventas minoristas y a gastos domésticos más débiles de lo esperado.
En otras palabras, mientras que el gobierno y el banco central están tratando de crear un aumento de la inflación, parece que todavía no han logrado extenderlo a la clase de crecimiento de salarios y de ingresos que pudiera mejorar las perspectivas económicas de una manera sostenible.
A pesar de las intenciones de Tokio, el yen ha subido frente al dólar, menoscabando las perspectivas de los exportadores.
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Financial Times