Otra semana, otra racha de alzas en los mercados bursátiles. Esta vez, el repunte fue parcialmente provocado por señales de que funcionarios de la Reserva Federal de EU están dispuestos a adoptar los aumentos de las tasas de interés.
Pero los alcistas también están de plácemes a causa de Donald Trump: en su primer discurso ante el Congreso el martes en la noche, el Presidente convenció a muchos inversionistas de que no sólo es "EU primero", sino que se está volviendo más pragmático y, por lo tanto, más propenso a implementar reformas en favor del crecimiento y los negocios.
¿Está justificado este optimismo? No, si consideramos el Congreso. Trump necesitará apoyo republicano generalizado si quiere promulgar sus prometidas reformas fiscales, la repatriación de efectivo o el plan de gastos de infraestructura de un billón de dólares. Parece muy poco probable que eso surja dentro de poco tiempo, dado que los republicanos están divididos sobre la política fiscal y distraídos por la reforma del sector del cuidado de la salud.
Pero si se desea entender por qué tantos inversionistas y líderes empresariales siguen siendo tan optimistas, es necesario evaluar un segundo punto crucial: el Congreso no es la única alternativa. Por el contrario, mis conversaciones con líderes empresariales en los últimos días sugieren que muchos altos ejecutivos están silenciosamente apostándole a que la Casa Blanca pueda utilizar otras herramientas para dar rienda suelta a los espíritus animales, incluso sin esos molestos proyectos legislativos.
¿Cuáles son estos instrumentos ajenos al congreso? En primer lugar está el tema que a muchos directores ejecutivos les importa tanto como la reforma tributaria (o quizás más): la desregulación. Trump ha prometido una desregulación radical y, en algunas áreas, esto requerirá la ayuda del Congreso. La Casa Blanca no puede, por ejemplo, derogar las reformas financieras Dodd-Frank simplemente mediante un mensaje de Twitter presidencial.
Pero lo que sí puede hacer es instalar reguladores quienes sigilosamente cambien la forma de interpretar y aplicar las reglas. Esto podría tener un impacto dramático y causa horror entre los reformadores financieros. Observemos, por ejemplo, cómo el Departamento de Trabajo anunció esta semana una "demora" en la introducción de una regla fiduciaria que hubiera establecido nuevas normas estrictas para los consejeros de inversiones. O consideremos lo que podría sucederles a las directrices de crédito y las pruebas de resistencia bancaria si la Casa Blanca coloca funcionarios pro-finanzas y anti-desregulación en los cuatro puestos de gobernador de la Reserva Federal que quedarán vacantes en el próximo par de años.
Un segundo instrumento es la infraestructura. Trump no puede entregar un paquete de gastos de un billón de dólares sin un proyecto de ley. Pero su equipo podría comenzar a considerar iniciativas para dar rienda suelta a la creación de asociaciones público-privadas para financiar la infraestructura, al estilo de Canadá o el Reino Unido. También puede "alentar" a los financieros estadounidenses o a los fondos soberanos de riqueza no estadounidenses a proporcionar el capital para apoyar esto.
En tercer lugar, Trump podría utilizar su "púlpito presidencial" para persuadir a los empresarios a que apoyen su economía mediante la creación "voluntaria" de más empleos. Las compañías desde Walmart hasta Boeing ya lo han hecho. Sin duda alguna habrá más anuncios de este tipo.
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