Para ser multimillonario, lo primero que se necesita es un desorden de personalidad. Esto es lo que yo siempre había asumido, basada en mi propia experiencia de haber entrevistado a unos cuantos de ellos. Ahora tengo la corroboración de alguien que sabe de lo que está hablando. Justine Musk, quien pasó ocho años casada con el hombre detrás de PayPal, SpaceX y ahora Tesla Motors, se ha tomado el trabajo de compartir con el mundo su opinión de que aquellos que logran grandes cosas son mayormente "anormales e inadaptados".
Sus comentarios fueron la respuesta a una pregunta sincera recién publicada en Quora: ¿Cómo puedo ser tan grande como Bill Gates, Steve Jobs, Elon Musk o Sir Richard Branson? La respuesta corta, escribió ella, es: no puedes.
La respuesta larga llega a ser una de las mejores explicaciones del éxito que yo haya leído. Según ella hay dos tipos de éxito: éxito normal – que implica trabajo duro, talento, etcétera – y éxito extremo – como el de su exmarido. La variedad normal es lo que ella recomienda; la versión extrema sólo está disponible para los que nacieron así. "Son disléxicos, son autísticos, tienen trastorno por déficit de atención, son clavijas cuadradas en agujeros redondos, cabrean a los demás, se meten en riñas, desentonan".
Por eso, encuentran algo mayor que ellos mismos para obsesionarse y trabajan con enloquecido fervor, ella explica. Es su manera de hacerle frente a las cosas. De un solo golpe, Musk ha destruido toda la industria de la autoayuda. Aparentemente, no hay razón para estudiar el éxito extremo. Si uno no nace así, nunca lo logrará. Y de todos modos, uno preferiría no lograrlo.
No obstante, esos multimillonarios siguen siendo de interés zoológico, particularmente en cuanto a cómo manejan sus vidas personales. La perspectiva de Musk sobre esto es bastante severa. El éxito extremo, ella calcula, viene con "drama familiar, problemas con la pareja que uno raramente ve, noches oscuras del alma… mal dormir, peor dormir".
En otras palabras, los multimillonarios son pésimos candidatos para el matrimonio. Lo cual es precisamente lo que yo siempre había pensado.
El propio Musk suena como una apuesta matrimonial particularmente mala: poco después de divorciar a Musk se casó con una actriz, sólo para divorciarse y casarse de nuevo con ella en rápida sucesión. Ahora está en proceso de divorciarse de ella otra vez.
Pero en el momento en que yo me felicitaba por no haberme casado con un multimillonario, comencé a pensar en otros nombres en la pregunta de Quora – Bill, Richard y Steve. Lo notable de ellos es que generalmente cada uno de ellos ha encontrado a una esposa y se ha quedado con ella.
Bill Gates, quien se casó con Melinda hace 21 años, parece tener uno de esos matrimonios tan sólidos que si yo descubriera que los dos se separaban, me sentiría abatida, como si el mundo se hubiera convertido en un lugar menos confiable. Sir Richard Branson, después de un matrimonio introductorio cuando tenía veinte años todavía está casado con su segunda esposa por 25 años. Y Steve Jobs se quedó casado con la misma mujer por 20 años, hasta que él murió.
Si uno recorre la lista Forbes de multimillonarios, comienza a surgir un extraño patrón. Más de 40 por ciento de todos los matrimonios terminan en divorcio, pero entre los extremadamente exitosos, a quienes uno hubiera sospechado de ser no tan exitosos en el matrimonio, lo opuesto parece ser el caso.
Carlos Slim, número dos en la lista Forbes después de Gates, estuvo casado con la misma mujer por 32 años, hasta que ella murió en 1999. Warren Buffet (#3) se quedó casado con su primera esposa por 52 años (aunque por la mayor parte de ese tiempo vivía con una camarera de cóctel a quien desposó después de la muerte de su esposa).
Más abajo en la lista sólo hay unos pocos que han exhibido ciertos rasgos de trastorno por déficit de atención en su relación con el matrimonio: Larry Ellison ha tenido cuatro esposas y Ronald Perelman cinco. Son las excepciones; parece haber más multimillonarios que siguen con sus primeras esposas que aquellos que no. Esto no es un gran logro para Mark Zuckerberg, quien sólo ató el nudo el 2012, pero Jeff Bezos y Michael Dell han estado casados por más de 20 años cada uno, Eric Schmidt por más de 30, Ray Dalio en Bridgewater ha llegado a los 40 mientras que Phil Knight de Nike va en camino a sus bodas de oro.
¿Cómo puede ocurrir tal estabilidad? Los multimillonarios todos han vivido agarrados por una irresistible obsesión con el trabajo que debería haber arruinado todas sus relaciones, y todos han tenido suficiente dinero para atraer nuevas mujeres vistosas – y saldar cuentas con las antiguas.
No tengo ni idea de cuál es la razón, pero me pregunto si pudiera ser que cuando los verdaderamente estrafalarios encuentran a alguien que les conviene, no van a abandonarlas con mucha prisa. O quizás es que si uno está embelesado por su trabajo, un amorío no ofrece suficiente encanto. O simplemente pudiera ser que si apenas ves a tu cónyuge, es significativamente menos probable que él o ella te irrite.
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Financial Times