Financial Times

Sí, el distanciamiento social favorece a las personas con más dinero

Los ciudadanos con menos recursos serán los más afectados por COVID-19.

Un aspecto positivo del coronavirus es que es un "gran nivelador", afirmó el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.

COVID-19 puede atacar tanto a los ejecutivos como a los conserjes de Wall Street. Pero intenta decirle eso a la fuerza laboral de Amazon. Varios de sus empleados han sido despedidos por expresar temores sobre la exposición al virus. Los trabajadores de Amazon están siendo tratados como "unidades fungibles o partes intercambiables", dijo Tim Bray, un ingeniero de alto nivel de Amazon que esta semana renunció en protesta. Mientras tanto, Jeff Bezos, el director ejecutivo de la compañía, estaba ganando unos 149,353 dólares por minuto antes de que ocurriera la pandemia, tres veces el ingreso promedio anual en EU. Los ingresos de Amazon se han disparado desde entonces.

Durante las primeras semanas de COVID-19, escuchamos mucho sobre las figuras de alta sociedad que estaban tan expuestas a la infección como el resto del mundo. Ya fuera la estrella de Hollywood Tom Hanks o el príncipe Carlos de Gran Bretaña, la impresión inicial de la situación fue el igualitarismo ciego del patógeno. El confinamiento cambió todo eso.

El distanciamiento social favorece a las personas de más recursos. Ellos tienden a vivir en áreas menos densamente pobladas, con menos personas por hogar. También es mucho más probable que puedan seguir trabajando de forma remota. Tanto sus ganancias como su bienestar están mejor protegidos del microbio.

Un estudio del desglose de los efectos de la enfermedad en Nueva York realizado por el Centro de Investigación de Política Económica muestra que cuanto más pobre es el código postal de una persona, más probable es que esa persona haya muerto. Lo mismo se aplica a los trabajos. Es más probable que hayan muerto las personas que trabajan en el sector de transporte, de atención médica, de entregas, de construcción o en los supermercados que las personas que trabajan desde casa.

Lo mismo es cierto en cualquier lugar a nivel mundial. Las tasas de infección en Singapur y Dubái están resurgiendo a medida que el microbio ataca a los trabajadores migrantes alojados en dormitorios en partes cuasi segregadas de la ciudad. Los distritos de Nueva York dividen a las personas en líneas similares.

Los neoyorquinos levantan el ánimo de todos golpeando ollas y sartenes cada noche en agradecimiento a los trabajadores esenciales. La solidaridad pública es valiosa. Pero no entrega equipo de protección a aquellos que están expuestos diariamente al virus. Muchos dan propina a las personas que entregan los productos de Amazon y otros paquetes a sus puertas. Nuevamente, el sentimiento es loable. Pero sólo compensa una pequeña parte del pago de riesgo que tales trabajadores no están recibiendo. Durante muchos años, particularmente desde el 11 de septiembre, los estadounidenses han estado agradeciendo al personal de las fuerzas armadas por su servicio. Si bien los beneficios han mejorado, tales muestras de agradecimiento han tenido poco impacto en sus salarios.

El coronavirus golpeó una economía estadounidense con condiciones preexistentes. Más de 33 millones de estadounidenses, casi una cuarta parte de la fuerza laboral civil, carecen de licencia por enfermedad remunerada. Más de la mitad de los empleados en las industrias de hostelería, ocio y viajes no tienen seguro médico. A fines de marzo, el Congreso de EU aprobó un proyecto de ley de rescate de 2 billones de dólares que cubría a la mayoría de los estadounidenses afectados por el confinamiento (sin embargo, algunos aún no han recibido sus cheques). Fue un buen paquete dadas las circunstancias, y se comparó bien con los modestos esfuerzos fiscales de muchas democracias europeas. Pero es probable que ese proyecto haya marcado el pico de Washington. A medida que EU vuelve a abrir la economía, los estadounidenses que no pueden trabajar desde casa enfrentan un dilema poco envidiable.

La mayoría de los estados ahora están relajando las condiciones de sus confinamientos. Esto plantea dos peligros. El primero es que la mayoría de los estados tienen tasas crecientes o planas de infección por COVID-19. Están ignorando las pautas ya diluidas de la Casa Blanca para la reapertura. Una de ellas es que un estado debería tener 14 días consecutivos de caída de infecciones antes de reabrir. Regresar a trabajar en estas condiciones es personalmente riesgoso. También es colectivamente peligroso. Un borrador filtrado de un informe del gobierno pronostica que la tasa diaria de mortalidad en EU aumentará de alrededor de 2,000 actualmente a 3,000 en junio.

El segundo es que los trabajadores que no se presenten a trabajar corren el riesgo de perder sus ingresos actuales, ya sea que se trate de salarios para quedarse en casa o beneficios de desempleo.

La reapertura prematura de EU desmiente la idea de que el patógeno es un gran nivelador. Los consumidores estadounidenses tienen la suerte de tener proveedores tan creativos como Amazon y procesadores de carne tan productivos como Tyson. EU entró en la pandemia con un enérgico espíritu de igualdad. Está saliendo gradualmente del confinamiento con más desigualdad que nunca.

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