La oposición de Venezuela ganó decisivamente las elecciones parlamentarias del domingo. Por primera vez en 17 años, controlará la Asamblea Nacional. Éste es un gran golpe para el gobernante partido socialista y el presidente Nicolás Maduro. Le abre la puerta a un cambio real en Venezuela.
El domingo por la noche, a modo de celebración, fuegos artificiales iluminaron el cielo sobre algunos de los mayores barrios pobres de Caracas; los precios de los bonos venezolanos también repuntaron. La victoria es un logro para la oposición, especialmente ahora que el gobierno se ha convertido en sinónimo de intransigencia y criminalidad. Sin embargo, no hay lugar para el triunfalismo. Ahora viene la parte más difícil.
Los venezolanos tienen dos problemas urgentes que necesitan ser abordados, y una pregunta sin respuesta. La pregunta aún sin respuesta es cuál será el tamaño final de la mayoría de oposición en la Asamblea Nacional. Esto determinará si ha ganado el poder real. También pondrá a prueba el apego -a lo sumo displicente- del gobierno a las normas democráticas.
Hasta este lunes, la oposición había ganado 99 de 167 escaños, con 22 resultados impugnados. En teoría, esa mayoría es suficiente para vetar presupuestos y aprobar reformas económicas. Si el recuento final alcanza 101 escaños, la oposición también podría cesar a ministros. Sin embargo, el sistema hiperpresidencial de Venezuela significa que Maduro podría rebasar tales medidas.
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Eso hace de la mayoría cualificada el verdadero premio. Con 112 escaños o más, la oposición podría modificar la constitución y desconcentrar el poder del presidente, un verdadero cambio en el juego. Una señal de advertencia: el domingo, Maduro declaró que "la lucha por el socialismo apenas comienza".
Eso no augura nada bueno, sea cual sea el resultado final, porque Venezuela tiene dos problemas apremiantes que tratar.
El primero es una grave recesión que contraerá la economía en un 10 por ciento, ya pronosticado, este año, y otro 6 por ciento en 2016.
El segundo es la grave situación de la seguridad pública, que ha hecho de Venezuela el país más letal del mundo, en términos de homicidios por habitante.
Ambos problemas se deben sólo en parte a la caída del precio del petróleo, que representa más del 90 por ciento de las exportaciones. También se deben en igual medida a la mala administración, la corrupción, el cohecho de las instituciones, y la falta casi total de controles y equilibrios.
Enfrentar estos problemas, y luego solucionarlos, con un poder ejecutivo controlado por los socialistas de Maduro y un parlamento controlado por la oposición, requerirá una cualidad tristemente ausente en Venezuela bajo el chavismo (y, posiblemente, desde mucho antes): la buena gobernanza.
Bendecida, o maldecida, con reservas de petróleo más grandes que las de Arabia Saudita, Venezuela se ha destacado durante mucho tiempo por sus soluciones e improvisaciones temporales. Pero ahora ya se le ha acabado el camino. El país necesita desesperadamente un poco de ideas claras.
Eso se aplica tanto a la oposición -a pesar de su propósito moral- como al Estado. Si sólo utiliza su victoria para forzar la destitución de Maduro, va a dejar de atender las preocupaciones de la mayoría de los venezolanos. Las cuales siguen siendo la economía y la inseguridad, no la política. El apoyo que la oposición ha disfrutado entonces podría desvanecerse. Después de todo, éste es un voto que el gobierno perdió; no es uno que la oposición, la cual hizo campaña con muy pocas propuestas concretas, haya ganado.
Lamentablemente, las probabilidades de alianzas entre partidos son escasas. Es cierto que hay facciones de ambos lados dispuestas a trabajar juntas. Algunos en el chavismo, especialmente a nivel de base, incluso tienen suficiente confianza en su proyecto como para pensar que puede sobrevivir y prosperar estando en la oposición.
Desafortunadamente, la gobernanza multipartidista se trata de algo más que "manos extendidas a través de la brecha". Hay muchos en el gobierno que se arriesgan a sufrir sanciones si pierden poder. Hay muchos más que ya no podrían robar, saquear y llenarse los bolsillos con "petro-oro". Según un estimado, se han malgastado o robado 260 mil millones de dólares en los últimos 15 años.
Si esta elección se tratara sólo de política, la solución podría ser relativamente fácil. Pero no es así. Se trata también de grandes cantidades de dinero. La oposición puede saborear su logro. Sin embargo, ahora viene el trabajo más difícil. Es difícil ser optimista.