Nicolas Brusson, el fundador de BlaBlaCar, la compañía de transporte compartido francesa que recaudó 100 millones de dólares en junio para ampliar la compañía en toda Europa, causó la carcajada más grande de la semana en la conferencia de tecnología DLD en Munich. Al preguntarle cómo operaría en un "mercado único", con 28 conjuntos de leyes y reglamentos, respondió: "Cuando empiezas en Francia, todo parece simple".
DLD es el lugar donde se reúnen emprendedores tecnológicos y capitalistas de riesgo de EU y Europa para discutir sobre sus industrias antes de viajar a Davos para el Foro Económico Mundial. En Munich, discuten los contrastes entre los dos continentes: la toma de riesgos frente a las redes de seguridad; el mercado libre versus los reglamentos; la creación de empresas "start-up" versus empresas existentes.
Lo notable acerca del evento de este año, sin embargo, fue que éstos no fueron los problemas principales. La pregunta de si Europa puede actuar en conjunto para competir con Silicon Valley fue reemplazada por la preocupación de que el progreso tecnológico acabará con todos nosotros, no importa donde vivamos y trabajemos.
Travis Kalanick, el combativo fundador de la red de taxis Uber, encarna el cambio. Se presentó en Munich con un discurso emoliente, destacando el nuevo terreno de juego de Uber que está centrado en la cooperación y no en la confrontación.
La pretensión de Kalanick de que Uber puede simultáneamente crear empleos, aumentar los impuestos locales, salvar a los ciudadanos de tener que poseer automóviles y reducir las emisiones de carbono contempla no sólo a las ciudades europeas. Tiene que convencer a una audiencia global de que su plataforma significa progreso.
La pregunta sobre Uber es parte de una de las más grandes coyunturas que enfrenta la economía global. Cada vez más personas trabajan para plataformas virtuales en lugar de empresas; los empleos se subastan entre grupos de contratistas; los salarios medios se estancan mientras que los retornos sobre el capital aumentan; algunos deberes de los médicos y abogados pronto podrían realizarse por máquinas. ¿Es esto lo que queremos?
Una gran ausente de Munich fue la palabra "irrupción", que se ha convertido en un mantra de la industria de la tecnología en los últimos años. Los capitalistas de riesgo han predicado que todas las industrias maduras pueden enfrentar las irrupciones que empresas como Uber presentan a los taxis y Amazon trae a la industria de ventas al por menor.
Se les ha ocurrido que la promesa de llegar a la ciudad y causar problemas no es la mejor manera de hacerse populares, incluso si uno realmente cree que la destrucción creativa es buena para los consumidores, y en última instancia, para la sociedad en su conjunto. La irrupción, después de todo, perturba la vida de las personas.
Como trabajadores, las personas en las economías industriales avanzadas no ha ganado mucho con el libre comercio y el progreso tecnológico; como consumidores, sí han ganado – Amazon ha convertido las compras en un proceso barato y más fácil. Y en las economías en desarrollo, los trabajadores han visto sus salarios subir bruscamente, pero no para el trabajador promedio estadounidense y europeo occidental. La perspectiva tampoco es muy tranquilizadora para los empleados en la mitad superior de la escala de ingresos.
La inteligencia artificial, con la cual muchas empresas "start-up" están trabajando, podría permitir a las máquinas hacer al menos una parte del trabajo que realizan los profesionales, como médicos y contadores.
"Aún no hemos visto nada", Andrew McAfee, economista del Massachusetts Institute of Technology y coautor de The Second Machine Age, dijo a la audiencia de DLD. "La cantidad de turbulencia no va a disminuir".
Todavía hay una brecha entre las actitudes de los estadounidenses y de los europeos en la toma de riesgos, con todo lo que ello implica. Un momento sorprendente en DLD fue cuando Axelle Lemaire, el ministro francés de asuntos digitales, elogió la cultura emprendedora, sin admitir que podría significar que algunos pierdan sus empleos.
Comparto la opinión de Ben Horowitz, cofundador de Andreessen Horowitz, el fondo de capital de riesgo de Silicon Valley, que el cambio tecnológico es "en gran parte inevitable e imposible de detener". A falta de cerrar las fronteras y parar las comunicaciones, como Corea del Norte, una economía no puede dar la espalda a los avances.
Aún así, como Uber se está dando cuenta, las empresas de tecnología no pueden establecer una plataforma de servicios en la que los trabajadores y los clientes interactúan y aceptar su dinero sin hacerse responsables por los resultados. Un conductor Uber que ataca a un pasajero no es contractualmente su empleado, pero la distinción no importa mucho para la víctima.
Algunas empresas ya están tomando un enfoque más suave. Un ejemplo es Etsy, un mercado en línea para productos artesanales como la cerámica y la moda, que es una corporación B bajo la legislación estadounidense. Eso significa que trata tanto de hacer el bien para la sociedad, como recompensar a los accionistas.
"Si tenemos un mundo en el que hay drones que vuelan alrededor entregando paquetes, pero nadie está hablando el uno con el otro, será muy triste", dijo en Munich Chad Dickerson, director ejecutivo de Etsy.
Eso es un cambio para las empresas de tecnología que consideran que reemplazar a los conductores con drones es la próxima frontera de la eficiencia.
Silicon Valley y las ciudades globales en los que la creación de empresas prospera están llenas de gente inteligente. Su capacidad intelectual se podría aplicar para aumentar empleos en lugar de eliminarlos, o para contrarrestar el largo estancamiento de los salarios. Eso sería realmente una irrupción.
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