Cuando los magnates y los líderes mundiales se reúnen –como lo harán en una conferencia acerca del capitalismo inclusivo en Londres, con el príncipe de Gales, Bill Clinton, y Christine Lagarde– nunca son vistos intercambiando tarjetas de presentación. Si lo hacen, dudo que se aferren a ellas. Al finalizar una reunión internacional un par de años atrás, alguien fue a revisar la habitación de un multimillonario conferencista para cerciorarse de que no hubiera dejado nada atrás. El huésped mismo había dejado todo en orden: cama hecha, muebles en su lugar. La única evidencia de su estancia estaba en la papelera: tarjetas de presentación que docenas de esperanzadas personas le habían entregado.
Quizás este señor transcribió afanosamente los detalles de sus nuevos contactos. Pero si simplemente decidió tirar las tarjetas, también tendría sentido. Si eres uno de los empresarios más conocidos en el planeta, probablemente cualquier recepcionista te conectará con el interlocutor que quieras. No necesitas que una tarjetita te recuerde el número directo de tu contacto. Curiosamente, nadie más lo necesita, tampoco.
La gente ha estado prediciendo el final de la tarjeta de presentación prácticamente desde el inicio de la comunicación digital. Sin embargo, las tarjetas analógicas siguen dominando en una era en la que por mucho tiempo ha sido más fácil enviar y sincronizar contactos electrónicamente. CardWorks, filial de Tandy Ltd, la imprenta de las tarjetas que usamos yo y mis colegas del FT, dice que, en todo caso, la demanda es cada vez mayor. "Para muchas empresas, la tarjeta de presentación es su vitrina", dice Denise Sikora, gerente de la empresa.
La situación, sin embargo, es más compleja y más interesante. La austeridad y el Internet han reducido la cantidad de folletos que las empresas quieren o pueden imprimir, y parte del presupuesto está destinado a tarjetas más elaboradas. Pero irónicamente, también el Internet mantiene con vida las tarjetas de presentación. A medida que más gente se conecta virtualmente, el valor de los encuentros cara a cara aumenta, y por lo tanto la importancia de la pequeña impresión que dejamos con las personas cuyas manos apretamos.
El intercambio ritual de un objeto es parte del atractivo perdurable de la tarjeta, ya sea si la acción física es un acto altamente refinado como en Japón y otras partes de Asia, o una entrega más superficial. El artefacto en sí –como un disco de larga duración, una carta escrita a mano, y tal vez incluso un periódico– también ha aumentado en valor.
Las variedades exóticas y extraordinarias, desde las tarjetas de acero del cofundador de Apple Steve Wozniak, a la versión impregnada con olor a sudor para efectos promocionales de un fabricante de desodorantes, siguen atrayendo la atención. Un ejecutivo amigo de mucha trayectoria compara coleccionar tarjetas a una versión adulta de Pokemon, en la que "todo el mundo trata de obtener la colección completa de directores ejecutivos".
Pero la información en la tarjeta será menos importante a medida que las redes digitales se profundizan. Ya he notado una tendencia hacia el minimalismo con algunas tarjetas de presentación que ahora sólo lucen una dirección web, un correo electrónico o un nombre de usuario de Twitter.
A través de los años, he organizado mis contactos en diarios, directorios, agendas Filofax, archivadores Rolodex, un Palm Pilot, un BlackBerry y hasta un iPhone, utilizando una variedad de herramientas, desde lápiz y papel hasta escáneres para tarjetas. Pero resulta que las horas que pasé fueron en gran parte un desperdicio. A juzgar por su abandono de la función de los contactos de Gmail y el cierre de Bump, una aplicación para compartir contactos, Google está de acuerdo: la búsqueda y la nube conectarán a más personas que tontas listas de números y direcciones.
LinkedIn dijo recientemente que retiraría CardMunch, su popular aplicación de escaneado de tarjetas, que utilizaba personal administrativo para transcribir la información de la tarjeta. Los usuarios pueden cambiar a una versión automatizada de Evernote, el organizador digital. Lo significativo no es que la alianza dará lugar a una mayor rapidez en la lectura y el almacenamiento de tarjetas, sino que hará más fácil vincular los datos básicos de tus contactos con una colección más rica de información en línea, combinado con tus propias notas. La tarjeta de presentación sigue siendo un emblema perdurable del trabajo, todavía tenemos que invertir en reuniones cara a cara, pero la red es ahora el gran Rolodex de todos.
Nitin Nohria, decano de la Harvard Business School, me dijo hace tres años que no entregaba tarjetas de presentación, porque la mayoría de la gente puede encontrarlo fácilmente en línea, y viceversa. Recuerdo haber pensado que eso era una buena idea sólo si te llamabas Nitin Nohria y encabezabas la escuela de gestión más conocida en el planeta. Ahora me doy cuenta que tenía razón. Pero lo que estaba anunciando no era la muerte de la tarjeta, sino la muerte de la tradicional libreta de contactos.
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