Cuando una delgada mujer con un rostro lleno de arrugas intentó escapar de Siria a Turquía el mes pasado, los contrabandistas de personas encerraron a los siete miembros de su familia en una habitación y la golpearon por haber dicho que no podía pagar más.
Um Salem les pidió a sus hijos que les dieran a los contrabandistas los últimos 100 dólares que la familia poseía, temerosa de que la extorsión se convirtiera en algo mucho peor. "Tenía miedo de que les pasara algo a mi nuera y a las niñas", declaró ella.
Historias como la suya son cada vez más comunes. En todos los países las pandillas criminales se están diversificando del contrabando de personas a través de fronteras a la trata de personas y otras formas de explotación.
A miles de millas de distancia de Siria, en otra de las fronteras más delicadas del mundo —la de México y EU — Jesús Pinos pasó por una experiencia similar. Viajando desde el empobrecido estado sureño de Oaxaca con tres amigos, el joven de 30 años de edad marcó el número de un "coyote", un guía que escolta a los emigrantes más allá de lo que los lugareños llaman "la línea".
El Sr. Pinos nunca llegó a EU. En lugar de eso, se convirtió en prisionero en el lado mexicano de la frontera. Un taxi enviado por el coyote llevó a los cuatro hombres de la estación de autobuses a una casa remota donde un guardia armado cuidaba la puerta. Unas 20 personas estaban encerradas en cuatro habitaciones y un sótano. Los cautivos dormían sin sábanas en el suelo y tenían que pagar por su comida, la cual tenían que cocinar ellos mismos.
Ellos se vieron obligados a decirles a sus familias que estaban en EU y pedirles 6 mil dólares de rescate. Pinos tuvo suerte, ya que después de dos semanas aprovechó un descuido del guardia y escapó.
Otras personas en fronteras peligrosas han sido víctimas de más trágicos destinos. Este año la policía de Malasia descubrió más de 160 cadáveres en campamentos en la frontera con Tailandia. Los musulmanes rohinyás de Myanmar desde hace tiempo han sido detenidos para obtener un rescate en prisiones al aire libre.
Su situación pone de relieve cómo las pandillas criminales que se están aprovechando de las cantidades récord de emigrantes están desdibujando las líneas entre el contrabando y la trata de personas y otros delitos.
"Los secuestros exprés son más rentables y menos riesgosos que las drogas porque las personas no los denuncian por temor a que sus familias se conviertan en un blanco", explicó la activista mexicana Gabriela Cortés, al referirse a los secuestros por rescates relativamente bajos que afectan a un gran número de personas vulnerables. En México, Alexis López — un joven de 19 años de edad con cara de niño del estado de Chiapas tuvo que pagar a los coyotes tres veces durante su fallido intento de cruzar a EU. Se le ofreció la oportunidad de servir de mula transportando drogas al cruzar la frontera. "Yo dije que no, pero tenía miedo. A algunas personas las fuerzan", aseguró.
Los emigrantes a lo largo de la trillada ruta norte en el Golfo de México están acostumbrados a pagarles a los carteles de la droga por la libertad de paso mucho antes de llegar a la frontera. Pero después de una fracasada "guerra contra las drogas" que aumentó los ya elevados niveles de violencia, en la actualidad también puede anticiparse de todo, desde robo, secuestro y extorsión hasta trabajo forzoso y esclavitud sexual.
La situación no es mejor en el sur de México. El Padre Heyman Vázquez dirige un refugio para emigrantes cerca de la frontera con Guatemala. Él ve pocas esperanzas de cualquier reducción en lo que ve como un creciente aumento de la trata de personas, debido a la gran cantidad de emigrantes que proporcionan 'material' para el comercio.
Es una historia que resuena en todo el mundo. "Recibimos a emigrantes que van de paso y nos cuentan que estaban trabajando sin remuneración o por tan sólo 12 dólares al mes, así como mujeres que han escapado de ser vendidas para la prostitución, comentó tristemente el Padre Vázquez.
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Financial Times