En la provincia más sureña de Tierra del Fuego, conocida como el "final del mundo" en Argentina, se encuentra un centro industrial casi totalmente subsidiado que ha logrado sobrevivir como uno de los modelos más disfuncionales del continente.
"En las plantas de montaje de Tierra del Fuego, generalmente lo único que proviene de Argentina es el embalaje, los manuales y tal vez otras minucias. Noventa por ciento de los insumos provienen del extranjero. Eso necesita cambiar", dice Miguel Ponce, exsubsecretario de industria y comercio.
La zona libre de impuestos en el desolado archipiélago a 500 millas de distancia de la Antártida, donde los bienes cuestan dos o tres veces más de lo que cuestan en los países vecinos, es sólo el peor ejemplo de una cultura comercial en Argentina que depende más del proteccionismo que del vigor empresarial.
En una movida para probarle al mundo que su país está "abierto a los negocios", el presidente Mauricio Macri celebró un foro de negocios en Buenos Aires que fue atendido por cerca de 2,000 ejecutivos internacionales y locales.
Macri espera que, al ofrecer oportunidades de inversión con valor de 240 mil millones de dólares en los sectores de infraestructura, energía y minería, más inversión y competencia podrán ayudar a revitalizar la cultura corporativa que forma parte de la economía estancada de Argentina.
"Tenemos que dejar que algunos de los antiguos empresarios se mueran para que puedan surgir empresarios nuevos", dijo Gustavo Grobocopatel, un agricultor argentino que considera que la clase empresarial en Argentina es un cuadro de compañías oligopólicas y cerradas que prefiere comprar influencia y presionar a los políticos que competir a nivel internacional.
En un país en el que el populismo ha florecido en las últimas décadas, el gran cambio en la política de Argentina, representado por la elección de Macri el año pasado, se contrapone a las arraigadas prácticas comerciales que Ponce describe como "ir de caza en el zoológico".
"Argentina necesita una nueva clase empresarial que tome en cuenta al país y que tenga una perspectiva a largo plazo", dice Martin Migoya, director ejecutivo de la compañía de software Globant, uno de los seis "unicornios" en América Latina, empresas "startup" de tecnología que ahora valen más de mil millones de dólares, cuatro de las cuales son de Argentina.
"Durante 50 años Argentina no pudo crear compañías importantes", añade, debido a que las actitudes tradicionales de los ejecutivos en el país eran muy similares a las de un vendedor ambulante pequeño.
A pesar del surgimiento de compañías innovadoras y ferozmente competitivas como Globant, muchas compañías locales siguen indecisas con respecto a invertir en la nueva Argentina.
Las persistentes crisis económicas sólo han empeorado el problema exacerbado por la consentida clase empresarial del país. "Durante décadas muchas compañías argentinas estaban preocupadas por cuestiones inmediatas que las afectarían en los siguientes tres o cuatro meses, en lugar de varios años", dijo Sergio Kaufman, director de operaciones de Accenture en Argentina. "Argentina ha estado atascada en un modelo cerrado que más bien pertenece al período de 1950 ó 1970, cuando en realidad deberíamos concentrarnos en 2050 ó 2070", añadió.
Pero la dificultad que ha tenido Argentina para impulsar la competitividad y la productividad no sólo es la culpa de las compañías mismas, argumenta Ignacio Stegmann, presidente del foro comercial, IDEA. Él señala que existen fallas en la infraestructura, el sistema tributario y la burocracia del país que también han contribuido al problema.
Por ejemplo, aunque se redujeron las restricciones sobre la importación de limones argentinos en EU, el aeropuerto de la provincia de Tucumán, una de las productoras más grandes de limones en el mundo, no tiene la capacidad para transportar suficiente fruta para aprovechar el cambio en las reglas.
Sin embargo, Kaufman se siente optimista. Aunque piensa que el término electoral de cuatro años de Macri no será suficiente para asegurar un cambio perdurable, él asevera que ahora hay un amplio consenso entre los políticos establecidos sobre la dirección que debe seguir el país, a pesar de las disputas del día a día.
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Financial Times