México, el más estable y fiable de los mercados emergentes, puede estar dirigiéndose hacia una rebaja de su calificación de crédito. La semana pasada, S&P Global Ratings cambió su perspectiva de estable a negativa y advirtió que veía un 33 por ciento de posibilidades de que se rebajara la calificación en los próximos dos años debido al crecimiento deficiente y al aumento de la deuda soberana.
Lo anterior coincide con Moody's, que había rebajado sus propias perspectivas en marzo. Aunque Fitch aún clasifica a México como estable, también advirtió en julio de los riesgos en la economía.
El problema es la perjudicial interacción entre el crecimiento y la deuda, como señala Medley Global Advisors, un servicio de macro investigación propiedad del Financial Times. Los intentos del gobierno por estimular el crecimiento tomando medidas enérgicas contra la deuda prácticamente se anulan entre sí, por lo que está fallando en ambos frentes.
Detrás de esto se esconde la gran decepción por el hecho de que las audaces reformas estructurales promulgadas por el presidente Enrique Peña Nieto no han logrado estimular la economía como se había previsto. S&P culpa a un gobierno débil, la corrupción y el repunte del crimen organizado y la violencia.
Las cifras económicas de la semana pasada, que mostraron que el PIB se había contraído en términos intertrimestrales en el segundo trimestre por primera vez en tres años, ponen en evidencia hasta qué punto se ha deteriorado la situación. Anualmente México creció solamente 1.5 por ciento, muy lejos del nivel del 4 por ciento que las reformas supuestamente generarían.
Mientras que parte de esta caída se debió a los efectos estacionales, la Secretaría de Hacienda redujo rápidamente su pronóstico de crecimiento para el año 2016 de 2 a 2.6 por ciento en comparación con 2.2 a 3.2 por ciento previamente. Ahora coincide con el pronóstico del 2 a 3 por ciento del Banxico, el banco central, aunque aún es mayor que la predicción de sólo 2 por ciento de S&P.
Banxico señala no sólo los bajos precios del petróleo sino la contracción del sector de la minería y la deficiente producción industrial en general. Esto se les atribuye a las débiles exportaciones hacia EU, a pesar de que México mantiene su cuota de mercado respecto a China y Canadá.
Pero la verdadera preocupación del banco, según sus actas de reunión de agosto, es que el sector de servicios doméstico está comenzando a debilitarse también.
Esto amenaza las perspectivas para el próximo año, en el que Banxico espera un crecimiento de 3.3 por ciento, el gobierno estima de 2.6 a 3.6 por ciento e incluso S&P piensa que es posible lograr un crecimiento de 3 por ciento. Solamente el FMI se muestra más cauteloso, y da un pronóstico de apenas 2.6 por ciento.
Por supuesto, el menor crecimiento probablemente perjudicará los ingresos fiscales y hará la consolidación fiscal de la administración aún más difícil. La proporción del 47 por ciento entre la deuda pública y el PIB es aún moderada, aunque la decisión del banco central de elevar las tasas de interés en un punto porcentual hasta el 4.25 por ciento este año — una medida preventiva para controlar la inflación — hará que sea más difícil cubrir el servicio de esos empréstitos.
El gobierno está recortando valientemente los gastos y aumentando los impuestos y el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se ha comprometido a lograr un superávit presupuestario primario en el año 2017, que sería el primero en ocho años.
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