En las tragedias de Shakespeare, el segundo acto – cuando el drama crece conjuntamente con los reveses que los protagonistas deben superar – es a menudo el más largo y doloroso. Algo similar puede estar sucediendo ahora en México y en su economía ahora que los precios del petróleo están en caída libre.
En el primer acto, Enrique Peña Nieto ganó la presidencia con un equipo de mentalidad reformista que prometía modernizar México. Los obstáculos políticos que anteriormente eran insalvables fueron barridos con aparente facilidad y una serie de leyes se promulgaron en rápida sucesión, especialmente las que cambiaban el estatus quo y permitirían la inversión privada en el sector energético por primera vez en más de 70 años.
A principios de 2014, el gobierno estaba en su apogeo. Peña Nieto fue apodado el "hombre que salvó a México" por la revista Time. Los inversores se frotaban las manos al pensar en los 50 mil millones de dólares de inversión extranjera destinados al sector energético mexicano que se esperaban para el año 2020. Todo iba bien. Pero ahora, en el segundo acto, el aura de gloria ha comenzado a desvanecerse: el protagonista debe demostrar su valía, y el público se muestra cada vez más inquieto.
A pesar de que Peña Nieto pregona que se creó un 40 por ciento más de empleos este año, el crecimiento económico no ha logrado despegar; de hecho, el gobierno ya ha tenido que reducir su pronóstico para el crecimiento cuatro veces. Para compensar, el estado ha aumentado los gastos. Los pronosticadores estiman que el déficit fiscal del próximo año se elevará a 4 por ciento de la producción económica.
Eso no es excesivamente preocupante, pero es casi el doble del déficit medio anual de los dos gobiernos anteriores. También desafía la ortodoxia económica a la que se ha acogido México durante 20 años.
Luis Rubio, un analista político, sugiere que el cambio puede deberse a un cambio generacional en el gobierno.
Mientras tanto, el drama se intensifica. Surgen los escándalos debido a conflictos de interés en torno al presidente y a su ministro de Finanzas. En septiembre, 43 estudiantes desaparecieron en Guerrero, un estado sin ley y un centro de producción de heroína. Las desapariciones, un ejemplo de la impunidad reinante y de la ausencia del Estado de derecho, obligan a los mexicanos, ya asqueados por la situación, a tomar las cosas en sus manos. La inquietud crece como bola de nieve.
Por otra parte, los precios del petróleo se desploman un 45 por ciento en seis meses y el peso en un 10 por ciento en tan sólo cuatro semanas.
Es poco probable que la caída del precio del petróleo detenga los planes de las compañías extranjeras de presentar ofertas en las subastas petroleras del próximo año. Pero puede reducir lo que habían planeado gastar, por lo tanto afectando los ingresos de capital esperados y las entradas del gobierno. El aumento de la inflación por la caída del peso también podría obligar a mayores tasas de interés, por ende enfriando más aun la economía. De repente, el ciclo virtuoso del crecimiento más rápido, la mayor recaudación de impuestos, y la mejora de la productividad se ve mucho más incierto que hace sólo un año.
Aun así, las perspectivas podrían ser mucho peores. A diferencia de, por ejemplo, Rusia, México ha diversificado considerablemente su economía desde la mora y la caída del precio del petróleo de la década de 1980. El año pasado el petróleo representó sólo el 11 por ciento de las exportaciones mexicanas, en comparación con casi el 40 por ciento en 1990. Los productos electrónicos y los automóviles representan en la actualidad un porcentaje más importante. De hecho, México manufactura más productos que el resto de América Latina combinado.
Además, el precio del petróleo que México exporta está protegido a 76.40 dólares por barril, resguardando así el tesoro contra posibles caídas de los precios en 2015. Internamente, los ingresos del petróleo representan un tercio de los ingresos del gobierno, pero los precios locales de la gasolina no flotan de acuerdo con los precios internacionales – otro búfer. Sin embargo, si los precios del crudo continúan cayendo, el gobierno podría tener que recortar el gasto en 2016.
La tragedia se define generalmente como un drama en el que el héroe va a la ruina por consecuencia de un defecto moral y por su incapacidad para hacer frente a circunstancias imprevistas. Pero en los últimos 20 años, México ha tomado un cierto control de su destino, al menos cuando se trata de los precios de las materias primas. Existe mayor potencial para tragedias, en cambio, en las economías sudamericanas dominadas por las materias primas.
Más bien, los problemas más profundos de México radican en los ámbitos del Estado de derecho y de la seguridad, que el equipo de Peña Nieto admite que, aunque no los subestimó, al menos no hizo suficiente hincapié en ellos. Todavía puede evitarse un desenlace trágico, pero es demasiado pronto para saber si este drama terminará como uno en el que "Bien está lo que bien acaba".
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