A pesar de unas cuantas buenas semanas para México —una exitosa subasta de campos de petróleo; una inversión de 1.3 mil millones de dólares por parte de la minorista Walmart; y una emisión de bonos de la compañía petrolera estatal Pemex que tuvo una demanda que superó en seis veces la oferta— se acerca una oscura nube con forma de Donald Trump.
El presidente electo estadounidense ha prometido renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o TLCAN, que ha convertido a su vecino en una potencia manufacturera de coches, computadoras, televisores y del sector aeroespacial. La amenaza es una medida contra la manufactura en destinos baratos como México que consiste en la imposición de un arancel de 35 por ciento a las mercancías importadas de nuevo a EU por compañías que trasladan empleos o plantas al extranjero.
Aunque Trump ha dejado de hablar sobre eliminar completamente el TLCAN, la segunda mayor economía de América Latina se está preparando para cambios incómodos en un status quo de 22 años, que la ha transformado en el segundo socio comercial de EU después de China.
Además de su promesa de imponer aranceles y deshacer el TLCAN, Trump ha criticado duramente un sistema de impuesto sobre el valor añadido (IVA) que él afirma que beneficia injustamente a los bienes mexicanos; ha amenazado con interrumpir los 26 mil millones de dólares anuales en remesas; y ha considerado deportar a millones de inmigrantes indocumentados. En el mejor de los casos, los analistas esperan que la incertidumbre se traduzca en un crecimiento más lento. En el peor de los casos, el país debe prepararse para una recesión.
Diageo, la compañía de bebidas espirituosas más grande del mundo, está trabajando rápidamente para prevenir daños en su mayor mercado en América Latina. Una economía débil podría lastimar las ventas mexicanas que actualmente crecen a un ritmo del 10 por ciento al provocar que los consumidores decidan adquirir bebidas alcohólicas más baratas.
"Esperamos que los sectores que no implican reasignación de empleos estadounidenses no se verán afectados", dice Alberto Gavazzi, presidente de Diageo América Latina. Si Trump le impusiera aranceles, por ejemplo, al tequila, México podría tomar represalias imponiéndole aranceles, por ejemplo, al whisky americano. "Todo el mundo saldría perdiendo", añade.
Ningún otro sector tiene más riesgos que el automotriz. Los coches representan casi cuatro de cada 10 productos manufacturados que México exporta a EU. Pero los componentes fabricados en EU representan las dos quintas partes del contenido de las exportaciones manufactureras mexicanas, es decir, un arancel perjudicaría a las empresas de ambas partes debido a que las cadenas de suministro están estrechamente integradas. Muchos productos —desde piezas de automóviles hasta el champú y la cerveza— tienen partes que viajan entre uno y otro sitio en sus caminos desde materias primas hasta productos acabados.
De todos modos, no está claro cómo Trump podría imponer los aranceles. Luis de la Calle, uno de los negociadores mexicanos del TLCAN, dice que EU tendría que desechar el TLCAN, salir de la Organización Mundial del Comercio, o ganar una investigación antidumping en el sector automotriz.
Sin el TLCAN, el cual genera 4.9 millones de puestos de trabajo en EU, las importaciones mexicanas y estadounidenses estarían sujetas a las normas de la OMC. Para acceder a EU, el destino del 80 por ciento de sus exportaciones, México pagaría un arancel promedio de 1.9 por ciento, 2.5 por ciento para los automóviles, o del 6.4 por ciento para los bienes agrícolas.
Mientras tanto, EU pagaría 7.7 por ciento y 38.4 por ciento para que los bienes industriales y los bienes agrícolas, respectivamente, entren a México, señala de la Calle. "Cambiar los aranceles en la frontera no tiene sentido. Es difícil conseguir un trato mejor que cero", afirma.
Una restricción en las cadenas de suministro mexicanas obligaría a los fabricantes automotrices a obtener piezas de países con mayores costos. Como dijo Oscar Albin, jefe de la Industria Nacional de Autopartes de México: "No creo que la gente en EU quiera gastar 30,000 dólares en un coche de 20,000 dólares".
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Financial Times