Yo utilizo un navegador Firefox. Las opiniones de las personas que construyeron la tecnología, o que gestionan Mozilla, la compañía que lo produce, no deberían afectar mi experiencia como usuario. Mozilla está de acuerdo conmigo. Sus directrices establecen que cuando las personas tienen opiniones contrarias a sus normas de inclusión y diversidad, otros "Mozillians" – como insisten en llamarse a sí mismos – "deben tratar esto como un asunto privado", siempre y cuando esas opiniones no se expresen en el lugar de trabajo, ni se transmitan por medio de Firefox.
¿Suena claro, verdad? Al parecer no. El jueves pasado Brendan Eich, quien fue nombrado jefe ejecutivo de Mozilla hace sólo una semana, renunció, al ser víctima de una reacción contra una donación que hizo hace seis años para una campaña en contra del matrimonio gay.
Estoy en desacuerdo con la opinión del Sr. Eich sobre el matrimonio gay. Pero estoy igualmente en desacuerdo con la idea de que las opiniones de un jefe ejecutivo (CEO) deben descalificarlo para el puesto.
Hay muchos excelentes gerentes con fuertes puntos de vista, aunque por lo general relacionados con temas que son moralmente menos divisivos. John Mackey, además de ser cofundador y codirector ejecutivo de Whole Foods Market y un defensor del "capitalismo consciente", es partidario de los mercados libres y se opone a los grandes gobiernos. Lord Wolfson, presidente ejecutivo de la cadena minorista de ropa Next del Reino Unido, es un partidario del Partido Conservador británico que ha financiado un premio para ideas acerca de cómo desbaratar la eurozona.
Si yo fuera un partidario acérrimo de la administración Obama o un eurófilo marxista, probablemente evitaría comprar mis frijoles orgánicos en Whole Foods, o mis pantalones en Next. Por otra parte, si solicitara un puesto en cualquiera de estas empresas, no esperaría que mis puntos de vista personales afectaran la manera en la que fuera tratado – y sabría que tengo la ley de mi lado si el jefe ejecutivo intentara complicarme la vida porque nuestras opiniones difieren.
Algunos puntos de vista personales deben permanecer privados. No hay que menospreciar, por ejemplo, a los usuarios ni a los productos en público. En 1991 Gerald Ratner se dio cuenta de que su posición era insostenible después de que describiera una parte de la línea de joyería del mismo nombre como "una basura". Chip Wilson, el fundador de Lululemon Athletica, tuvo que renunciar en diciembre, después de culpar a las generosas piernas de sus clientas por los problemas experimentados con sus pantalones de yoga.
Tales episodios exponen la debilidad de las tediosas e incesantes campañas para que los ejecutivos "sean auténticos". Una de las reacciones más absurdas de la partida del Sr. Eich fue la sugerencia de que si hubiese explicado sus creencias más plenamente a la comunidad en línea, él hubiera sobrevivido. Eso es ridículo. La mayoría de los directores ejecutivos se dan cuenta de que están sujetos a normas mucho más severas y se editan a sí mismos para cuadrar mejor con sus equipos de trabajo y el mundo. Ahora que cada vez más los trabajadores buscan líderes con valores similares, los altos ejecutivos se ven forzados a autocensurarse más a expensas de la autenticidad. Incluso el franco Sr. Mackey reconoció, cuando lo entrevisté el año pasado, que había "aprendido a guardar silencio a veces", después de haber sido criticado por haber expresado su oposición a las reformas de salud de Obama en 2009.
Mozilla es más causa que corporación, lo que sin duda contribuyó a la partida del Sr. Eich. Por ser una organización sin fines de lucro, Mozilla apoya los productos de código abierto. En su primera entrada de blog como presidente ejecutivo, el Sr. Eich escribió proféticamente, como pudo constatarse después, que Mozilla está basado en "el poder del pueblo". Si hubiera sido un jefe gay enfrentándose a un grupo conservador, su base de apoyo, constituida por jóvenes tecno-liberales de la costa oeste de EEUU, bien hubiera podido acudir a su ayuda.
Pero a pesar de que una comunidad de código abierto, por definición, incluye también a personas con puntos de vista contradictorios, su donación lo colocó en el lado equivocado del debate. Como lo expresara la cofundadora y presidenta de Mozilla, Mitchell Baker, en una complicada entrada de blog después de la salida del Sr. Eich, "encontrar la manera de apoyar la igualdad y la libertad de expresión a la vez, puede ser difícil".
En realidad, en el sitio de trabajo, no es tan difícil. Con pocas excepciones, los jefes ejecutivos deben ser juzgados no por sus puntos de vista personales, sino por sus acciones como gestores.
En un segundo mensaje, el Sr. Eich repitió que se sentía "honrado y humilde" al estar al frente de la compañía, expresó su "tristeza por haber causado dolor", y pidió desesperadamente el apoyo de los "Mozillians" para poder "demostrar cuán comprometido estaba con la igualdad". Pero ya era demasiado tarde. Sin embargo, el mensaje contiene una verdad que todos los directores ejecutivos y sus posibles críticos deberían escuchar. El Sr. Eich dijo que quería que se le juzgara "por mi labor como presidente ejecutivo" (énfasis añadido).
Desafortunadamente, se sintió obligado a dimitir antes de tener la oportunidad de realizar esa labor.
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