Financial Times

Es poco probable una oleada de impagos similar a los ochentas

Oxford Economics identificó 28 impagos de deuda soberana por parte de 17 países de mercados emergentes a raíz de la crisis de productos básicos de la década de 1980, de los cuales Brasil, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Ecuador e Irán cayeron en impago dos veces.

La caída de los precios de los productos básicos no provocará una racha de impagos de deuda soberana similar a la de la década de 1980, a pesar de los obstáculos que bloquean las necesarias reformas fiscales en muchos países exportadores, según el análisis realizado por Oxford Economics.

Sin embargo, es probable que ocurra una nueva oleada de rebajas de la calificación soberana, pues las agencias de calificación continúan sobrevalorando a los países exportadores en un promedio de dos niveles, y algunos otros países podrían verse obligados a pedirle préstamos al Fondo Monetario Internacional.

Oxford Economics identificó 28 impagos de deuda soberana por parte de 17 países de mercados emergentes a raíz de la crisis de productos básicos de la década de 1980, de los cuales Brasil, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Ecuador e Irán cayeron en impago dos veces.

Ahora hasta el momento, ninguno de los 26 grandes exportadores de productos básicos identificados por Oxford ha caído en impago, y opina que solamente Venezuela tiene una probabilidad superior al 10 por ciento de hacerlo.

Además, sólo Ghana y Ruanda están en programas del FMI. Aunque Angola — la cual ha buscado obtener un rescate de hasta 1.5 mil millones de dólares por parte del fondo — es probable que siga los pasos, Oxford piensa que Ecuador y Zambia son los únicos otros exportadores de materias primas con una probabilidad de más del 25 por ciento de unirse a ellos este año.

"Cuando analicé por primera vez (estos países), pensé que todos estarían haciendo cola a las puertas del FMI", dice Gabriel Sterne, jefe de macro investigación global de Oxford.

Él atribuye esta resistencia a dos factores relacionados. En primer lugar, hay una ausencia de un "precipicio de financiamiento de deuda". En la década de 1980, las tasas de interés estadounidenses subieron hasta el 15 por ciento, lo cual provocó que los rendimientos de la deuda denominada en dólares se desplomaran. En esta ocasión, los costos de los préstamos han permanecido más manejables.

En segundo lugar, los prestatarios de mercados emergentes se han vuelto menos propensos a pedir préstamos en dólares en primer lugar, y en su lugar, emiten bonos en sus monedas nacionales. Esto significa que los costos del servicio de la deuda no se elevan, siempre y cuando sus monedas se deprecien ante el dólar, y también reduce el incentivo para que los países deudores caigan en impago, o reprogramen la deuda en dólares con el propósito de mejorar sus finanzas.

"Al final, es la liquidez la que te hunde", dice Sterne. "Es por eso que se cae en impago. No es a causa del creciente tamaño de la deuda".

A pesar de ello, Sterne cree que todavía hay problemas por delante. En lugar de una oleada de incumplimientos, él pronostica un proceso de ajuste que sería más bien un "largo y difícil camino", porque el crecimiento económico es ahora más débil que en la década de 1980.

Además, el análisis de Oxford sugiere que alrededor de un tercio de los 26 países — particularmente Venezuela, Irak, Mongolia, Angola, Zambia, Nigeria, Gabón, Argelia y Azerbaiyán — necesitan reformar sus estructuras fiscales con el propósito de reducir la dependencia de los productos básicos y reequilibrar las finanzas públicas.

Un punto positivo obvio es la recuperación parcial de los precios de muchos productos básicos desde los niveles mínimos que alcanzaron en enero.

Por ejemplo, el crudo Brent ahora se cotiza a alrededor de US$45 por barril, en lugar de US$27. Esto está acorde o es superior a los precios del petróleo que se estimaron en los presupuestos de Angola, Venezuela, Arabia Saudita, Nigeria, Ecuador y Kuwait, aunque se mantiene por debajo de los niveles que estimaron Bahréin, Ghana, Rusia, Colombia y México.

Sterne plantea que aunque el repunte de los precios de los productos básicos es "extremadamente útil" a corto plazo, podría tener el efecto negativo de permitirles a algunos países evitar el ajuste fiscal necesario, el cual ya muchos están "reacios a aceptar".

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