A pesar del aumento en el número de casos de sarampión y un impulso oficial para impulsar las inmunizaciones, Alexandre Cerqueira y su pareja Nhep Srey Mom no quieren vacunar a sus dos hijos pequeños contra la enfermedad.
Cerqueira vive en el país donde nació Louis Pasteur, el biólogo francés que descubrió los fundamentos de la vacunación en el siglo XIX. Sin embargo, él duda de la eficacia de la vacuna, le preocupa la presencia de pequeñas cantidades de aluminio y tiene inquietud con respecto a los posibles efectos secundarios como el autismo.
La investigación científica apoya de manera abrumadora la necesidad de las vacunas. Pero Cerqueira cree que el potencial de ganancias que representan las vacunas para las grandes empresas farmacéuticas impulsa a la industria, piensa que las estadísticas pueden ser manipuladas por las partes interesadas como los políticos, y siente escepticismo sobre el papel que desempeñan los llamados expertos médicos en el debate.
Las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran un aumento de 600 por ciento en los brotes de sarampión el año pasado en Francia. Debido a que cerca de 3 mil personas en Francia contrajeron sarampión el año pasado y tres murieron, las autoridades de ese país han adoptado un enfoque nuevo y mucho más firme con respecto a las vacunas obligatorias, amenazando con impedir que los niños que no han sido vacunados puedan ir a la escuela.
La tendencia en Francia es parte del fenómeno global. La OMS advirtió que los esfuerzos para detener la propagación del sarampión están disminuyendo, y los informes indican que los casos en el mundo subieron 50 por ciento en 2018.
La reducción de los niveles de vacunación en países como Francia se debe a "la falta de suficiente conocimiento sobre los beneficios de las vacunas, los problemas relacionados con el suministro y la creciente desconfianza de las vacunas", dijo el doctor Siddhartha Datta, director del programa de enfermedades prevenibles por vacunación e inmunización en la OMS.