Hay un punto durante cualquier conversación sobre el futuro automatizado de las profesiones cuando el público visiblemente se relaja.
Y éste ocurre cuando los futuristas admiten que todavía serán necesarios unos cuantos abogados, consultores o contadores expertos, incluso después de que los sistemas informáticos más económicos y más eficientes se hayan adueñado del control de muchas de las tareas de sus colegas de menor experiencia.
Sucedió la semana pasada durante una conferencia de Richard y Daniel Susskind, la cual los organizadores afirmaron era la más grande reunión de altos directivos en empresas de servicios profesionales del Reino Unido jamás realizada.
Los autores, padre e hijo, del libro 'The Future of the Professions' (El futuro de las profesiones) predijeron un cambio radical en el sector. Pero el tenso escepticismo en la sala se disipó conforme cada socio o director experimentado silenciosamente reconoció que él o ella sería un sobreviviente, incluso si los algoritmos y la inteligencia artificial eliminaran al consultor o al abogado en el asiento de al lado.
Esta cohorte bien puede llegar indemne a su jubilación, y sin mucho incentivo para alterar la forma en la que trabajan. Tal y como me dijo Richard Susskind después de la conferencia, "es difícil convencer a un salón lleno de millonarios de que están usando un modelo equivocado". Pero el cambio está próximo. La principal diferencia de opinión es acerca del ritmo y del alcance.
Ya es posible pedirle ayuda a Kim — una "asistente virtual" legal lanzada por Riverview Law — en relación con el manejo de tus casos; o pedirle a Ross — el "abogado superinteligente" de IBM Watson — que investigue todo el conjunto de leyes en cuestión de segundos. Sin embargo, un informe predictor del futuro de la Law Society — el organismo profesional para los abogados en Inglaterra y Gales — anticipa que el impacto de este tipo de automatización se nivele en 2020.
Stephen Denyer, un miembro de esta sociedad, declaró durante la reunión de la semana pasada que los clientes no sólo estaban buscando consejos prácticos, sino también "habilidades de negociación, capacidad de juicio, posesión de estándares éticos, y confirmación sobre la dirección que están tomando".
Todo esto está muy bien. Pero ¿cómo lograrán los socios experimentados del futuro ese nivel de sabiduría cuando las máquinas están haciendo las tareas que les permiten adquirir y perfeccionar sus conocimientos?
Tomemos el caso del periodismo financiero. Me pasé tres años como aprendiz fomentando mi confianza y habilidad mediante la preparación de noticias sobre las ganancias corporativas. Éste es precisamente el tipo de informe que, con toda la razón, la Associated Press ahora produce de forma automática, en asociación con una compañía llamada — siniestramente inquietante para todos los columnistas — Automated Insights, o 'conocimiento automatizado'.
Otro paralelo es la aviación, en donde las colisiones a menudo desencadenan los temores de que los pilotos automáticos están socavando las capacidades humanas. Entrevistado el año pasado sobre el accidente de Air France en 2009, Delmar Fadden, el exjefe de tecnología de cabina de Boeing, declaró a Vanity Fair que, habiendo automatizado el 98 por ciento de las labores rutinarias de los pilotos, "realmente nos preocupamos acerca de las tareas que les pedimos que lleven a cabo solamente de vez en cuando".
Esta perspectiva causa alteración entre algunos consultores y contadores. Puede que no ocurra en el tope por años, o quizá nunca, en casos de demandas complejas o de auditorías fiscales. Pero, por si acaso, los socios aspirantes debieran comenzar a perfeccionar sus habilidades de escucha.
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