En 1937, un economista de 26 años de edad llamado Ronald Coase planteó una pregunta. ¿Por qué existen las compañías? Las clásicas teorías económicas no proporcionaban una buena respuesta para explicar por qué todos no podían negociar fluidamente en un mercado abierto. Las compañías de planificación centralizada con empleados se destacaban como "islas de poder consciente" o como "grumos en la masa", según la descripción de uno de sus contemporáneos.
En su artículo, 'La Naturaleza de las Compañías', Coase propuso una explicación que ha resistido la prueba del tiempo. Ochenta años más tarde, vale la pena volver a su teoría para preguntar: ¿Deben existir las compañías?
Coase dijo que "había grumos en la masa" porque había un costo para realizar cualquier trabajo en el mercado. Por ejemplo en la contratación de empleados, tenías que encontrar a personas que hicieran las cosas por ti. Tenías que negociar el precio adecuado. Tenías que acordar en y cumplir con contratos a corto plazo para tareas específicas. Era más eficiente para los empresarios contratar empleados que simplemente siguieran órdenes a cambio de un salario.
La tecnología ha recortado los costos de transacción de contratar trabajadores en el mercado abierto. Como me dijo hace poco Xenios Thrasyvoulou, quien dirige un mercado de trabajadores independientes en línea llamado PeoplePerHour: "El tipo que escribió 'La Naturaleza de las Compañías' no tenía Skype". Las plataformas como PeoplePerHour permiten que los empresarios dividan los trabajos en tareas y luego las subasten a trabajadores que no conocen pero en los que pueden confiar porque tienen calificaciones altas de los trabajos que han realizado previamente. Productos como Worksnaps les envían capturas de pantalla a empleadores desde las computadoras de los contratistas para que puedan evaluar su rendimiento. GPS permite que las compañías de envíos como Deliveroo puedan monitorear a sus repartidores, a pesar de que en realidad no son empleados sino "contratistas independientes".
Sin embargo el economista Chris Dillow señala que aún tiene sentido tener empleados internos: individuos que desempeñan roles abiertos y cambiantes; individuos cuyos talentos son tan escasos que temes que tal vez no estén disponibles en el mercado abierto cuando los necesites; individuos a quienes quieres mantener lejos de tus competidores; individuos quienes pueden crear tu propiedad intelectual y guardar tus secretos.
La caída de los costos de transacción no ha eliminado la necesidad de tener compañías. Pero está cambiando la línea fronteriza entre el núcleo central de empleados y la periferia de 'casi empleados' que pueden ser elegidos y descartados a voluntad en el mercado abierto.
Esta situación presenta preocupantes problemas de inequidad, no sólo de ingresos sino de seguridad. Claro que tal vez existan personas que prefieren estar en la periferia porque valoran la variedad que les ofrece. Los individuos talentosos tal vez prosperen en el mercado abierto, vendiendo su tiempo al postor más alto.
Pero otros tal vez descubran que no tienen esa opción; que no tienen las habilidades o las cualidades para persuadir a las empresas a trasladarlos de la periferia al núcleo.
Los diseñadores de políticas no carecen de poder frente a estas fuerzas tecnológicas. Las leyes laborales y tributarias pueden ayudar a determinar cuáles son los límites corporativos.
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