Financial Times

Trump 'farolea' con amenazas arancelarias a China

El presidente estadounidense tiene un largo historial de no cumplir con sus amenazas.

El presidente estadounidense Donald Trump ha dicho que es fácil ganar las guerras comerciales. La realidad suele ser más complicada. Lo más probable es que estuviera fanfarroneando cuando amenazó el domingo con aumentar los aranceles a las importaciones chinas este viernes, dos días después de que se suponía que llegara una delegación de 100 funcionarios chinos a Washington para lo que se consideraba la fase final de un acuerdo comercial.

Ahora es posible que los chinos no vayan a EU o que tal vez envíen una delegación más pequeña. A muy pocos países, ni hablar de las potencias globales emergentes, les gusta negociar bajo coacción.

China tendrá que sopesar el riesgo de quedar mal si viene o de enfrentar la amenaza de una dramática escalada en la guerra comercial entre su país y EU si no viene. Trump, por otra parte, ha demostrado que adopta fácilmente una postura de "máxima presión" según se lo dicta su capricho.

Sólo hay que preguntarle al coreano Kim Jong-un. Su relación pasó de amenazas mutuas de fuego y furia a un intercambio de cartas románticas típicas de adolescentes, incluso antes de que se reunieran. Sin embargo, la situación de Corea del Norte ha vuelto nuevamente a su estado inicial.

Las diferencias entre EU y China son casi igualmente irresolubles. Trump quiere que China desmantele su política Hecho en China 2025 que tiene el propósito de poner el país a la par del mundo occidental en 10 áreas diferentes para el año 2025 y dominar el sector de la inteligencia artificial para el año 2030. Esto no es simplemente un objetivo económico. Es la emblemática estrategia de seguridad nacional del presidente Xi Jinping para el ascenso de China como una potencia global.

Se cree que el último arrebato en Twitter de Trump se derivó de la medida de China de moderar sus promesas de reducir los subsidios a sus empresas estatales. Es posible que Beijing esté prometiendo comprar grandes cantidades de soya y otros productos básicos de EU para reducir el déficit comercial, pero el verdadero objetivo es alterar el rumbo estratégico de China.

Trump tiene dos motivos para mantener al máximo la presión sobre China. Primero, el crecimiento estadounidense es relativamente fuerte y al mercado bursátil le va bien. Eso le da mayor libertad para amenazar con una guerra comercial sin perjudicar el espíritu animal estadounidense. Si el crecimiento estadounidense se hubiera desacelerado en el primer trimestre, como muchos predecían, la ira de Trump se enfocaría en Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EU. Pero el informe publicado el viernes pasado sobre la reducción del desempleo estadounidense a su nivel mínimo en 49 años, y una tasa de crecimiento anualizada del 3.2 por ciento en el primer trimestre, le dio a Trump la confianza para intensificar el juego de faroles con China.

En segundo lugar, Trump le ha apostado su reputación a la eliminación del déficit comercial con China. La mayoría de los economistas consideran que ese objetivo es inalcanzable (e indeseable). Además, la afirmación de Trump de que China está pagando la cuenta de los aranceles sobre sus importaciones es descabellada. Esos costos los pagan los consumidores estadounidenses.

De cualquier manera, Trump se ha acorralado. Ha prometido algo que no puede obligar a China a cumplir. Entonces, ¿qué pasará después? China lleva dos años y medio viendo cómo Trump lanza amenazas extravagantes que luego no cumple. Kim es la primera evidencia. Después de simplemente aceptar reunirse con Trump, el líder de Corea del Norte transformó la retórica de su contraparte.

La historia reciente sugiere que todo lo que Xi necesita es hacer algunas grandes promesas, pero mantener los detalles confusos. Eso — y una promesa de sellar el trato en Mar-a-Lago — debería ser suficiente para tranquilizar a Trump.

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