Donald Trump asumió la presidencia hace casi un año después de una campaña que destacó sus planes para iniciar una guerra comercial con China. Sin embargo, desde entonces, la opinión general ha sido que el presidente de EU no ha cumplido con esa promesa.
No ha etiquetado a China como un manipulador de divisas como lo había prometido, ni ha cumplido con su amenaza de campaña de imponer aranceles de 45 por ciento sobre las importaciones chinas. Incluso después de asumir su cargo, Trump inició investigaciones (sobre las importaciones de acero y aluminio y las prácticas de propiedad intelectual de Beijing) en lugar de imponer el arancel aduanero.
De hecho, después de su primer año como presidente, cualquier discusión sobre la política comercial de Trump hacia China puede resumirse en: "¿Lo hará? ¿No lo hará?" o "¿Cómo lo hará?".
Mi primer pensamiento es que tal vez la guerra comercial -o la guerra económica más amplia- contra China ya ha comenzado y se ha estado escondiendo a plena vista. ¿Qué pasa si lo que estamos viendo es lo que obtendremos?
Deberíamos comenzar diciendo que el término 'guerra comercial' es inapropiado y no sólo porque la mayoría de los expertos en comercio lo odian. EU ahora está involucrado en una verdadera guerra comercial con Corea del Norte. A través de sanciones y otros medios, está tratando activamente de detener el comercio con Pyongyang en un esfuerzo por estrangular la economía y obligar a Kim Jong Un a renunciar a su programa nuclear.
Pero es difícil ver incluso a Trump tratando activamente de cortar todo el comercio con China; o a Xi Jinping haciendo lo mismo con EU. Ambos países son las dos economías más grandes del mundo y los socios comerciales más importantes. Continuarán intercambiando bienes y servicios. Sí, habrá tarifas; ya hay muchas. Pero cualquier batalla se librará con abogados en lugar de buques de guerra. Llamarlo una guerra implica un conflicto de suma cero sin límites entre las naciones. Lo que está por venir, en cambio, probablemente será regido por leyes y limitado a ciertas industrias y productos.
De hecho, EU y China han estado batallando sobre el comercio durante años, y ciertamente antes de que Trump asumiera el cargo.
En el lado estadounidense, la disputa a menudo se ha librado en escaramuzas de bajo perfil en la oscuridad burocrática usualmente acordada a las batallas comerciales. En la última semana, por ejemplo, la Comisión de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés) de EU tomó medidas con respecto a importaciones de China: cajas de herramientas, silicomanganeso (un ingrediente clave en ciertos tipos de acero) y tubería mecánica de acero "estirado en frío". Esto resultará en la aplicación de aranceles bastante significativos en las importaciones procedentes de China; y ninguna de estas acciones provocó titulares. Y ésa fue una semana bastante típica.
Además, aunque el equipo de expertos en comercio de Trump ha estado estudiando los estatutos de EU y haciendo más alarde que las administraciones pasadas, cada vez está más claro que los planes de la Casa Blanca de Trump no se alejan de la política comercial estadounidense tradicional como alguna vez temimos.
En las próximas semanas, es probable que veamos acciones contra las células solares, el acero y el aluminio chinos importados. También veremos medidas en contra del régimen de propiedad intelectual de Beijing y la práctica de forzar la transferencia de tecnología por parte de compañías extranjeras que trabajan en China.
Todas son oportunidades para que Trump imponga fuertes aranceles y para que demuestre que aquellos que temen sus instintos proteccionistas tienen razón. Sin embargo, todos provienen del libro de tácticas de EU y es probable que sean movidas más matizadas que las que se anunciaron inicialmente.
Sólo hay que considerar el tema del acero. Lo que el mundo imaginó que iba a resultar en un arancel amplio y rápido implementado sobre las importaciones de acero de todos los países en nombre de la seguridad nacional cuando Trump anunció el lanzamiento de una inusual investigación bajo la Sección 232 de la ley comercial de 1962 el pasado mes de abril es probable que resulte en una combinación más cuidadosa de cuotas y aranceles.
Tampoco es probable que provoque las represalias que una vez amenazaron los aliados asiáticos y europeos.
Existen claras diferencias estratégicas en lo que planea la administración Trump (esencialmente una campaña de acciones coercitivas) y cómo la administración Obama se acercó a la guerra (el Acuerdo de Asociación Transpacífico y otras negociaciones comerciales destinadas a superar a Beijing mediante la profundización de las relaciones comerciales con un club de economías de mercado afines).
También hay una diferencia en las tácticas. El Sr. Trump es más volátil y más propenso a los destellos teatrales que el Sr. Obama. Pero la realidad es que sabemos cómo será la guerra comercial de Trump contra China. Y, en muchos sentidos, se parece mucho a la que ya está en marcha.
Financial Times