En una fotografía antigua de la Revolución Mexicana se observa a una joven de mirada retadora, vestida de hombre, con sombrero norteño, pistola enfundada y rifle en mano. Se llamaba Valentina Ramírez Avitia, una mujer brava como la salsa que se inventaría muchos años después y terminaría ahogando papas fritas, pescaditos, sopa instantánea y todo tipo de botanas.
Aquella imagen fue publicada en la Semana Ilustrada, el 7 de julio de 1911 con esta descripción: “Muchacha revolucionaria. Srita. Valentina Ramírez de las fuerzas de Iturbe, antes del ataque a Culiacán.”
En diversas ocasiones, los creadores de la famosa Salsa Valentina han dicho que su nombre está inspirado en esta mujer revolucionaria que, según cuentan, se lanzó al combate ocultando sus trenzas bajo el sombrero.
“A nosotros nos hace sentir orgullosos llevar el nombre de una mujer mexicana que, como muchas otras, luchan por sus ideales y le ponen sabor y picor a esta vida”, describe en su página de Twitter Salsa Valentina.
Últimamente nos han estado preguntando por el origen de nuestro nombre.
— Salsa Valentina (@salsaValentina) April 6, 2020
Salsa Valentina está inspirada en Valentina Ramírez Avitia, una mujer revolucionaria, que vestida de hombre, con cartucheras en el pecho y un sombrero de palma que ocultaba sus trenzas, se lanzó al combate. pic.twitter.com/9nrX5pISu5
Tamazuleña y brava como la salsa
Valentina Ramírez nació en 1894, en San Antonio, Tamazula, Durango. De acuerdo con información de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), ingresó a la Revolución Mexicana el 12 de enero 1911, en las fuerzas del General Ramón F. Iturbide, tenía el grado de soldado.
Ella participó en a toma de Topia y Tamazula, también en la de Culiacán, combatió al lado de otras guerrilleras como Clara de la Rocha, quien fue coronela, el grado más alto que ostentaron las mujeres en los ejércitos de la Revolución.
“En el México posrevolucionario se difundió ampliamente la presencia emblemática de la heroína Carmen Serdán y en el anonimato quedó el conjunto de soldaderas, estereotipadas en las adelitas, valentinas, rieleras, marietas, entre otras; el mito que las distintas expresiones culturales crearon sobre ellas pasó a formar parte del imaginario colectivo”, escribe Martha Eva Rocha Islas en su libro Los rostros de la rebeldía.
Valentina abandonó el ejército después de la toma de Culiacán, de acuerdo con la investigación de Eva Rocha, ella declaró que se iba “por ser mujer”.
Algunas versiones que rozan en la leyenda cuentan que ella se fue porque un compañero descubrió por accidente sus trenzas y al revelarse que era mujer fue expulsada.
Años después fue reconocida por la Sedena en 1964 como Veterana de la Revolución del primer periodo y recibió la Condecoración al Mérito Revolucionario.
Cuando recibió este reconocimiento dijo: “Me llena de satisfacción y de orgullo pues después de haber servido en el ejército maderista como soldado raso, no obstante mi condición de mujer, a los 70 años de edad veo que bondadosamente se me toma en cuenta”.
“La vejez y la pobreza parecen silenciar la combatividad de la juventud, lo que debería exigirse por derecho se transforma en gratitud”, comenta Eva Rocha.
Por esos años, en la década de los 60, Manuel Maciel Méndez comenzó con la empresa de Salsa Tamazula en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, con una receta familiar de chiles puya y chiles de árbol.
Debido al éxito de ese primer sabor picante, pronto llegaron nuevas marcas como salsa Valentina, que se prepara con chile seco de árbol según su etiqueta.
Hoy se puede encontrar en varios países como Estados Unidos, España y Canadá, aunque los mexicanos que viajan al extranjero suelen llevar en sus maletas una codiciada botella de Salsa Valentina, para no extrañar tanto una buena enchilada.
Además de la salsa, a Valentina Ramírez se le recuerda con un corrido revolucionario llamado precisamente La Valentina: “¡Fue la Valentina mi fiel soldadera, y por decidida llegó a coronela, curó con sus manos mis rojas heridas, me fue inseparable por toda la vida, como carabina mi fiel Valentina”.