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¿Por qué comemos palomitas en el cine?

Hoy por fin llegó el día de ver ‘Spider-Man: No Way Home’, hay expectativa para descubrir si estará Tobey Maguire, pero las verdaderas protagonistas son las palomitas, reinas de todas las películas. Te contamos cómo llegaron a los cines.

El maíz palomero es una de las variedades mexicanas y ha conquistado el mundo en los cines. (Shutterstock)

Está por empezar esa función en el cine de Spider-Man: No Way Home, no puedes con la intriga, ¿habrá Spider-Verse? ¿Esa sombra en los carteles en realidad era Tobey Maguire? Apagan las luces y para apagar también tus nervios, agarras un puño de palomitas, las llevas a tu boca y con ellas ahogas tus gritos de emoción. Pero el verdadero misterio es ¿cómo llegó ese manjar hasta tus manos?

Hace más de 500 años no había cines pero, como si de un Multiverso se tratara, sí había palomitas: en la época prehispánica los mexicas ponían maíz palomero en un comal para que los granos reventaran y en ocasiones los endulzaban con miel de maguey, lo llamaban momocatli, según el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana.

En algunas comunidades aún se prepara un dulce parecido, en forma de muégano; ahora es más común consumirlas saladas, con salsa, sabor a queso, o bien, caramelo e incontables formas.

El maíz palomero es una de las variedades que existen en México, se ha documentado la existencia de más de 60 razas y miles de variedades, pero esta en particular ha conquistado el mundo en los cines, es amarillo intenso y revienta al calor.

Palomitas en los cines

En el libro Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas, el sociólogo Frédéric Martel explica que la historia de las palomitas en el cine se remonta a la Gran Depresión de 1929, en Estados Unidos, cuando las salas aún eran mayormente independientes y sus dueños necesitaban  una receta financiera para evitar que la bancarrota los reventara.

En ese entonces se dieron cuenta de que los espectadores compraban chucherías en los pequeños delis o los diners, tiendas que había a los alrededores, por lo cual se les ocurrió comenzar a vender en sus salas caramelos o botellas de Coca-Cola.

“Las palomitas de maíz, un producto mágico, se vuelven populares en la década de 1930. Cuentan con la doble ventaja de ser fáciles de producir y de tener un coste ínfimo respecto a su precio de venta: el 90 por ciento de los ingresos son puro margen”, escribe Frédéric Martel.

Así, detalla el sociólogo, en torno a las palominas, los multicines construyeron un nuevo modelo económico y comenzaron a comprar ese maíz al por mayor, a las industrias agroalimentarias que lo refinaban.

Aunado a ello, otras versiones señalan que después de la Segunda Guerra Mundial la escasez de azúcar hizo que se potenciara el consumo de palomitas, el maíz sí abundaba.

Con Estados Unidos como gran productor de maíz, en la década de los 50 los empresarios agrícolas identificaron al cine como una salida potencial para sus excedentes de producción, por lo que lanzaron campañas publicitarias en los cines para promover su consumo.

En Cultura Mainstream se cita una entrevista que se hizo a un directivo de AMC Mall of America, una enorme plaza comercial con cine que se fundó en 1992, quien dijo que las películas de acción hacen vender más raciones de palomitas.

En el artículo En el mundo hay algo de México, publicado en el 2017, Zeus Salvador Hernández explica que, aunque es un producto mexicano, la mayor parte del maíz palomero se produce en Estados Unidos: “importamos una gran cantidad; es más, hay variedades de maíz palomero difíciles de encontrar y están en peligro de extinción”.

En este país, la primera proyección de cine se realizó en la Ciudad de México el 6 de agosto de 1896 en el Castillo de Chapultepec, con Porfirio Díaz, su familia y miembros de su gabinete como público, pero todavía pasó un tiempo para que llegaran las clásicas palomitas.

Todavía en los años 50 las palomitas competían con diversas bolsas que la gente metía a los cines mexicanos, como tortas y botellas de salsa para ponerle más sabor a las películas.

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