Durante las elecciones, en días de Semana Santa o del confinamiento por el COVID, la famosa “Ley Seca” ha provocado la sequía de los tarros michelados, las margaritas se marchitan sin tequila y los acalorados se conforman con agua fresca ante la prohibición de la venta de alcohol, aunque tampoco faltan las caguamas escondidas en bolsas oscuras y las compras de pánico previas, ¿pero de dónde viene este mandato?
No existe tal cual una “Ley Seca” en las legislaciones mexicanas, pero la regulación del alcohol se menciona en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE):
“El día de la elección y el precedente, las autoridades competentes de acuerdo a la normatividad que exista en cada entidad federativa, podrán establecer medidas para limitar el horario de servicio de los establecimientos en los que se sirvan bebidas embriagantes”. Así, puede depender de cada estado y municipio la decisión de aplicar o no la prohibición.
Además, documentos estatales como la Ley de Establecimientos Mercantiles para la Ciudad de México explican que le corresponde a la Secretaría de Gobierno:
“Ordenar, mediante acuerdo general que deberá publicar previamente en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México y en al menos un diario de circulación nacional, la suspensión de actividades en los establecimientos mercantiles en fechas u horarios determinadas, con el objeto de vigilar que no se alteren el orden y la seguridad pública”.
Sin embargo, en ocasiones se permite la venta de alcohol en restaurantes y bares, siempre y cuando se acompañe de alimentos.
¿Desde cuando se aplica ‘Ley Seca’ en México?
Entre 1916 y 1931, en México se desarrollaron campañas antialcohólicas para frenar el consumo, la distribución y la generalización de bebidas alcohólicas, explica en un artículo Jesús Méndez Reyes, investigador de Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM).
Estas campañas tuvieron diversos propósitos a través de los años, como la “moralidad de la sociedad”, la “búsqueda de un mejor país” o de idealizar a un mexicano laborioso y sin vicios, tenían una marcada influencia de Estados Unidos.
El investigador detalla que en 1920, en Estados Unidos, entró en vigor la Ley Volstead, también llamada Ley Seca, impulsada por el senador Andrew J. Volstead, con antecedentes de varios años previos, cuando la Iglesia Adventista buscaba “moralizar a la sociedad”.
La Ley Volstead prohibía la elaboración, venta y transporte del alcohol, aunque no el consumo, lo cual derivó en tráfico y manufactura ilegal, a la larga desapareció en los años 30 y a dicho periodo se le conoce como “prohibición”.
Según el especialista, en México, durante el Porfiriato, las élites argumentaban que el “atraso moral de los indígenas, y las clases populares” se debía al alcohol, las fiestas y el juego.
También por influencia del prohibicionismo en Estados Unidos, la historiadora Mishel Nayeli Dávila Vargas detalla que en 1923 se hizo oficial un mandato para prohibir el acceso al área común de las pulquerías a niños, soldados, policías y mujeres, con ello nació el departamento de damas, un espacio apartado para que las mujeres bebieran, aunque se consideraba inmoral que ellas bebieran alcohol.
En 1929, en la época después de la Revolución, se propuso formalmente una Campaña Nacional contra el Alcoholismo.
En una publicación de la investigadora Odette María Rojas Sosa en Relatos e Historias, se cuenta que en ese año hubo una marcha al Zócalo capitalino donde niños y jóvenes llevaron mantas con frases como “El borracho no da pan a sus hijos” y “Olvida la cantina, trabaja”, formaba parte de un plan de reeducación para disminuir la producción del pulque y aumentar el consumo de cerveza, “una bebida favorecida por los gobiernos por su baja graduación alcohólica”.
Años después, en la década de los 40, estas restricciones fueron retomadas para temporadas electorales y así evitar hechos violentos o altercados. En la actualidad la “Ley Seca” tiene por propósito mantener el orden en ciertas circunstancias.