Texto publicado en convenio con Letras Libres.
Hay un material imprescindible para todo artista, que de tan común pasa inadvertido: la luz. Nuestra percepción está a merced de su intensidad y de sus cambios. En la Galería 1 del Museo Jumex la luz es protagonista. El arquitecto David Chipperfield propuso este espacio como un cubo luminoso, sus paredes son cristales que ofrecen una vista a Plaza Carso, el Museo Soumaya y edificios aledaños.
Esta vez, la artista brasileña Fernanda Gomes (Río de Janeiro, 1960) aloja su exposición en este lugar. Empezamos de afuera hacia adentro. Fernanda cuenta que en un principio pensó en conservar la transparencia de los cristales. La arquitectura exterior es parte del paisaje, y eso no le genera ningún problema. No piensa lo mismo de la publicidad: "Las marcas y los logotipos, no los soporto, yo creo que eso debería prohibirse, especialmente aquí, donde hay dos museos". Por ello decidió bloquear la vista de lo que está más allá de las paredes diáfanas de la exposición.
Lo que sucede adentro está protegido, como en un capullo, con la barrera frágil pero enérgica de las cortinas que propuso el mismo arquitecto. Blancas, con una urdimbre abierta, dejan pasar la luz y al hacerlo producen un tono cálido que se esparce por los objetos y las personas dentro de la galería. No es casual, Fernanda trabaja pensando en los elementos específicos del espacio donde expone.
Si en esta muestra la luz revela el tiempo (la hora del día, la calidad del clima), el espacio fue definido por el piso de la galería: "El lugar es muy bonito. El suelo en especial es muy lindo, como si fuera cada bloque una pintura. Los colores megustan mucho, sus tonos y variaciones hacen que toda la luz sea mucho más cálida. Si fuera, por ejemplo, un suelo de cemento, como en la mayoría de las galerías, [la luz] se refractaría más."
El suelo importa, también, porque es la superficie que sostiene a los objetos. Para Fernanda el espacio es un material tan importante como cualquier otro; sus exposiciones son experiencias que se apartan de la relación frontal con la obra de arte, prefiere plantear recorridos, siempre individuales, donde el propio visitante establece el camino. En consecuencia, una fotografía no puede dar cuenta de la exposición; no se puede reducir la experiencia de conocimiento y percepción a una serie de imágenes.
Sobre el eje espacial y el temporal se despliegan las obras. Aunque en otro contexto algunas podrían presentarse solas (hay piezas que la artista ha expuesto con algunas variantes en el pasado), en esta exposición existen solo en relación con sus vecinas, como las palabras en una oración: "La exposición para mí es algo totalmente autónomo. Muchos elementos están tan relacionados con este espacio que no pueden ya sobrevivir sin él [...] Algunas piezas solo existen en este espacio específico, otras son totalmente autónomas e independientes y no tienen nada que ver con este espacio. Todo está atravesado por un pensamiento sobre la pintura, a través de la escultura y de la arquitectura. Todo es un vocabulario básico del arte".
En la entrada de la sala, debido a su tamaño, lo primero que vemos son dos cubos (separados por un pequeño pasillo) hechos con bastidores de madera y entelados con un material color hueso que también deja pasar la luz. ¿Estamos ante un cuadro o ante una pieza de arquitectura minimalista? Al acercarnos, me doy cuenta de que los cubos tienen una entrada: son un cuarto dentro del cuarto mismo de la sala de exhibición. De un paso a otro la escala cambia.
Detrás de estos bloques arquitectónicos se inflan pliegos de plástico transparente, como un organismo vivo que respira tranquilo a un ritmo constante. "Esto es una condición muy especial de la arquitectura que yo jamás vi y que es fascinante. Entre las rendijas del suelo el aire sale, es muy bonito y muy poético como solución arquitectónica", repara Fernanda.
Ningún elemento de la exposición tiene nombre propio, lo cual conduce a describirlos con sus denominaciones comunes: un trozo de metal, un pedazo de madera, un fragmento de canela, un conjunto de piedras, papeles apilados sobre el suelo, bastidores sin tela, una bolsa de papel kraft, palitos de diferentes tamaños, algunos cordones sobre la pared, bloques minimalistas y blancos. Los significados vibran tanto que es imposible fijar en cada objeto una esencia.
Fernanda ofrece una pista para encarar lo que tenemos enfrente, se refiere a sus obras como "cosas". Hablamos de los materiales un buen rato sin ninguna pretensión de ligarlos a la historia del arte. Fernanda se maravilla por el plástico y no encuentra ninguna jerarquía entre este y el trozo de canela. Pero es inevitable tocar el punto, el marco institucional de la exposición es un museo y la mirada está adiestrada a ver referentes. Los bastidores crudos me recuerdan a los monocromos blancos del pintor estadounidense Robert Ryman que el Museo Jumex presentó en una revisión de cinco décadas de su trabajo en 2017, pero me guardo el comentario y le pregunto directamente sobre su propio árbol genealógico.
Me cuenta que más joven se sentía ligada a su generación y a los artistas de los años 60 y 70 en Brasil. Amigos y conocidos suyos que la inspiraron, como Antonio Manuel, Cildo Meireles y Lygia Pape; también pilares del arte contemporáneo como Hélio Oiticica y Lygia Clark, a quienes no conoció. Sin embargo, ahora dialoga más con artistas muertos: "La muerte no es el fin. Yo vivo mucho con muertos. Me inspiran mucho artistas antiguos, no solo muertos, sino muertos hace mucho como Kazimir Malévich y Constantin Brâncuși. Ellos son la esencia de la pintura y la esencia de la escultura. Me siento siempre muy fuera de época, lo cual no quiere decir que no me gusten mis contemporáneos, ¡me encantan!", puntualiza.
Estamos por terminar la entrevista, Fernanda se para y patea, una tras otra, las piedras que colocó sobre el suelo. Me dice que aunque no las acomodó para ser pateadas, seguro sucederá como accidente, entonces se generará música en la exposición porque el piso es hueco. Se alegra de contarme ese pequeño secreto. Imagino que cada visitante encontrará sus accidentes, aseveraciones y salidas ante los acertijos materiales, lumínicos y sonoros que Fernanda Gomes plantea. ~
Sandra Sánchez es crítica de arte y gestora cultural. Está al frente de Zona de Desgaste, un espacio independiente dedicado a estudios de estética, política y arte contemporáneo.