En 1944, mientras la Segunda Guerra Mundial sacudía al mundo, un grupo de reclutas afroamericanos se enfrentó al escepticismo generalizado al ser seleccionados para entrenar como los primeros marineros de raza negra en la Armada de Estados Unidos.
En un ambiente plagado de segregación racial, se les conoció como “The Golden Thirteen” y eran vistos como un experimento social con un 30% de probabilidades de lograr graduarse según las estadísticas militares.
Estos 13 hombres, decididos a desafiar esas bajas expectativas e impulsados por una convicción interna y un fuerte locus interno de control, no sólo se graduaron de unos de los procesos de selección más exigentes, diseñados para que muchos fracasen, sino que además obtuvieron sobresalientes resultados académicos. Su promedio de 3.89/4.0 contrastaba con el 3.16 del resto, además su tasa de graduación fue del 100%, inaudito al compararse con el promedio de 60%.
Estos hombres no sólo superaron las expectativas académicas, sino que además se convirtieron abrieron el camino para la integración racial en la Armada estadounidense. Tras graduarse, fueron asignados al campo de entrenamiento de reclutas en Gran Lagos, donde su exitoso desempeño dio pie a que en 1949 se ordenara la integración total de todas las compañías.
Varios de los Golden 13 eligieron especializarse en una rama sumamente exigente: la de operadores de máquinas. Esta decisión los llevaría a operar y mantener poderosas calderas y complejos sistemas mecánicos que eran el corazón de los buques de guerra. Su trayectoria en roles tan técnicos y cruciales, contribuyó a desacreditar estereotipos raciales que prevalecían sobre las capacidades intelectuales de los afroamericanos. Un logro que permitió desafiar cualquier expectativa limitante impuesta sobre toda su comunidad.
Investigaciones sugieren que cuando los grupos enfrentan expectativas muy bajas, se genera una “amenaza del estereotipo” que los motiva a esforzarse aún más. Al identificarse como una minoría menospreciada, los Golden 13 canalizaron esa presión extra en un rendimiento académico excepcional, un fenómeno estadístico tan improbable como inspirador.
Un siglo antes, los hermanos Wright también habían demostrado que las expectativas predominantes no tienen la última palabra. A pesar de la sentencia de William Pickering, uno de los mayores expertos en aeronáutica, quien dictaminó que “los seres humanos no volarán nunca en máquinas más pesadas que el aire”, Wilbur y Orville confiaron en sus propios cálculos y diseños para realizar el primer vuelo tripulado motorizado de la historia en 1903, si todas las personas escucharan a sus detractores, la mayoría de los avances tecnológicos no existirían.
Las expectativas negativas tienen un impacto demostrado científicamente. Estudios revelan que cuando se implanta la creencia de que carecemos de ciertas habilidades, nuestros resultados empeoran significativamente en tareas relacionadas, en lo que los psicólogos llaman una “self fulfilling prophecy” o profecía que, al pronosticarse, altera la moral y mentalidad de los involucrados causando que se cumpla. Pero afortunadamente, el proceso también funciona a la inversa. Si mantenemos expectativas altas sobre nuestras propias capacidades, y obtenemos motivación de probar a nuestros críticos equivocados, incrementan las probabilidades de alcanzar el éxito.
Cuando las expectativas externas pueden limitar nuestro potencial, debemos recordar la lección de los Golden 13. Ellos reescribieron el guión que les fue impuesto, definiendo su propia realidad a través de fuerza de voluntad inquebrantable y una mentalidad a prueba de pronósticos, dando un gran paso en la lucha por la igualdad y los derechos humanos.
El camino al triunfo comienza por saber que los resultados están en tu control, más allá de lo que otros esperan de ti, cuando te niegas a aceptar las limitaciones impuestas, te preparas con las herramientas y mentalidad correcta, el ser humano es capaz de lograr lo extraordinario.
Hasta la próxima, Manuel.