Hace años, el filólogo británico William Gladstone, quien también fue primer ministro del Reino Unido, hizo una afirmación que parecía inimaginable: los antiguos griegos, pioneros de la filosofía, la poesía y el arte, no podían ver el color azul.
En La Odisea, Homero describía el mar como “oscuro como el vino” y el cielo como “de bronce”, pero nunca como “azul”. ¿Cómo es posible que una civilización tan avanzada no tuviera una palabra para algo tan esencial? No es que fueran daltónicos ni que carecieran de la capacidad física para percibir el espectro de luz. La clave está en el lenguaje.
¿Puede ser que lo que no tiene nombre no se percibe con la misma claridad? Esta idea, conocida en psicología como labeling effect o efecto de etiquetado, nos invita a reflexionar sobre cómo el lenguaje moldea no solo lo que decimos, sino cómo experimentamos el mundo.
Si no podemos nombrar algo, ¿podemos realmente apreciarlo? Y si no lo apreciamos, ¿existe para nosotros de la misma manera
Este fenómeno no se limita a los colores. Si solo puedes decir que estás “enojado” o “triste”, tu capacidad para entender y gestionar tus emociones se ve limitada. Las personas con un lenguaje emocional más amplio suelen ser más capaces de reconocer y manejar lo que sienten.
La psicología moderna confirma que cuando podemos etiquetar con precisión nuestras emociones, tenemos un mejor control de nuestras reacciones. El lenguaje no solo define cómo comunicamos lo que percibimos, sino lo que realmente percibimos. Y en las últimas décadas, hemos visto avances significativos en este aspecto.
De Melancolía a Depresión: Durante siglos, lo que hoy llamamos depresión se describía como “melancolía”, un término que evocaba una tristeza profunda y prolongada sin una causa aparente. Con el tiempo, los avances en psicología y medicina permitieron una definición más precisa y un tratamiento adecuado, transformando la manera en que la sociedad aborda esta condición.
De Felicidad a Euforia: Aunque “felicidad” es un término común, “euforia” describe un estado de alegría extrema y temporal. Esta diferenciación permite a las personas entender la intensidad y la fugacidad de ciertas emociones.
De Temor a Paranoia: Lo que antes se describía como “miedo” o “temor” ahora se reconoce como “paranoia”, una preocupación constante y poco realista sobre lo que otros piensan o hacen. Esta nueva etiqueta nos permite entender y abordar de mejor manera esta condición psicológica.
De Tristeza a Duelo: Mientras que “tristeza” es una emoción universal, el “duelo” implica una tristeza profunda y compleja tras la pérdida de un ser querido. Este término ayuda a reconocer el proceso multifacético que implica emociones como la ira, la culpa y la aceptación.
Perspectiva Cultural y Términos Únicos
Algunos términos en otros idiomas encapsulan experiencias que no tienen traducción directa, destacando cómo el lenguaje puede expandir nuestra comprensión.
En Japón, “ikigai” representa ese propósito de vida que te motiva a levantarte cada mañana. Es más que una simple razón de ser; es el motor que impulsa una vida significativa.
En alemán, “Backpfeifengesicht” se usa de manera humorística para describir una cara que parece estar pidiendo a gritos una cachetada. Es un término que captura algo muy específico de una manera que pocas palabras en otros idiomas pueden.
En español, términos como “pena ajena” (esa vergüenza que sientes por otra persona) y “sobremesa” (el tiempo que se pasa charlando en la mesa después de comer) son ejemplos de cómo el lenguaje puede definir experiencias compartidas y únicas. Estos términos no solo describen conceptos; los traen a la existencia en la mente de quienes los conocen.
El Caso de la Tribu Himba
Volvamos a la percepción del color. La tribu Himba en Namibia tiene una docena de palabras para distintos matices de verde, lo que les permite diferenciar tonalidades que para otros son indistinguibles. Sin embargo, tienen una palabra poco clara para el azul, lo que dificulta su reconocimiento. Este ejemplo muestra que lo que no se nombra, se diluye en la mente.
La Relevancia en la Vida y los Negocios
Lo que no tiene nombre se vuelve invisible, incluso si está frente a nuestros ojos. Este principio tiene aplicaciones prácticas tanto en la vida diaria como en los negocios.
En marketing, por ejemplo, antes de que “superalimentos” se convirtiera en una palabra común, muchas de las frutas, semillas y raíces que hoy encontramos en tiendas de alimentos saludables ya existían. Sin embargo, al etiquetarlas con este término, su percepción cambió. Lo que antes era solo una curiosidad, se convirtió en una necesidad y aumentó su valor en el mercado.
En la vida personal, expandir nuestro vocabulario emocional es una herramienta poderosa. No es solo para comunicarnos mejor con los demás, sino para entendernos a nosotros mismos. Cuando puedes nombrar lo que sientes no solo “tristeza”, sino “nostalgia”, “desaliento” o “anhelo” tienes más poder para enfrentarlo, procesarlo y crecer a partir de ello. Las palabras son más que símbolos; son los lentes a través de los cuales miramos el mundo. También es importante utilizar palabras positivas, convirtiendo problemas en retos por ejemplo.
Al nombrar, damos forma. Al etiquetar, vemos. Y al ver, comenzamos a aprovechar oportunidades que antes eran invisibles, tan inexistentes como el azul en la poesía de Homero.
Hasta la próxima, Manuel.