Sentada detrás de su escritorio en Goldman Sachs, Julissa Arce hace lo que puede para no desmoronarse. Es septiembre de 2007. Su padre está agonizando en Taxco, y ella acaba de colgar el teléfono, su hermana recién le comunicó la noticia. Arce se levanta y se aleja del sitio donde ella y sus colegas gestionan derivados para clientes ricos. Camina por el pasillo, abre la puerta del baño y se encierra.
"No te inquietes por nada", dice en voz baja, repitiendo la frase bíblica de Filipenses 4:6. "No te inquietes por nada". Se levanta, se lava la cara y vuelve al trabajo. Sus colegas en la firma no pueden entender por qué no toma un avión para ver a su padre.
Los talentos más sobresalientes de Goldman Sachs no son todos iguales. Algunos fueron los mejores estudiantes de su clase o estuvieron en las fuerzas especiales de la Armada estadounidense o son hijos o nietos de banqueros de la compañía. Y al menos uno fue inmigrante indocumentado. Arce, quien cumplirá 32 años en marzo, debía su brillante carrera en Wall Street a papeles falsos. Durante siete años en Goldman Sachs escaló de una pasantía hasta una vicepresidencia, para convertirse más tarde en directiva de Merrill Lynch. Cuando su padre murió en Taxco, horas después de esa llamada en 2007, no pudo ir a ver a su familia pues con sus papeles falsos habría sido imposible regresar a Estados Unidos.
Arce tenía 11 años cuando se mudó de México a San Antonio. A pesar de saber muy poco inglés, se unió a los equipos de baloncesto, softbol, atletismo y danza, fue miembro del consejo estudiantil, de un club del Renacimiento y dos sociedades honoríficas en pocos años. Y no ha perdido ese ímpetu.
No tuvo que adaptarse a la cultura de la ambición de Goldman Sachs porque ella la encarnaba. Comenzó en el banco como pasante en el verano de 2004, y a las pocas semanas allí, antes de su último año de universidad, logró concertar un café con un director gerente cuyo equipo admiraba, le dijo que había aprendido mucho y estaba lista para algo más.
Un punzante temor la invadió después que la institución le ofreciera un puesto a tiempo completo. Temía lo que pudiera pasar cuando una de las empresas más sofisticadas del mundo examinara su falsa 'green card' y su espurio número de Seguro Social, tomara sus huellas dactilares y verificara sus antecedentes.
Pero Goldman Sachs nunca descubrió su secreto. Era 2005 y un buen momento para convertirse en uno de los 23 mil empleados de la firma de valores más rentable de Wall Street. "Yo pensaba 'el cielo es el límite, voy por todo'".
Sus padres dejaban Taxco regularmente para vender joyas en Texas. Le tramitaron una visa de turista para que ella pudiera acompañarlos, y en uno de esos viajes la familia simplemente se quedó en Estados Unidos. Arce tenía 14 años cuando su visa expiró.
Yo sabía lo que eso significaba. Me convertí en indocumentada...
Justo cuando estaba por egresar de la preparatoria, en 2001, una nueva ley hizo posible que los estudiantes indocumentados de Texas asistieran a universidades públicas pagando matrículas subsidiadas. Se tituló en finanzas. "Para mí las ecuaciones tenían sentido", señala. "Siempre había una respuesta correcta; no había nada ambiguo en una ecuación. Había tanta ambigüedad en mi vida que de verdad me gustó eso".
Conseguir una falsa 'green card' resultó simple. Le confesó su necesidad a una compañera de la universidad, que la conectó con su novio, quien a su vez le presentó a una mujer, quien le pidió que fuera a su casa. Fue una transacción mundana, cuenta Arce, en un departamento promedio en una sala cualquiera. Ella entregó el dinero, le tomaron una foto y dos semanas más tarde tenía los documentos falsos.
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En Nueva York su carrera tuvo un comienzo extraordinario cuando fue invitada a unirse a un nuevo equipo que gestionaba derivados para los clientes de la división de gestión de activos, los más ricos.
"Julissa es el tipo de persona que las firmas de Wall Street quieren", dice su excompañera de trabajo Jodi Salsberg. "Alguien increíblemente motivado, muy trabajador y ferozmente leal".
Los clientes empezaron a preguntar por ella, narra otro antiguo colega, Bryan David Hughes. Además ayudaba a los colegas más jóvenes. "Hay mucha gente inteligente y la expectativa es que entiendas todo la primera vez", señala Hughes, de 30 años. "Pero Julissa era la persona a la que podía consultar y decirle, 'explícame esto por décima vez'".
Tras la muerte de su padre en 2007, pensó en tomar algunas cosas y volar a México para no volver. Su novio le dijo que tal vez casarse podría ser una solución. "Espero que esto no sea una petición de matrimonio, porque si lo es, es malísima", recuerda que le dijo.
Lo era y ella aceptó. "En retrospectiva", dice, "creo que no estábamos listos. Pero yo lo amaba".
Para 2011, Arce ganaba de 300 mil a 400 mil dólares (no precisó la cantidad exacta) y había sido ascendida a vicepresidenta. Reemplazó su falsa 'green card' con una verdadera después de la boda. Ya no era indocumentada, era parte de la élite y era rica. También era infeliz. Lo insólito no era haber pasado de vender churros en Texas a derivados de renta variable en Nueva York, sino cuán vacía se sentía.
En 2013 vio el documental "Documented", que cuenta la historia de José Antonio Vargas, quien formó parte del equipo del Washington Post que ganó un Pulitzer en 2008 y reveló su estatus de indocumentado en un ensayo publicado en The New York Times en 2011. "Era la película de mi vida, Vargas me inspiró tanto", señala.
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Arce se mudará a California en marzo como directora de desarrollo de Define American, una organización no lucrativa fundada por Vargas. El grupo aboga por los derechos de los indocumentados con proyectos que incluyen una campaña para que los periódicos dejen de usar el término "ilegal".
Cuando contactamos a Goldman Sachs para conocer su opinión sobre la historia de Arce, la firma envió una declaración del CEO Lloyd Blankfein: "¿No sería fantástico si pudiéramos dar un hogar a un mayor número de esos jóvenes talentosos que vienen a este país para recibir una educación y quieren dedicar su energía y habilidades a apuntalar nuestra economía?".
Goldman Sachs ahora verifica la información de los solicitantes de empleo cotejándola con los registros del gobierno, según dos personas de la empresa quienes pidieron el anonimato al hablar de su proceso de selección.
En agosto, Arce acudió a un juzgado en el Manhattan para convertirse en ciudadana estadounidense. Se le quebraba la voz y tuvo que hacer una pausa antes de recitar el Juramento a la Bandera. Su pasaporte llegó por correo en septiembre.
Se hizo varios tatuajes después de renunciar a Goldman, incluyendo una línea que une los lunares en su brazo izquierdo. "Supongo que siempre sentí que todo sucede por una razón y yo sólo tengo que conectar los puntos", dice. "Y éste tatuaje de aquí dice Redeemed (Redimida)". Levanta el brazo sobre su cabeza. "Siempre duermo en esta posición, para que sea la primera cosa que vea cuando despierto cada mañana".
Me recuerda que no importa lo que pase, no importa cómo me sienta, he sido redimida...
Ve la narración que el periodista Max Abelson de Bloomberg hizo sobre la historia de Julissa Arce.