Al mirar a través del puerto iluminado por el sol en Mónaco, incluso los inmensurablemente ricos podrían tener la sensación de que algunas personas tienen más dinero del que pueden gastar.
Flotando en Port Herculesse se encontraba una de las exhibiciones de embarcaciones marítimas más espectaculares jamás vistas: 125 superyates con un valor combinado de 4 mil 400 millones de dólares.
La alineación en el Monaco Yacht Show fue otra señal de cómo la riqueza de los ultrarricos de hoy en día está rehaciendo el mundo de maneras que podrían hacer temblar a muchas personas comunes y corrientes. ¿Seiscientos millones de dólares? ¿Por un barco?
Henk de Vries, uno de los constructores de superyates más importantes del mundo, ha admitido que nadie necesita uno.
"Hago el producto más innecesario que puedas desear, y lo hago tan agradable que aún así lo deseas", señaló hace una década.
Incluso en un momento de preocupante desigualdad y ansiedad por el cambio climático, un número asombroso de superricos quieren superyates; tantos, de hecho, que la familia de De Vries y sus principales rivales constructores de yates, los clanes de Lurssen y Vitelli, se han vuelto fabulosamente ricos
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el término habla de su forma despiadada de hacer negocios y acumular riqueza.
El interés de construir palacios oceánicos realmente comenzó en la Edad Dorada, una época en la que los hombres de negocios (sin escrúpulos) y sus descendientes negociaban desde goletas. Los Vanderbilt eran propietarios de un barco de vapor de 332 pies para escapadas a Europa, mientras que el clan JP Morgan construyó varios yates llamados Corsair, cada uno más grande y mejor que el anterior. El Corsair IV de 343 pies fue lanzado en 1930 para llevar a la familia a lo largo de la costa este y del otro lado del Atlántico, hasta que fue entregado a la armada británica al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
La demanda se desaceleró inmediatamente después del conflicto, pero se recuperó cuando los magnates del transporte griego, la realeza y las estrellas de Hollywood se convirtieron en propietarios de yates.
Paolo Vitelli inició en 1969, después de vender un negocio de discoteca. Usó las ganancias para fundar un fabricante de yates, ahora conocido como Azimut Benetti. Italia en ese momento estaba sacudida por el malestar laboral, pero Vitelli importó barcos de los Países Bajos y más tarde diseñó y construyó buques de lujo producidos en masa.
Se expandió cuando Benetti, uno de los nombres más importantes de la industria, tuvo problemas en la década de 1980, en parte debido a los costos de desarrollar a 'Nabila', un buque de 282 pies cuyos propietarios han incluido al traficante de armas de Arabia Saudita, Adnan Khashoggi, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Vitelli compró el negocio en 1985 y de la noche a la mañana convirtió a su empresa en una constructora de barcos para los más ricos.
Dos años más tarde, los mercados bursátiles se desplomaron y la demanda cayó, pero Vitelli, de 72 años, aguantó este choque y la crisis financiera mundial dos décadas después.
En estos días, los negocios están de nuevo en auge, ya que la realeza de Medio Oriente, los oligarcas rusos, los titanes de la tecnología y los magnates de los bienes raíces compiten por barcos cada vez más grandes o más avanzados.
Actualmente hay más de 350 en construcción, según Superyacht Group, incluido un proyecto de 466 pies listo para lanzarse el próximo año con el nombre en código de 'Project Redwood'. El nombre del futuro propietario está envuelto en secreto.
Azimut Benetti es la constructora de yates más grande del mundo por volumen. Informó que las ventas anuales, medidas en valor de producción en curso, ascendieron a 986 millones de dólares para el año que terminó el 31 de agosto. Eso convierte a los Vitelli en una familia adinerada, pero que tiene poco interés en dejarse comprar.
"Un fondo estadounidense me escribió una vez un cheque por mil 700 millones de dólares", dijo Vitelli en una entrevista en el astillero de Azimut Benetti en Livorno, Italia. Él declinó la oferta.
"El dinero y el efectivo arruinan a la familia y le quitan el placer de dirigir la empresa. Se necesita reglas y simplicidad para amar las cosas reales", afirmó.
Eso fue evidente en marzo, cuando Vitelli lanzó a 'IJE' rompiendo la botella de champaña habitual contra el costado, con confeti verde, blanco y rojo ondeando en un cielo azul y la voz de Luciano Pavarotti haciendo eco en altavoces palpitantes. El yate de 354 pies, construido para el magnate de los casinos australianos James Packer, viene con cine, sauna y hoguera.
Es un 'monstruo', según la mayoría de los estándares, y pasó la semana del Monaco Yacht Show frente a la costa occidental de Italia. El evento de Mónaco comenzó en 1991 como un lugar para que propietarios, agentes bursátiles y fanáticos de los megabotes miren con asombro los últimos diseños. El espectáculo inaugural contó con 32 buques. El mes pasado, cuatro veces ese número estuvo en exhibición durante una semana que atrajo a más de 30 mil personas a Mónaco, incluidos Robert Redford y Gwen Stefani.
Pero las estrellas indiscutibles del evento de cuatro días fueron los barcos relucientes.
La alemana Lurssen exhibió el Tis de 364 pies, que viene con una sala de masajes, helipuertos y nueve cabinas. Es propiedad del operador ruso de materias primas Alexei Fedorychev y está disponible para que los simples mortales lo alquilen por 2.2 millones de dólares a la semana, más gastos.
Lurssen anunció planes para Tis hace tres años, un marco de tiempo típico para los superyates personalizados más grandes. El proceso comienza con un arquitecto y diseñadores navales, e involucra equipos que representan al propietario y a los gerentes de proyecto, así como miles de horas de trabajo para los trabajadores de los astilleros.
Lurssen tiene sus raíces en 1875, cuando Friedrich Lurssen, de 24 años, comenzó un astillero cerca de Bremen. Al principio solo construyó botes de remos, pero más tarde fue pionero en lanchas a motor junto a uno de los fundadores de la automotriz Daimler AG.
Peter Lurssen, el bisnieto de Friedrich, ahora lidera la compañía, que ayudó a construir el superyate de 414 pies del difunto cofundador de Microsoft, Paul Allen. Cerca de un tercio del negocio de la firma alemana proviene de clientes recurrentes, explicó Peter Lurssen en un evento de Superyachts.com en Londres este año.
"Así que debemos estar haciendo algo bien", agregó.
Pero a pesar de todas las riquezas que flotan por ahí, hay signos ominosos.
El aumento de la desigualdad y una reacción populista han puesto la atención sobre los más ricos del mundo y sus juguetes. 'Lionheart', del multimillonario de las ventas minoristas británico Philip Green y construido por Azimut Benetti, se ha convertido en un foco de indignación, resaltado por los medios de comunicación cada vez que Green cierra tiendas y recorta empleos.
En Estados Unidos, el mayor mercado mundial de yates, los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren han propuesto impuestos al patrimonio mientras hacen campaña para la nominación presidencial demócrata de 2020. Al otro lado del Atlántico, el izquierdista Jeremy Corbyn está compitiendo por liderar el Reino Unido, mientras que los superricos de China están preparados para la posibilidad de que su Gobierno persiga a los ricos a fin de proporcionar recortes tributarios para las masas.
También existe el riesgo de otra recesión mundial que podría desacelerar las ventas.
Además, las únicas preocupaciones no son los políticos y la economía global. La próxima generación de ricos puede tener diferentes actitudes hacia tales símbolos de consumo conspicuo.
Azimut Benetti, Lurssen y la empresa holandesa de construcción de yates Feadship, en la que la familia De Vries tiene una participación de 50 por ciento, se han comprometido a reducir las emisiones carbono, pero eso no es fácil para los barcos, que pueden quemar 500 litros de diésel por hora.
"Muchos clientes están intentando ser respetuosos del medio ambiente", aseguró Sean Bianchi, jefe de nueva construcción en el corredor Burgess. Las opciones para nuevos yates incluyen bancos de baterías a bordo e instalación de motores híbridos o eléctricos. Pero "un yate de lujo solo puede llegar hasta cierto punto por esa ruta ambiental", remarcó.
Vitelli, sin embargo, es optimista, mientras se prepara para entregar las riendas a su hija, Giovanna, de 44 años, con la esperanza de desatar una dinastía rival de los Lurssen y los De Vrie.
"Sus hijos, aunque son jóvenes, ya están soñando con convertirse en la tercera generación de la compañía", asegura Vitelli. "La idea de que pudiéramos tener 100 años de historia me atrae mucho".