Los procesos de inversión de recursos en las empresas pueden tomar múltiples formas. Desde la planeación estratégica, los procesos de asignación de capital, la elaboración de presupuestos hasta las decisiones coyunturales que requieren agilidad por los empresarios, todas tienen en común en que existe un proceso de inversión de recursos.
Estas inversiones se parecen mucho a las realizadas por administradores de fondos de inversión en mercados financieros; un ejercicio interesante es pensar que podemos aprender de las estrategias de éstos. Las estrategias de estos administradores se dividen en dos tipos: inversiones activas e inversiones pasivas.
Las inversiones activas consisten en la adquisición de activos financieros de forma discrecional: las habilidades y conocimiento de un inversionista determinan la inversión: por ejemplo, comprar acciones de Tesla después de estudiar el potencial de sus vehículos eléctricos. Las inversiones pasivas, en cambio, parten del fundamento de que es más seguro y barato invertir en una base diversa de activos financieros en lugar de una selección discrecional entre éstos: concluir que es mejor invertir en un fondo compuesto por todas las acciones de las empresas de autos eléctricos que intentar determinar si Tesla es mejor inversión que NIO.
Las inversiones pasivas se fundamentan en dos principios: la diversificación y la eficiencia de los mercados. La diversificación postula que, si contamos con muchas oportunidades cuyo desempeño esperado no es el mismo (estadísticamente, su correlación no es perfecta), invertir en la mayor cantidad de oportunidades es menos riesgoso que seleccionar solo una. La eficiencia de mercados propone que toda información que pudiera afectar el valor de alguna inversión se hace pública, éste se ajusta con rapidez a la nueva realidad. La inversión pasiva propone que es mejor copiar o “replicar” con poco esfuerzo algún indicador o índice compuesto por decenas o cientos de acciones en lugar de seleccionar discrecionalmente entre éstas, pues el esfuerzo trae pocos beneficios y conlleva mayores riesgos.
La inversión activa postula en que existen oportunidades donde la concentración de recursos genera altos rendimientos gracias a un análisis dedicado. Si la inversión pasiva en un índice diversificado genera un cierto rendimiento “base”, la inversión activa balancea entre el riesgo de reducir la diversificación con la habilidad para encontrar oportunidades que incrementan el rendimiento (el “alpha” de la inversión activa). La “Ley fundamental de la administración activa” del norteamericano Richard Grinold además nos ayuda a estudiar que el desempeño de una estrategia activa es función de combinar el éxito o habilidad esperado del inversionista con el número de inversiones llevadas a cabo en un periodo de tiempo. Esta combinación nos explica diferentes escenarios. Un “trader” diario con una estrategia activa de bajo éxito puede componer un rendimiento considerable por el alto número de operaciones diarias (los casinos operan básicamente bajo este principio). Muchos fondos de capital privado, posiblemente los inversionistas activos más eficaces, llevan a cabo pocas transacciones, pero sus estrategias son altamente exitosas al comprar oportunamente una empresa, llevar a cabo mejoras necesarias y utilizar la deuda como una palanca que agregue valor a los accionistas.
Aunque la discusión actual favorece a las inversiones pasivas para los mercados internacionales, irónicamente, nuestras empresas se parecen mucho más a una inversión activa. La mayoría de las empresas se identifican con un escenario donde la planeación estratégica y los procesos de asignación de recursos buscan generar una rentabilidad superior a cierto costo de capital. Esto es muy similar a un administrador activo que busca un desempeño mayor a un rendimiento “base”.
Por ello, una empresa puede tomar lecciones importantes de la Ley de Grinold sobre la combinación de oportunidades y el número de inversiones. A través del proceso de planeación estratégica, la conclusión de concentrar recursos en unas cuantas oportunidades manejables y con alto valor esperado puede rendir mayores frutos que “diversificar” entre diferentes oportunidades cuyo valor es cuestionable. Encontrar una fórmula de alto valor es más importante que intentar una diversificación cuestionable en oportunidades donde la empresa no cuenta con los recursos para triunfar. Si alguna iniciativa cuenta con un valor bajo, se puede componer con la repetición constante, como en el caso de un “trader”.
Esto no quiere decir que la diversificación no traiga lecciones importantes para la empresa. Sin embargo, en situaciones donde la empresa puede discrecionalmente hacer poco por mejorar el valor, se parecen más a la de un inversionista pasivo y es mejor buscar diversificación de riesgos. Pero en aquellos mercados u oportunidades donde nuestra empresa puede dominar, ser arriesgados y concentrar recursos puede rendir mayores frutos.
Rodrigo Fenton Ontañón es economista y Profesor de Finanzas en la Escuela de Negocios del ITESM Campus Monterrey.
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