“Mide lo que se pueda medir; y lo que no, hazlo medible.” Bajo esta simple premisa atribuida a Galileo Galilei (1564-1642), matemático, físico y astrónomo, la ciencia (y en particular la economía) ha sido capaz de contrastar teorías a partir de la información disponible. En el caso particular de la ciencia económica, ésta ha sido capaz de diagnosticar, diseñar, implementar y evaluar el impacto de programas completos de política pública destinados incrementar el bienestar social de una comunidad en particular a partir de estudiar los incentivos en la toma de decisiones de los individuos y los hogares.
En las pasadas semanas, y como resultado de la publicación del informe del CONEVAL sobre el estado de la pobreza y desigualdad en México a partir de la reciente encuesta de ingreso y gasto de los hogares (ENIGH 2020), hemos podido inferir el tamaño de la tragedia que representa la pandemia por COVID-19 así como el enorme rezago social que habremos de enfrentar en los próximos años.
Y es que la información publicada originalmente por INEGI hace tres semanas, y analizada en términos de indicadores de pobreza por CONEVAL, no da pauta a ninguna interpretación optimista sobre las diferentes métricas de pobreza y vulnerabilidad actual en los hogares mexicanos.
Los indicadores asociados a las diferentes definiciones que el CONEVAL identifica con los niveles de pobreza y las carencias que enfrentan los hogares mexicanos muestran que, a grandes rubros, entre 2018 y 2020 ingresaron a un nivel de pobreza cerca de 3.5 millones de mexicanos: una verdadera tragedia. De la mano de este indicador, también nos damos cuenta de que el 90% de la población mexicana ha visto reducidas sus capacidades de consumo al percibir un ingreso laboral menor durante este mismo período.
Pero el diagnóstico que provee el CONEVAL no se limita a los indicadores tradicionales de líneas de ingreso y pobreza, y expande su estudio desagregando el impacto en pobreza, desigualdad, y vulnerabilidad en los distintos estados de la república. Este análisis es posible a partir de la representatividad estadística que la ENIGH permite desde su diseño muestral estratificado.
Por ejemplo, para el caso particular de Nuevo León, el diagnóstico no es alentador. A pesar de que Nuevo León continúa siendo uno de los estados con mayor desarrollo social del país, los indicadores muestran un incremento en todos los niveles de pobreza relativa, eso es, como porcentaje de la población total. Este resultado está directamente vinculado a la dinámica observada y estudiada en el mercado laboral, principal fuente de ingreso de los hogares
Para Nuevo León, tres estudios diferentes realizados y publicados en colaboración con Cecilia Y. Cuéllar (Facultad de Economía, UANL) muestran un diagnóstico sobre la fuente de dicho incremento en la pobreza para el estado. Los resultados de estos trabajos demuestran que, contrario a otras crisis de naturaleza puramente financiera, la pandemia trabajó como una consecuencia muy específica la contracción en la actividad económica global tanto del sector formal como informal, para todos los estratos de capacidades y habilidades vinculadas al capital humano. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente que, si estudiamos la tendencia y los ciclos de largo plazo en la producción y empleo en el estado, contrario a por ejemplo la crisis de 1995, el sector informal no fungió como contrapeso a la contracción de la economía real del sector formal. Lo que, es más, la actividad económica de este sector, y por tanto su nivel de empleo, también se contrajo ocasionando un incremento en el desempleo global.
Este efecto en el desempleo es particularmente agudo para los hombres ya que también, como lo demuestran los estudios señalados y disponibles publicamente, Nuevo León presenta una característica particular interesante: el incremento en la participación relativa de las mujeres en el empleo durante la crisis económica actual.
Volviendo al caso de México, difiero de opinión en lo que algunos autores presentan como un resultado optimista: el hecho de que la desigualdad en el ingreso en México se redujo como producto y resultado de la crisis actual. Mi argumento en contra de ver esa reducción como un logro a destacar ya que esta reducción en la desigualdad no es consecuencia de mejoras en las condiciones deseables que esperaríamos en una sociedad en desarrollo, esto es, crecimiento y amplitud en las capacidades de todos los hogares e individuos; todo lo contrario, la mayor igualdad ha sido resultado de la pauperización los niveles de ingreso y consumo de los hogares, y lo que es peor, en su inversión en capital humano como lo muestran la caída en los indicadores de inversiones en educación y el deterioro en los indicadores de cobertura de salud.
Al respecto de este rubo, como lo reporta Enrique Cárdenas (El Financiero, Agosto 12 2021), el incremento en la pobreza derivada de la carencia en cobertura de salud (y por tanto, el aumento de la población en situación de vulnerabilidad en este servicio) poco tiene que ver con la actual pandemia, y, en palabras del economista “… La debacle se debe enteramente al gobierno (federal): la desaparición del Seguro Popular que cubría gastos en enfermedades para toda la población (inscrita) dejo a 15.6 millones de personas MÁS sin cobertura… y se llega a la cifra de 35.7 millones de personas sin acceso a la salud”.
El panorama no es alentador para nuestro país, más si consideramos el incremento reciente en el contagio y la letalidad de esta enfermedad ya representan casi cuatro veces el peor de los escenarios presentados hace un año por las autoridades pertinentes, y que ahora colocan a México en el deshonroso cuarto lugar mundial en términos de contagios y decesos en la población, y en primer lugar mundial en términos relativos en las pérdidas de personal médico durante esta pandemia.
Quisiera cerrar este espacio con un llamado a las autoridades a tomar acciones concretas para preservar la salud de todos, pero también, a invitar a cada uno de ustedes mis amables lectores a proteger lo más valioso que tienen en su hogar: sus seres queridos. En particular, ese llamado es a si han decidido acceder a la señal de las autoridades federales y estatales para el regreso a clases de los niños. Ninguna medida precautoria será lo suficiente para garantizar la completa integridad y la salud de los más pequeños y por tanto los más vulnerables de nuestra familia. Extremen precauciones, sean prudentes y cuiden la integridad y la salud de todos y cada uno de los miembros de su hogar, pues desafortunadamente las capacidades de nuestro sistema de salud están alcanzando rápidamente sus límites a pesar de los esfuerzos de todos por contener esta enfermedad.
En resumen, hagamos uso del poder más importante conferido en nuestro sistema democrático: la capacidad de elegir libremente lo mejor para nosotros y los nuestros.