México tiene una condición geopolítica particular, comparte una frontera de más de tres mil kilómetros con la hasta hoy primera potencia mundial y la economía más grande del mundo en términos de su Producto Interno Bruto (PIB). Particular condición viven los estados fronterizos como Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, Sonora, Chihuahua y Baja California, cuya posición geográfica los hace mantener aún una mayor relación con el vecino del norte en diversos rubros.
Si bien hay una agenda bilateral y transfronteriza diversa y compleja, es necesario ser cautelosos ante esta relación toda vez que esta profunda interdependencia puede convertirse en alta vulnerabilidad ante un vecino poco confiable, tal como lo evidencian los más recientes acontecimientos en torno a las decisiones de Washington ante la problemática afgana.
El pasado martes 24 de agosto, el premier de Gran Bretaña, Boris Johnson, convocó a los miembros del G-7 (Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, Italia, Gran Bretaña) más la Unión Europea para discutir el tema de la salida precipitada de las potencias occidentales y en particular de Estados Unidos, de Afganistán. La principal preocupación de los países más cercanos a Washington es la nueva política norteamericana, que de hecho se inició con Donald Trump, de tomar decisiones unilaterales y muchas veces secretas que afectan a sus aliados.
En 2020 el inquilino en aquel entonces de la Casa Blanca tomó la iniciativa de retirarse de Afganistán sin consultar al gobierno afgano ni a los países miembros de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (en inglés, International Security Assistance Force, ISAF) en particular a Gran Bretaña. Esta última envió en total a más de 150 mil efectivos en el país desde 2001, de ellos 457 murieron, pero la decisión del retiro de las tropas, a partir del 1 de mayo de 2021 no le fue anunciada, sino hasta que el presidente Trump firmó el acuerdo con los Talibán.
Siendo ya presidente Joe Biden anunció, también sin consultas, que adelantará el retiro de las fuerzas norteamericanas previstas para el 11 de septiembre al 31 de agosto. Estas decisiones precipitadas y no coordinadas con sus aliados han conllevado al desorden y el caos en Afganistán por la falta de medios adecuados para la evacuación total de las fuerzas occidentales y sobre todo de los afganos que colaboraron con las tropas de ocupación de la ISAF. El temor en la actualidad de estas fuerzas es la posible venganza de los Talibán y la persecución política.
Esta preocupación es la que conllevó al líder británico a convocar a sus pares del G7 para insistirle a Estados Unidos de no retirar sus fuerzas sino hasta lograr poner a salvo a todos, incluyendo a los afganos leales al mundo occidental.
Lejos de atender a la súplica de los países europeos, Washington envió a su director de la CIA, William Joseph Burns, el lunes 23 a Kabul para una entrevista secreta con Abdul Ghani Baradar, el líder político de los Talibán. Aunque no se ha filtrado ninguna información sobre esta reunión, para los ex aliados de la ISAF, es preocupante que la Central norteamericana de Inteligencia, esté negociando con el nuevo poder de Kabul, sin la presencia de los miembros de la coalición internacional.
Todas estas maniobras de Washington a espaldas de sus aliados están generando serias preocupaciones, en particular con su socio estratégico, Inglaterra. Cuando el primer ministro británico rompió con la Unión Europea, anunció la inminente firma del “acuerdo más grande jamás negociado” con la primera superpotencia. El martes pasado, en Londres, se vio a un Boris Johnson decepcionado y escéptico en cuanto al cumplimiento de los compromisos de los Estados Unidos con sus aliados, incluyendo a los más cercanos.
Esta actitud norteamericana de dar la espalda a sus socios debe preocuparnos por ser el país más integrado a los Estados Unidos y el mayor socio comercial. Si tradicionalmente los socios estratégicos como Gran Bretaña tenían la primacía en las relaciones con la superpotencia, esta nueva política está generando una gran inquietud e incertidumbre. Washington siempre ha tomado decisiones unilaterales, pero nunca al punto de poner en peligro a sus aliados. Hoy día parece ser que para los Estados Unidos no hay socios ni aliados, sino intereses mezquinos y negociaciones secretas con los “terroristas” de ayer. ¿Podría Washington negociar con los Mara Salvatruchas u otras bandas o grupos al margen de la ley a expensas de México? Es una seria preocupación.