El objeto de estudio de la economía es la naturaleza e incentivos detrás de las decisiones que todos tomamos en un contexto restringido, elecciones todas con el objetivo final de alcanzar el mayor bienestar posible. De esas decisiones individuales y colectivas, y de la interacción de todos en un ambiente institucional definido por leyes y compromisos, éstas se reflejan en indicadores que podemos medir, interpretar, y dar contexto sobre qué nos dicen sobre nuestra sociedad.
En días pasados el INEGI dio conocer en voz de su Director General, Julio Santaella, tres indicadores sobre el bienestar de los mexicanos: el Indice General de Actividad Industrial (IGAE), el indicador del Producto Interno Bruto (PIB) y el Indicador Subjetivo de Bienestar del Balance Anímico de la Población Urbana (BIARE). Su lectura nos muestra un panorama amplio de lo que hemos discutido a lo largo de varias columnas y que ahora se manifiesta: los efectos de la pandemia no se pueden ocultar, se deben informar, y repercuten en la formación de contexto y criterio de todos, afectando nuestras decisiones y por supuesto, nuestro estado anímico.
INEGI Reporto que luego de 3 meses consecutivos de avances mensuales (2.6% en marzo, 0.2% en abril y 0.5% en mayo), el Indicador Global de la Actividad Económica registró una ligera baja de -0.9% en junio 2021. Esta afectación en el indicador fue producto de descensos en sus 3 componentes, esto es, en sus indicadores de actividades primarias, secundarias y terciarias siendo el efecto más fuerte la contracción en el primer tipo.
En el caso de la producción agregada, INEGI reportó que cuando se analiza la serie temporal de valores el PIB real (i.e. a precios constantes) del país tocó un máximo en 2019-T3, para iniciar un descenso y desplomarse (-)17.3% t/t con el confinamiento de 2020-T2; posteriormente se ha recuperado en forma parcial, subiendo 1.5% en 2021-T2 e hilando avances en 4 trimestres consecutivos. De la misma forma y en línea con la estimación oportuna, el PIB del país creció 1.5% t/t en 2021-T2 y 19.5% a/a vs 2020-T2; las actividades primarias (agropecuarias) subieron 0.8% t/t, las secundarias (industriales ) 0.3% y las terciarias (comercio y servicios) 2.0%. Este crecimiento importante a manera de “efecto rebote” en los indicadores de crecimiento año a año ha sido insuficiente para regresar a los indicadores de producción agregada prepandemia, en particular en los niveles de producción aproximadamente equivalentes al valor del cuarto trimestre de 2016.
¿Qué refleja lo anterior sobre el estado de bienestar de las personas, cuando éste se integra de una manera que refleje el nivel de actitudes de su población? De acuerdo con la definición del propio INEGI, el enfoque de Medición del Progreso de las Sociedades surge de un consenso internacional fuertemente influido por el reporte de la Comisión Sobre la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social (conocida como “Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi”). En este reporte se señalan algunas de las limitaciones en las estadísticas convencionales para reflejar el progreso y el bienestar social. En los últimos años la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de la que México es miembro, formuló recomendaciones para identificar estadísticamente el bienestar más allá de las métricas convencional. A esa dimensión de la Medición del Progreso de las Sociedades se le denomina Bienestar Subjetivo (ó BIARE).
El BIARE Básico tiene como objetivo generar de manera regular una estadística sólida de bienestar subjetivo, garantizando la comparabilidad con otros países integrantes de la OCDE, cubriendo la temática básica de dicha medición, siempre dentro del alto estándar de calidad de la estadística del INEGI; todo ello con el fin de avanzar hacia la consolidación, como datos oficiales, de las valoraciones que la propia población adulta en México está haciendo de su calidad de vida y lo que importa en ella. Para el caso de México, INEGI reportó que el balance anímico de la población urbana cayó de julio 2019 a julio 2021, al pasar de 6.3 a 6.1 en una escala de 0 a 10. Esta reducción fue resultado de la disminución de los estados anímicos positivos, como un aumento de los estados anímicos negativos de acuerdo a la metodología empleada en dicho reporte.
Dado todo lo anterior presentado hoy, es imposible no pensar la relación que existe entre la lenta recuperación económica, la enorme incertidumbre sobre la evolución de la pandemia, y la caída en los indicadores subjetivos de bienestar, cuyos niveles siguen ubicando a los mexicanos por encima de otras naciones en términos de optimisto. En particular, es interesante la caída en el estado anímico en contraste con los indicadores parciales de recuperación en el PIB que pudieran resultar noticias positivas desde la perspectiva del gobiero federal.
La información en forma de análisis y datos revelan el tamaño del daño de la pandemia en materia de educación, salud, y vidas humanas, y que la recuperación aún está distante. Como individuos y sociedad en conjunto, esta información nos premite tomar conciencia de que la complejidad de la realidad que vivimos, y al final, tomar decisiones mejor informadas, que se traducen por tanto, en mejores decisiones para nuestras vidas y de quienes nos rodean; decisiones que orgánicamente suman voluntades y reconstruyen nuestra realidad.