Monterrey

Jorge Martínez: Principios de las finanzas pueden romperse, pero solo por un tiempo

Los necios apuestan a la liebre y sólo los sabios apuestan a la tortuga

Todas las culturas contienen una advertencia en contra de la arrogancia; presentes y abreviados en refranes en casi todas las lenguas -en italiano Chi va piano va sano e va lontano; en inglés: You snooze, you lose; y en español: “despacio se llega lejos”- esta crítica es universal.

A pesar de ello, la naturaleza humana es tan viciada, que aún con la fuerza (y la evidencia de siglos) de este principio, todas las apuestas suelen ir aún hoy en favor del arrogante, simplemente porque en el top of mind está la decisión de compra, como dicen los mercadólogos y claro, el arrogante hace más ruido y llama más la atención que el modesto.

La moraleja de la historia, original de Esopo (quien supuestamente vivió unos 500 años antes de Cristo en Grecia y fue citado por Aristóteles, Sócrates y Platón), advierte que el que siente que tiene ganada la victoria (como la liebre que es físicamente mucho más rápida que la tortuga, pero inconstante) pudiera darse lujos, como tomar una siesta, pues no le sería necesario esforzarse tanto. Su cálculo es erróneo y duerme de más, dejando efectivamente la victoria final al personaje que es constante, sabio y esforzado.

Los necios apuestan a la liebre y sólo los sabios apuestan a la tortuga, pero la pelea interior es dura, pues cada apostador sabio observa con horror que la ganancia es aplastante a favor de la liebre en el kilómetro 10, el 20 y hasta el 30 y debe ceñirse de paciencia y realizar la victoria de su tortuga -quien siempre gana- hasta el final del Km42.

En una carrea real de ambos animalitos en Tailandia en 2016, ganó: ¿adivina quién? La vida real confirma en emotivos momentos como éste es el principio que se refiere aquí, pero también en el campo de los negocios (la empresa Theranos prometía revolucionar las pruebas médicas por internet y subió de valor miles por ciento, pero era un fraude) y en los mercados, en especial en el sector de la alta tecnología, que reúne todas las brillanteces de una liebre, en muchos (pero no todos, como Microsoft) de los casos.

La empresa Tesla reúne todo lo leporino y más. Su líder es “sexy” (o así se ha vendido él) bajo cualquier estándar y para vender sus empresas, se eleva a sí mismo en cada oportunidad mediática. Su empresa es la más valiosa de la industria (1,200,000 millones de dólares, -MM de USD-), más valiosa incluso que las siguientes 10 o 12 compañías (Toyota, Ford, GM, VW etc…) a pesar de estar por debajo del lugar 20 de producción global de coches (cerca de 0.5 MM de coches vs 10.5 MM de Toyota, la mayor de todas, pero que solo vale 260,000 MM de USD).

Para lograr ese valor de Tesla, con los números que publica en la bolsa (ventas de 47,000 MM de USD, un margen EBITDA de 15.5%, un costo del capital de cerca de 18% anual, un flujo libre de 4,600 MM de USD) se requeriría un crecimiento futuro de 140% anual. Esto es prácticamente imposible por dos razones.

La primera es de consistencia financiera, pues su crecimiento no ha sido nunca de tres dígitos (si ha sido muy alto, entre 40% y 70% anual, más no arriba del 100%). Valuarla así, significaría creer que acelerará sus crecimientos a más del doble por los próximos 5 a 10 años; casi imposible.

La segunda es de consistencia económica. Se venden unos 80 MM de coches al año y cerca de un 5% son eléctricos en alguna de sus modalidades (híbridos, enchufables, etc..). La demanda total crece a no más de 4% anual y la penetración de los eléctricos podría llegar, de forma optimista al 30% en el año 2030. Tesla tiene hoy un 15% del mercado total de la clase y si lo mantiene, su valor justo ronda más bien los $70,000 MM. Si fuera aumentando su trozo del pay hasta digamos el 60% del mercado de eléctricos (que deje atrás a los 40+ jugadores que hoy existen), su valor se incrementa a $140,000 MM. Para llegar a los $1,200 miles de MM, se requeriría un crecimiento anual de la demanda global de coches, que dejara en el 2030, ventas 50 veces mayores a las de hoy, lo cual es menos que imposible.

Los mercados actuales ofrecen muchas liebres cómo ésta. Casi todas perderán (Pelotón, la “liebre” de caminadoras, ya mostró su caída, después de estelares retornos en 2021). Bitcoin y las demás monedas virtuales también lo son, al menos en su forma actual. Muchos “unicornios” caerán pronto por inconsistencias como las de Tesla u otros problemas como el fraude de Theranos. Un mercado alcista glorifica las liebres, pero Yo quisiera que alguien me encuentre a las tortugas.

Jorge A. Martínez G. joamarti@tec.mx

El autor es profesor de Economía y Finanzas en EGADE Business School y director del Think Tank Financiero, un Centro de investigación aplicada y divulgación en temas de mercados financieros y riesgos.

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