Para los que vivimos como adolescentes o adultos jóvenes la década de los 1970′s y 1980′s, podemos atestiguar que muchas de las grandes figuras, especialmente de la música, eran “gente de color”, o POC, por sus siglas en inglés, y eso no era un problema para nadie. Ahí estaban Donna Summer, Gloria Gaynor (I Will Survive), Boney M, Tavares, Earth Wind and Fire, Kool and the Gang, etc. Ok, esos son bailables, pero también estaba Barry White; Diana Ross y más para cuando querías algo más romántico; Michael Jackson y Prince para el pop, etc. No hay que olvidar las figuras en el deporte, y para no extendernos mucho, baste con mencionar a Mohammed Ali, Michael Jordan, Mike Tyson, y Carl Lewis. El racismo existía, y seguirá existiendo, pero no era relevante, mucho menos “sistémico”. Para nosotros, “raza” era algo indiferente. Lo que contaba era el talento, la emoción transmitida.
Algo similar pasaba con respecto a “la comunidad LBGTQ+”, y lo pongo entrecomillado, porque para nosotros era también algo indistinto. A nadie le importaba si Freddie Mercury era gay: cantabas “Bohemian Rhapsody” como pudieras. David Bowie era una estrella indiscutible, independientemente de su supuesta androginia. Lo mismo para Rob Halford, el líder de Judas Priest: si era leather gay, eso era nada relevante; la emoción de corear “Breaking the Law” podía mucho más que todo. ¿Que si Joan Jett era lesbiana?, quisiera saber si alguien siquiera consideraba eso digno de atención, comparado con tener “Bad Reputation” en la cabeza todo el día. Otro tanto con Village People, verdaderos íconos gay, y de ellos, varios POC. Quisiera saber si alguien no se prendía con “You make me feel”, de Sylvester, que además de trans, también era POC. Así, tanto Jett como Village People y Sylvester serían joyas de lo que ahora llaman “interseccionalidad”, como si eso fuera un honor en sí mismo, y no el talento o las capacidades reales. Igual que el racismo, la homofobia y la transfobia existían, y seguirán existiendo, pero por lo menos entonces no eran un factor del supuesto tamaño presente.
En esas épocas, el talento era *el* factor determinante: Si la persona tenía ciertas características raciales o sexuales, eso era lo de menos. Ahora, lo contrario parece ser la norma, como si la piel o las preferencias de cama fueran garantía de talento, o peor, condición sine qua non del mismo. Tenemos hipersensibilización y conflictos donde antes no existían, y cada vez más. Es la izquierda dividiendo a la sociedad. El beneficiario: el corporativismo, o capitalismo de compadres (crony capitalism), en su amasiato con la izquierda.
Me temo que las consecuencias pueden ser funestas. Por lo pronto baste tener conciencia de que grupos irreflexivos (y conste que trato de darles el beneficio de la duda) manejan la agenda de instituciones, gobiernos, y sociedades, en cuanto a supuesta inclusión y diversidad. Esto es grave, dado que atenta contra la meritocracia. Ahora tenemos que fijarnos en que haya suficientes personas con determinadas características raciales/genéricas, y no en lo que pueden aportar. No faltan ejemplos de personas que juegan esas cartas para sacar provecho personal, como cierto alto ejecutivo de Disney, que llegó a demandar a la compañía en el primer semestre del 2021 por no darle un ascenso, supuestamente por ser gay; ¿y los indicadores clave? ¿el desempeño? ¿acaso sus pares están nada más ahí sentados y no son competitivos? Nótese el agraviante supuesto de que entre sus pares no hay alguno gay.
Ya podemos ver efectos negativos: Un artículo reciente (8feb22) del Wall Street Journal, titulado “Why There Aren’t More Black Coaches in the NFL”, menciona que un factor para ese fenómeno es el temor de los equipos a contratar a alguien que en su eventual despido acuse a la organización de racista (y claro, ¿dónde estuvo el racismo al contratarlo?). Con todo respeto para las personas de las minorías que la llamada izquierda dizque defiende (yo diría “que usa”): Tienes que demostrar tu talento como cualquier persona. Tener cierto tono de piel, o tener cierta preferencia sexual, identidad, expresión, etc., no te hace especial, ni debe otorgarte per se una ventaja sobre una persona supuestamente “equis”. A competir en igualdad de circunstancias. Los errores históricos no se arreglan con errores nuevos.
El autor es profesor del departamento de Contabilidad y Finanzas del Campus Monterrey. Su correo es hzambranom@tec.mx