Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar una charla sobre el papel de la mujer en los consejos de administración y debo confesar que me quedé congelado con los datos. Es muy bien sabido que hay mucha falta de participación de mujeres en consejos, aunque no me imaginaba que la brecha fuera tan grande en el mundo, pero sobre todo en México. Según datos de expertos, en el mundo existe, aproximadamente, 17 por ciento de mujeres en los consejos de administración de empresas, esto como dato general. Pero si consideramos empresas grandes, como las que se listan en el S&P500, el número puede llegar a casi 30 por ciento. Lo anterior se explica, en parte, por la mayor visibilidad que puede haber para las empresas listadas y el gran escrutinio que existe sobre las mismas.
Y si bien esto pudiera parecer prometedor, sigue siendo un fuerte indicador del hueco de género que existe en los consejos de administración. Y al menos, en últimas fechas, es algo que escuchamos continuamente. ¿Cómo atender la deuda de genero? Obviamente podemos hablar de que hay países, industrias o hasta empresas específicas que atienden este tema de mejor manera, y de las cuales pudiéramos aprender sus mejores prácticas. Sin embargo, cuando volteamos a ver cómo es el tema de equidad de género en consejos de administración en México, vemos que para las 35 empresas más importantes de la Bolsa Mexicana de Valores la participación de mujeres en consejos es tan solo cercana al 10 por ciento. Y si a esto le ajustamos cuántas de estas consejeras son independientes, es decir que no son designadas por algún vínculo con la propia empresa, el número pudiera rondar 2.2 por ciento solamente. Estos datos son alarmantes y nos sitúan en una posición bastante desigual en temas de equidad de género y esto sin siquiera voltear a ver empresas mucho más pequeñas que no se listan en bolsa.
Y si hablamos de cómo atender estos retos, hay quienes se pronuncian por imponer mínimos o cuotas de género, con el fin de abrir la puerta a más mujeres que puedan integrarse a consejos. Sin embargo, a mi parecer, establecer este tipo de mecanismos termina siendo un antídoto que trata de curar el problema atendiendo solamente los síntomas, y de alguna forma es una especie de discriminación al revés que puede no resultar en lo que se espera.
Tomemos, por ejemplo, el caso de California en los Estados Unidos. En 2020 el gobierno de este estado promulgó una ley que requería que las empresas del estado incluyeran, al menos, un miembro de minoría o comunidades subrepresentadas en sus consejos, cuando existieran vacantes. La idea general pudiera parecer buena, pero en realidad no era una ley sencilla de implementar y nunca se logró multar a alguna empresa por incumplimiento. Incluso, para el mes de abril de este año, un juez de Los Ángeles dictaminó que esta ley era inconstitucional. No cabe duda de que la idea, de inicio, parecía buena, pero el estado no fue capaz de demostrar que dicha medida fuera efectiva para revertir una cultura de discriminación y que solo se buscó implementar después de que fracasaron otras medidas.
La alternativa sería entonces probar el caso de que existe valor en incorporar más mujeres en los consejos de administración. Aquí podríamos citar un gran número de estudios que muestran cómo las empresas con mayor equidad de género en sus consejos alcanzan mejores niveles de rentabilidad y retorno que sus pares. O simplemente, probar que estamos frente a un tema complejo cuando comparamos datos demográficos. Y también tendríamos mucho qué decir de casos específicos de mujeres que han logrado hacer una labor excepcional dentro de los consejos en que participan. Sin embargo, el problema seguiría ahí, y estaríamos tratando de dar argumentos para justificar un dato de inequidad que resulta de nuestro propio sistema de valores y creencias. Tenemos que buscar mayor inclusión de mujeres porque es lo justo, y encontraremos todas las razones necesarias si nos abrimos a verlo, entenderlo y atenderlo.
Me declaro feminista, pero honestamente no creo que la solución venga de imposiciones, discriminación o cuotas. Lo que sí creo es que tenemos que trabajar en promover una cultura de mayor equidad e inclusión que promueva las condiciones necesarias para la entrada de más mujeres en posiciones relevantes como son los consejos de administración. Espacios que se generen por mérito, para más y más mujeres que aporten valor. Pero esto sólo es un primer paso. Tenemos otras brechas por atender, que van más allá del género y que pudieran representar retos más profundos a nivel étnico, demográfico o hasta de identidad y preferencia sexual y de esto, obviamente, se habla mucho menos.
Carlos Vargas
El autor es Profesor de Tiempo Completo en el Departamento de Finanzas y Economía de Negocios en EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey e Instructor de Finanzas Sostenibles en la Universidad de Harvard. Cuenta con amplia experiencia en Finanzas Sostenibles y aspectos ASG.