Estudios han demostrado que mientras más felices sean las personas, mayores serán los beneficios que aporta. El informe de la ONU del periodo del 2017 al 2019, posicionado a México como el país número 23 en la lista de los países más felices del mundo, para el 2020 bajamos al puesto 46.
¿Qué es la felicidad? Los sociólogos la definen como el grado según el cual una persona evalúa positivamente la calidad de su vida tomada en conjunto. En otras palabras, la felicidad expresa hasta qué punto le gusta a una persona la vida que lleva, que se sienta en armonía con el mundo que la rodea y consigo misma.
Se ha descubierto que cuando se está en el aquí y en el ahora, los pensamientos de pasado dejan de surgir, los proyectos del futuro dejan de agolparse en la mente y el presente queda liberado de toda construcción mental. Ese momento de tregua, durante el cual todo estado de emergencia emocional desaparece, se percibe como la profunda paz. Como dice el filósofo chino Lao Tzu: “si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente”.
Por lo tanto, la felicidad es un estado de realización interior, no el cumplimiento de deseos ilimitados que apuntan hacia el exterior. Así pues, cada uno es el responsable de reconocer y reunir las condiciones que nuestro interior necesita. Como decía Marco Aurelio: “Mira dentro de ti; ahí es donde está la fuente inagotable del bien”
Ahora bien, a fin de determinar aquellos factores externos que se pueden confundir con felicidad, vale la pena hacer una distinción entre la felicidad y el placer; un proverbio indio dice: “el placer no es sino la sombra de la felicidad”. Ya que éste depende de las circunstancias y de los lugares, así como de momentos privilegiados. El placer se agota a medida que disfrutamos de él. Por lo contrario la felicidad es algo que se cultiva y se construye poco a poco, a lo largo del tiempo. Sin embargo el placer no es enemigo de la felicidad, todo depende de la manera de vivirlo, ya que si obstaculiza la libertad interior, impide el acceso a la felicidad; vivido con una libertad interior total, la adorna sin oscurecerla.
La felicidad es una manera de ser y las maneras de ser se aprenden, entonces bien, si la felicidad es una manera de ser, un estado de conocimiento y de libertad interior, no hay nada que pueda impedir fundamentalmente su realización.
¿Y cómo puedo aprender a ser feliz? Investigaciones realizadas con varios centenares de estudiantes han puesto en manifiesto una correlación indiscutible entre el altruismo y la felicidad. Han demostrado que las personas que se declaran las más felices son también las más altruistas. Cuando se es feliz, el sentimiento de la importancia de uno se disminuye, se está más abierto a los demás.
Las investigaciones de Martin Seligman pionero en la psicología positiva, demuestra que la alegría que acompaña a un acto de bondad desinteresada proporciona una satisfacción profunda. A fin de verificar esta hipótesis, pidió a sus alumnos que se dedicaran, por una parte, a una actividad recreativa, que se divirtieran, y por otra, a una actividad filantrópica, y que escribieran después un informe para el curso siguiente.
Los resultados fueron sorprendentes: las satisfacciones producidas por una actividad placentera (salir con amigos, ir al cine, tomar un helado) quedaban ampliamente eclipsadas por las que aportaban un acto bondadoso. Cuando dicho acto era espontaneo y había apelado a cualidades humanas, todo el día había transcurrido mejor. Jean-Jacques Rousseau, por su parte dice: “Sé y siento que hacer el bien es la felicidad más auténtica de la que el corazón humano puede disfrutar”
Por lo tanto, si alguien desea incrementar su felicidad, la recomendación es: 1. Trabajar en uno mismo para cultivar el vivir en el presente y/o 2. Trabajar en programas sociales, aportando a la comunidad; esta será una decisión individual a tomar.
Laura E. Garza-Meza es profesora del programa de Desarrollo Organizacional en la UDEM, y consultora en bienestar organizacional.