La importancia del petróleo en la vida económica del País, cobra relevancia hasta después del embargo petrolero de los Países Árabes en 1973, ya que en años anteriores, el petróleo tenía una aportación solo marginal a la economía, ya que su bajo precio internacional, hacía incosteable la explotación de los grandes yacimientos nacionales, y el aumento de los precios, que en unos pocos días pasó de un promedio de $3.6 dólares por barril, a más de $15 dólares, catapultó la rentabilidad y la importancia de estos ingresos en la economía y en las finanzas públicas del País.
Así, en pocos años, se petrolizó de manera importante la economía mexicana, y casi el 90 por ciento de nuestras exportaciones llegaron a ser de petróleo crudo, cuando este porcentaje, previo al embargo, no representaba ni el uno por ciento de nuestras exportaciones totales.
Sin embargo, la totalidad de los recursos invertidos en esta industria, se apuntaló fuertemente en la contratación de deuda pública externa, y en cosa de algunos años, aumentó de menos de $4 mil millones de dólares, a casi $80 mil millones de dólares.
La caída en los precios del petróleo, y el aumento en las tasas de interés (la tasa prima superó el 20 por ciento en 1981) quebró financieramente al País, al grado de que ni todos los ingresos petroleros eran suficientes para pagar los intereses de la deuda.
A partir de la devaluación de 1982, el País entra en un proceso de crisis recurrentes explicado por el binomio inflación-devaluación, que nos dejó muchas secuelas negativas, difíciles de controlar, y hasta que se le otorgó la autonomía al Banco de México, y se firma del Tratado de libre comercio en 1994, el País pudo reencontrar la estabilidad macroeconómica perdida y sentar las bases para reencauzar la economía en una ruta de crecimiento estable y sostenido.
No obstante las crisis devaluatorias y macroeconómicas sufridas, y las alzas y bajas de los precios del petróleo, los ingresos petroleros siguieron jugando un papel importante para las finanzas públicas, gracias a la elevada carga fiscal que se le impuso a Pemex, dejándola con un mínimo de recursos disponibles para mantener y mejorar sus instalaciones, siendo ésta una de las principales causales de su deteriorada situación financiera actual.
Al secarse la gallina de los huevos de oro (Cantarel) la importancia de los ingresos petroleros en las finanzas públicas empieza a replantearse, y la caída en los precios de 2015, termina por redimensionar más esta necesidad.
Adicionalmente, las inversiones en refinación de crudo también fueron a la baja, disminuyendo cada vez más la eficiencia operativa de las 6 refinerías con las que se cuenta, y ante el aumento en el consumo nacional de gasolinas y de diésel, se acudió al expediente de aumentar las importaciones para abastecer la creciente demanda nacional.
Es decir, los ingresos por exportación de crudo se empezaron a usar más para importar gasolinas y diésel, reduciendo la disponibilidad de divisas para fines de inversión.
La deficiente política de precios implementada por el Gobierno Federal, privilegió el otorgar subsidios a Pemex, vía el IEPS negativo, que dicho sea de paso duró siete años consecutivos, de 2017 a 2014, que le permitieron decretar precios al público que no cubrían sus costos de oportunidad, a pesar de los “gasolinazos” tan criticados por los consumidores nacionales, en el sexenio del presidente Calderón.
La mecánica operativa del anterior subsidio a los precios de las gasolinas, era menos onerosa para las finanzas públicas, ya que se pagaba directamente a Pemex, pues el IEPS negativo se le resarcía vía otros ingresos, y si bien era un gasto para Hacienda, era un ingreso para Pemex, y a nivel presupuestal, se neteaban estas operaciones, a diferencia de ahora, que Hacienda no solo deja de cobrar el IEPS federal (que es de cero) sino que ve reducidos los enteros de ISR y de IVA, al permitir el acreditamiento del estímulo adicional, el que solo parcialmente va a Pemex.
Por otro lado, preocupa la versión oficial manejada por nuestras autoridades, en el sentido de que con los ingresos petroleros extraordinarios, se pagaría el costo de los estímulos fiscales a las gasolinas, ya que esa estimación, de $535 mil millones de pesos, se obtiene de aplicar el mayor precio del crudo a la totalidad del petróleo extraído del subsuelo, cuando solo el crudo exportado (40 por ciento del total extraído) genera mayores ingresos, inmediatos y efectivos.
Una segunda falacia, es que el Gobierno, de manera explícita, en el documento de Criterios, señala que ese monto es NETO de mayores gastos por importación de petrolíferos, que como ya se revisó, la cifra es bruta, sin deducción alguna.
Más aún, en LIF, los ingresos petroleros que se reportan para Pemex, ya se presentan NETOS de adquisición de mercancía para reventa, pero esto se pasa por alto y reportan estimaciones y proyecciones que no cuadran con las cifras presupuestales.
Si bien Pemex tradicionalmente viene reportando un superávit comercial en su comercio exterior de petróleo y derivados, la nueva realidad está cambiando esto, ya que el costo de sus importaciones está creciendo a tasas más altas que sus exportaciones, por lo que de seguir con esta tendencia, terminaría el año con déficit comercial.
El costo de las gasolinas importadas supera ya a los ingresos por exportación de crudo, por lo que el costo de los estímulos fiscales va directo a las finanzas públicas.