El ecologista español Jorge Riechmann señaló en el libro “Para evitar la barbarie” lo siguiente: “¿Tenemos todavía tiempo para hacer lo que deberíamos haber hecho ya? Así se nos plantea la angustiosa cuestión de los plazos? … ¿Se podría aún evitar el colapso? Todo indica ya que no”. En este sentido el científico y matemático Antonio Turiel nos alerta continuamente del colapso que se muestra eminente en los países europeos: crisis del petróleo, impulso reapertura de centrales de carbón, cortes de suministro de gas, instalación de economías de guerra, reducción de consumo de gas y electricidad, por supuesto, la misma guerra en Ucrania, entre muchos otros fenómenos entrelazados.
E inmediatamente surge una pregunta: ¿el colapso ambiental solamente se está dando en Europa? la respuesta tiende a ser negativa, en realidad, este es un fenómeno mundial, en todas las áreas del planeta estamos sufriendo el colapso por la sencilla razón de que estamos interconectados y somos interdependientes, claramente, lo vivimos de forma diferenciada y en distintas escalas. Mientras que en países como Francia la respuesta del Estado es la estatización de la empresa eléctrica para controlar el aumento de los costos de la producción de energía, en Sri Lanka el gobierno redujo los días laborales para el ahorro de energía y, al mismo tiempo, dejar un día a la semana para que la población siembre la tierra y promover la autoproducción y autoconsumo de alimentos.
Así pues, el colapso ambiental lo puedo distinguir en tres áreas: el energético, el hídrico y el alimentario además sumaría un componente adicional: el cambio climático. Ahora, es importante señalar que no me estoy refiriendo a “crisis” como comúnmente se le ha llamado en espacios de opinión pública, sino que, refrendo la palabra colapso ya que existe una diferencia conceptual, me explico: cuando nos referimos a crisis podemos hablar de la llegada a punto límite, es decir, que las cosas forzosamente tienen que cambiar de rumbo para que sostener la situación, caso contrario, se llega a un punto realmente insostenible.
No obstante, a estas alturas ya superamos el punto límite de la crisis, ya no sirve llamarla así porque cuando se nos puso la alerta en los años 70 del siglo XX sobre la insostenibilidad del sistema económico la decisión fue no cambiar el rumbo, sino al contrario, este se intensificó. Hoy en día, en términos científicos, hemos alcanzado y sobrepasado los límites planetarios, al respecto, el informe de Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de este año aborda los impactos tan severos que son irreversibles con impactos catastróficos en muchas partes del planeta.
Por ello, sostengo que el concepto para comprender la realidad actual es colapso, colocarnos ahí nos pone en otra arena de discusión y acción. Si partimos de este escenario, entonces podemos sostener que no existen ni tecnologías limpias, ni desarrollo sustentable, ni economía circular, ni capitalismo verde que sea real, de hecho, todas estas propuestas se develan como pura ideología. La lógica es clara, no se puede seguir proponiendo un crecimiento infinito –como lo hacen estas ideologías “sustentables– en un planeta finito. Los datos científicos son concretos, no existen materiales minerales, ni energéticos, ni cuencas hídricas ni mucho menos capacidad atmosférica suficientes para sostener los niveles y ritmos de la producción y el consumo de la sociedad contemporánea.
Por supuesto, México no es la excepción a este fenómeno, tan solo en la cuestión hídrica la CONAGUA publicó datos donde el 81% del territorio nacional tiene escases de agua, en Nuevo León David Ortega-Gaucin del Instituto del Agua (IANL) señaló que el Estado tiene una larga historia de sequías pero que desde el año 2011-2012 se considera el evento más severo donde la población más afectada fue la más empobrecida, con ello, se hace clara una liga directa entre este fenómeno y la sequía en la que nos encontramos hoy. Cabe añadir que, el colapso incrementa el nivel de desigualdad, pero también ante esta situación la codicia de los grandes intereses corporativos, de la delincuencia organizada y del patriarcado se volverá mucho más violenta.
A estas alturas tenemos que dejarnos de eufemismos y estar a situados en las condiciones reales para dar pasos en la construcción de alternativas que nos permitan generar condiciones de vida lo más dignas posibles para la mayoría de la población, caso contrario, se profundizarán las desigualdades sociales como ya lo estamos viviendo bajo esta etapa del colapso hídrico en la Zona Metropolitana de Monterrey. Las lecciones que nos deja la muy criticable gestión del agua por parte del Gobierno del Estado y de los gobiernos municipales es que necesitamos construir espacios de autogestión de barrios y colonias para cubrir las necesidades colectivas. Hoy en día, es fundamental descentralizar la toma de decisiones sobre el agua, la energía y la alimentación bajo una lógica público-comunitaria para enfrentar el colapso que ya estamos viviendo.
El autor es doctor en Economía Política del Desarrollo y profesor en la Licenciatura de Ciencia Política (LPG) de la Universidad de Monterrey.