La semana pasada, el editorialista Macario Schettino afirmaba que la crisis fiscal del Gobierno Federal es ya una realidad, sin embargo, a lo largo de su nota, no presenta argumentos suficientes que soporten esa afirmación.
Para empezar, afirma que “Una crisis fiscal, “como la concibo”, ocurre cuando el déficit de las finanzas públicas supera “claramente” el 3 por ciento del PIB”. (énfasis mío).
Sin embargo, luego señala que: En los últimos 18 meses hemos estado muy cerca del 3 porciento por una “contracción extraordinaria del gasto del gobierno”.
Queda claro, primero, que actualmente el déficit fiscal NO supera ampliamente el 3 por ciento del PIB, y por otro lado, si revisamos el informe de las finanzas al segundo trimestre del año, como El mismo señala que lo hizo, no se valida la afirmación de la “contracción extraordinaria” del gasto del gobierno, sino al contrario, hay un sobre ejercicio del gasto del gobierno federal, con relación al gasto calendarizado.
Por otro lado, el propio Presidente ha señalado que se pasará de la austeridad republicana a la pobreza franciscana, en un claro reconocimiento de que los ingresos excedentes petroleros no serán de la magnitud que se le informó, ($535.5 mmp) y que serán insuficientes para financiar los estímulos fiscales a las gasolinas, y el mayor gasto ejercido, principalmente para acelerar los trabajos en la refinería Olmeca, del Tren Maya, y del AIFA, rubros de gasto que reportan un sobre ejercicio conjunto superior a los $90 mil millones de pesos al mes de junio.
Es decir, en su conjunto, el gasto del gobierno federal está aumentando, pero se está reacomodando su ejercicio entre los diferentes rubros de gasto, para canalizar mayores recursos presupuestales a las obras ya mencionadas, sin impactar sensiblemente el déficit, y en efecto, en otros sectores de gasto, las reducciones son draconianas, que afectan incluso la operación normal gubernamental.
La preocupación que se tiene actualmente, en el sentido de que puede venir una crisis en las finanzas públicas, es precisamente porque ya se han agotado las fuentes financieras para sufragar el mayor gasto gubernamental, como lo fueron el fondo de estabilización de ingresos presupuestales, los recursos de los fideicomisos, la presión fiscal a los contribuyentes, desde la eliminación de la compensación universal hasta la amenaza de cárcel, pasando por la Ley de Extinción de Dominio y la reciente “astringencia” para operar devoluciones de impuestos.
Incluso, se acudió a prácticas poco ortodoxas para reportar ingresos excedentes no tributarios, que NO son realmente “ingresos” como por ejemplo, colocación de bonos arriba de su valor carátula, ($45 mmp en 2021) para lo cual reabrieron colocaciones de hace más de 10 años, para pagarle al inversionista mayores tasas a las vigentes en esos momentos, práctica que también ya se agotó, con el alza reciente en las tasas.
En ese sentido, es que el panorama de mayores ingresos (reales) para 2023 y 2024 luce complicado, y si no se quiere incurrir en más deuda para financiar el creciente déficit, habrá que reducir de manera importante el gasto gubernamental, y ajustar las obras insignia a los presupuestos aprobados, pues tanto la refinería, como el tren maya, han excedido por mucho las previsiones originales de gasto.
Tomando en consideración la evolución reciente de los precios del petróleo, y la reducción en los estímulos fiscales a las gasolinas, se puede acotar este regresivo estímulo fiscal y quitar presión al gasto gubernamental, y quien diría que una baja en el precio del petróleo, pudiera llegar a verse como benéfica para el país, porque el gasto en adquirir gasolinas importadas es mayor a los ingresos por exportación de crudo, y no puede pasarse al precio final al consumidor.
En conclusión, es prematuro aún, afirmar que tenemos ya una crisis fiscal.
