Estimado lector, en ediciones pasadas hemos hablado de beneficios de la innovación, el día de hoy hablaremos sobre hacer de la innovación un hábito. En su libro “The power of habit” Charles Duhigg hace una semblanza del papel que los hábitos juegan en nuestro comportamiento y vida diaria. Afirma que éstos son atajos que crea nuestro cerebro para lidiar con los miles de decisiones diarias que debe tomar y que al ponerlos a trabajar en “automático” podemos enfocarnos en los peligros y decisiones no rutinarias que se presentan todos los días.
Duhigg nos dice que los hábitos están compuestos de 3 elementos: primero una “señal” que actúa como detonante, después de tiene una “rutina” que es la respuesta a la señal y por último una “recompensa” que es lo que estimula la formación del hábito y que volvamos a reaccionar de la misma manera en el futuro.
Tomemos por ejemplo nuestro correo electrónico, al llegar un nuevo mensaje recibimos una “señal” puede ser un sonido o vibración del celular- que desencadena una “rutina” -leer el mensaje- , lo que produce una “recompensa” , recibimos información. De esta manera hemos adquirido el hábito de ponerle atención a nuestro correo electrónico en automático y si lo pensamos bien, aun a costa de dejar de poner atención a las otras personas que nos acompañan o a actividades más productivas que demandan nuestra atención.
El autor también explora como influyen los hábitos en las empresas y se plantea la pregunta si es posible que a través de los hábitos se pueda influir en la cultura organizacional y sus resultados. Cita el caso de ALCOA (Aluminum Company of America) y su nuevo CEO Paul O´Neill. Al tomar posesión de su puesto, el ejecutivo se planteó como prioridad lograr tener cero accidentes en sus plantas. Wall Street entró en pánico y varios despachos recomendaron a sus clientes vender sus acciones inmediatamente… fue el peor error de sus carreras. Con los años la empresa pago dividendos y el precio de sus acciones se incrementaron de manera muy importante. ¿Por qué sucedió esto?, de manera sencilla se puede afirmar que, al haber creado el hábito de la seguridad, esto fomentó un círculo virtuoso que llevó a crear nuevos hábitos, como mejora de la productividad, ahorros e innovación.
Fomentar el hábito de la innovación en una empresa puede provocar resultados similares. Analicemos un ejemplo mexicano: en los años 70´s, las populares galletas Marías se vendían en cajas de cartón Kraft, a granel y con una bolsa de plástico como única protección. Era un producto barato, de baja calidad y que duraba muy poco en la alacena. En los años 90´s Gamesa inició un proceso de innovación y calidad que buscó darle al consumidor la mejor experiencia con sus productos. La galleta María fue reformulada -regresando a sus ingredientes originales de los años 50´s-, se sustituyó el cartón Kraft por uno impreso a color y con imágenes atractivas y se empezaron a empacar en paquetes con material que protege el producto hasta por 6 meses.
La creación de estos 2 hábitos -innovación y calidad- crearon un efecto similar a lo visto en Alcoa. La productividad se incrementó, se crearon nuevas líneas de productos, la moral y el trabajo en equipo mejoraron y por supuesto los resultados de la empresa crecieron de manera muy importante.
Lograr estos cambios utilizando la innovación como “señal” para crear nuevos comportamientos en la empresa es un reto importante. Independientemente de su tamaño se puede lograr, aunque es necesario el convencimiento y liderazgo del director general para lograrlo.
Por último, algunos elementos a considerar: la innovación nunca debe ser una moda en la empresa, es un proceso estratégico de negocio. No tratemos de inventar el hilo negro, existen metodología probadas que pueden adaptarse a todos los negocios y por último el liderazgo y ejemplo deben provenir del director general, sin esto ninguna organización tendrá éxito en una transformación de este tipo.
El autor es Asesor de Negocios con amplia experiencia en innovación, Asociado del Despacho Elizondo Cantú.
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