El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) define la competitividad como la capacidad para generar, atraer y retener talento e inversión que detonen la productividad de un país y el bienestar de sus habitantes. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) un país puede considerarse competitivo cuando logra manejar sus recursos y competencias de manera que, además de aumentar la producción de sus empresas, mejora la calidad de vida de sus ciudadanos. Por otro lado, de acuerdo con la Unión Europea, la competitividad es la capacidad de un país o región de generar mayores tasas de crecimiento y empleo de manera sostenible.
La competitividad es, entonces, uno de los factores fundamentales para atraer inversiones que detonen proyectos productivos que, a su vez, generen crecimiento, desarrollo y bienestar para la sociedad, por lo que resulta relevante entender cuáles son los determinantes más importantes de la competitividad.
De acuerdo con diversos estudios, el motor del progreso económico y de la competitividad de un país se sustentan sobre cuatro pilares: Recursos Humanos, Recursos Naturales, Formación de Capital e Investigación y Desarrollo Tecnológico. En este sentido, el tamaño de la población económicamente activa, los niveles de analfabetismo, así como los niveles de formación técnica y profesional son reconocidos como factores del crecimiento económico relacionados con los recursos humanos, mientras que consideran el petróleo, el gas, el suelo, el clima y el manejo sustentable del medio ambiente como factores relacionados con los recursos naturales. Para el caso de la formación de capital, se consideran la inversión fija bruta y la inversión extranjera directa en equipo, en la creación de fábricas, así como el capital social, mientras que en la dimensión de desarrollo tecnológico e iniciativa empresarial se refieren a factores como la calidad de los conocimientos científicos y técnicos, los conocimientos de administración de empresas y el fomento de la innovación y el emprendimiento. De acuerdo con el IMCO, algunos pilares adicionales de la competitividad tienen que ver con el hecho de que los países cuenten con un sólido estado de derecho, con indicadores macroeconómicos y un sistema político estables, con mercados de factores de producción eficientes, con un gobierno eficiente y eficaz, con sólidas relaciones internacionales y con sectores económicos con potencial.
Este contexto es de relevancia en virtud de que, hace algunos días, el IMCO dio a conocer los resultados del Índice de Competitividad Internacional 2022, en el cual se evalúan muchos de los factores anteriormente descritos para 43 países, entre los que se encuentra México. Los resultados ubican, en este orden, a Dinamarca, Noruega, Suiza, Suecia, Países Bajos, Corea del Sur y Japón como los países más competitivos del mundo.
No es casualidad que estos países sean parte de la lista de países que destinan el mayor porcentaje de su PIB a la investigación y desarrollo tecnológico (entre 3% y 5%), de acuerdo con la OCDE. Estas cifras son relevantes dado que la principal fuente de crecimiento en la actual economía del conocimiento proviene de la innovación, de la investigación y del desarrollo tecnológico. Estos resultados ponen de manifiesto que en los países desarrollados es donde más se invierte en investigación y desarrollo, pero está documentado que estos países lograron parte de su crecimiento y desarrollo, a través de la investigación científica y del avance tecnológico que han llevado a cabo.
Por otro lado, de acuerdo con datos de Transparencia Internacional, de estos 7 países, Dinamarca, Noruega, Suiza, Suecia, Países Bajos y Japón son parte de la lista de los países menos corruptos del mundo, así como de la lista de los países con mayor PIB per cápita.
México se ubica en la posición 37 de 43 en términos de su competitividad internacional y, lamentablemente, forma parte de la lista de los países con mayores niveles de corrupción, de acuerdo con Transparencia Internacional. Además, de acuerdo con la OCDE, México destina aproximadamente el 0.3% de su PIB a la investigación y desarrollo tecnológico, apenas la décima parte de lo que países como Suecia, Dinamarca y Japón destinan a estos rubros. Estos hechos pueden ayudarnos a entender, en parte, la posición de México en el “ranking” internacional de competitividad.
Mi intención no es señalar la posición de México en este “ranking” de competitividad, sino poner de manifiesto la necesidad de replantear la forma en que se usan los recursos públicos del país. Creo firmemente que en el presupuesto de egresos debe ser prioritario destinar más recursos a la investigación y al desarrollo tecnológico y a apoyar la innovación y el emprendimiento. Especial atención merece el rubro relacionado con los niveles de corrupción percibidos para el país, por lo que es imperante seguir trabajando en el robustecimiento del Estado de Derecho en México que contribuya a disminuir los niveles de corrupción y de mayor confianza a inversionistas y empresarios, mexicanos y extranjeros, para invertir sus recursos y detonar proyectos productivos en nuestro país.
El autor es Decano Asociado de Investigación de la Escuela de Negocios y de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.