Podemos decir que el neoliberalismo tuvo su catapulta con el consenso de Washington. Del decálogo correspondiente es difícil argumentar en contra: En general, sus principios son más que razonables. Dos puntos discutibles son 1) el de la desregulación, pero queda bien clara la protección a la seguridad y al ambiente, así como a la supervisión financiera; y 2) el de la privatización, que debiera ser procedente a) si no se trata de monopolios naturales (como el agua potable), y b) si va acompañada de competencia real. No hacer caso a premisas tan básicas nos pueden llevar a desastres político-sociales como el de la privatización del agua potable en Cochabamba, Bolivia, en 1999.
La izquierda ha tenido en el neoliberalismo una rica veta para críticas a la derecha; y debemos admitir, con algo de razón. En la práctica, o sea, el consenso de Washington llevado del papel a la realidad, ha dejado bastante que desear.
En muchos países, incluido México, el consenso de Washington se interpretó torcidamente para beneficio de los compadres: la reforma fiscal se turnó en exenciones obscenas. La liberalización comercial que debiera traer competencia fresca ante quienes eran dueños del mercado, fue usada y acaparada por estos, que se volvieron los importadores de los productos que debieran ser competencia de los propios, y siguieron controlando el mercado, fastidiando de paso a sus empleados locales. La inversión extranjera directa se abrió para devenir en nuevos monopolios. Lo mismo con las privatizaciones, que respondieron a la desiderata de los rapaces.
Los supuestos gobiernos pro-empresa en México han sido una decepción: Sí, fueron pro-empresa, pero únicamente para las mega-corporaciones, y no para el 98% de las empresas, que son medianas y pequeñas. Éstas no han visto una desregulación efectiva, ni una verdadera simplificación fiscal. No han tenido un “piso parejo”, y ya de derechos de propiedad ni hablamos, porque los gobiernos de todo signo político no han querido hacer su trabajo más básico que es la seguridad, y la ciudadanía “de a pie”, y medianos y pequeños empresarios están a su suerte enfrentando cobros de piso, extorsiones, etc. Claro, los padres del consenso pensaban en conceptos más elevados, como propiedad intelectual, pero eso qué importa cuando temes por tu integridad física.
Ese un extremo grotesco. Pero aún más matizado, el neoliberalismo tiene problemas: Nick Hanauer, quien a decir de él mismo tiene ingresos en el 0.01% superior, en su Ted Talk “The dirty secret of capitalism -- and a new way forward” menciona que “la teoría económica neoliberal está peligrosamente equivocada”, y destaca que, contrario a los supuestos básicos de la teoría económica neoliberal, a) subir salarios no lleva a desempleo, y b) a la gente no se le paga lo que vale, sino lo que puede negociar. Hanauer recalca que el propósito de una corporación no es enriquecer a los accionistas, sino incrementar el bienestar de las partes interesadas (stakeholders). Hanauer dice en ese video: “Ser rapaz no te hace capitalista; te hace sociópata”.
Ron De Santis, probable precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos mencionó en septiembre 2022: “El corporatismo no es lo mismo que libre empresa” (por cierto, para una discusión sobre el uso de “corporatismo” y “corporativismo” ver el artículo al respecto, de Jorge Mario Audelo Cruz). Leí hace poco la frase “Liberalismo es libre mercado, neoliberalismo es corporati[vi]smo”. La connivencia entre gobiernos corruptos de todo signo e intereses más corruptos es lo que ha manchado al neoliberalismo, porque lo ha convertido en corporatismo, o “capitalismo de compadres”. Ese amasiato repugnante nos quiere obligar a aceptarlo bajo la premisa de que quienes se oponen a él son “populistas”, sean de izquierda o de derecha.
Los corporatistas se ensañan particularmente contra la derecha tradicional (capitalista), y usan el deleznable adjetivo “fascista” tanto, que están acabando por gastarlo, aunque tienen más: Recordemos que el corporatismo se ha comprado (no hay otro término aplicable) la nueva izquierda, y con ella su incoherente arsenal discursivo, que eficazmente divide a la sociedad. Apliquemos pensamiento crítico para salvar al verdadero capitalismo, que es el camino para salir adelante, con el marco de la nueva economía como lo propone Hanauer, una economía más próspera y sustentable, y una democracia de alto nivel.
El Profesor del Departamento Académico de Contabilidad y Finanzas del Campus Monterrey.
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