Monterrey

Marco Pérez: Inflación y tasas de interés

La inflación anual se ubicó en 7.94 por ciento.

El día de ayer, el INEGI publicó el dato de la inflación al consumidor para la primera quincena de este año, registrándose un incremento de 0.46% con respecto a la quincena anterior, con lo que la inflación anual se ubicó en 7.94%, cuando hace un año estos indicadores fueron de 0.39% y de 7.13%, mientras que el índice de precios subyacente, el cual elimina productos con variaciones estacionales de precios, así como bienes con precios regulados, acusó una tasa anual de crecimiento del 8.45% cuando hace un año, esa tasa era de 6.11%, lo que pone de manifiesto que la inflación no está controlada y sigue gozando de cabal salud, a pesar de los fuertes incrementos en las tasas de interés.

La inflación, según la teoría monetarista, se genera cuando el dinero en circulación (o los medios de pago) aumentan a un mayor ritmo que la generación de bienes y servicios, y hay más dinero buscando adquirir una menor cantidad (relativa) de productos, por lo que la demanda supera a la oferta y esto conduce a un aumento en el nivel de precios.

Por otro lado, la escuela estructuralista establece que la existencia de “cuellos de botella” en los procesos productivos, genera escasez en el suministro de algunos insumos, y es la que genera presiones inflacionarias, por lo que en estos casos, la inflación no tendría un origen monetario, sino de costos.

Sin embargo, la teoría monetarista también señala que las presiones inflacionarias de costos, NO pueden conducir a un aumento generalizado en el nivel de precios, si no se aumenta el dinero en circulación (o los medios de pago), es decir, la inflación de costos se debe “validar” por la vía monetaria.

El argumento es muy sencillo, imagine usted que aumenta el precio de la gasolina, y de ahí se concluye que este aumento generará inflación. Sin embargo, si a usted NO le aumentan su sueldo, la única manera de seguir adquiriendo los mismos litros de gasolina, es dejando de adquirir, o comprar menos, de otros bienes y servicios, ya que usted tiene una restricción presupuestal.

De tal suerte, si usted compra menos hamburguesas, o va menos al cine, para poder comprar la gasolina más cara, los precios de los bienes cuya demanda bajó, se habrán de reducir, con alguna promoción, y no se generará ese aumento “generalizado” en el nivel de precios, por lo que el argumento de la inflación de costos, no se valida.

Sin embargo, si la economía está creciendo, hay más empleo, más masa monetaria y más dinero en circulación, las hamburguesas y las funciones de cine que usted dejó de adquirir, alguien más las va a comprar, y entonces sus precios no bajarán, por lo que en este escenario, SÍ se validan las inflaciones de costos, porque aumentó el dinero en circulación, con el crecimiento de la economía.

Como sabemos, el consenso actual de los analistas económicos, es en el sentido de que la inflación que actualmente se está desarrollando a nivel mundial, es una inflación de costos, originada por la escasez de insumos estratégicos como los microprocesadores, y omiten hablar de las enormes cantidades de dinero que la mayoría de los Bancos Centrales inyectaron a sus economías en años previos, aún desde antes de la pandemia, que sin duda alguna iban a generar presiones de demanda, y por ende, inflación.

Ahora resulta que toda esa liquidez que se inyectó a las economías, sin pleno sustento en una mayor producción de bienes y servicios, fue inocua y no generó presiones inflacionarias, lo cual riñe con la teoría.

Tan es así, que los Bancos Centrales en el mundo, incluyendo al Banco de México, están atacando el problema inflacionario por la larga y tortuosa vía de aumentar las tasas de interés, lo cual, en teoría, debe conducir a una reducción en la inversión (por el mayor costo del dinero) y consecuentemente a un menor crecimiento económico, por lo que esperan que se detenga la inflación “enfriando” las economías.

Sin embargo, este mecanismo de transmisión, que traduce las mayores tasas de interés en menor crecimiento económico, y en una menor inflación, NO es de corto plazo, ya que tarda más de un año en empezar a desencadenar esta reacción económica, y la prueba la acabamos de tener, aquí en México, con el crecimiento del PIB al tercer trimestre del año, el cual sorprendió incluso hasta a la optimista SHCP, registrándose un mayor crecimiento económico, a pesar del “rally” en las tasas de interés instrumentadas por el Banco de México, lo cual incluso, es contrario a la teoría.

En resumen, a la fecha, las autoridades monetarias no han anunciado ningun programa de reducción a la liquidez, y los esfuerzos anti inflacionarios se han centrado en el aumento a las tasas de interés, buscando “enfriar” la actividad económica, de ahí los temores de una posible recesión, cuyo mecanismo de transmisión, como ya se comentó, es de mediano plazo, además de que puede ser neutralizado por nuevas oportunidades de inversión, como el caso del “nearshoring”.

Si bien es cierto que la inflación es un mal económico con efectos regresivos que se debe combatir, la “medicina” de mayores tasas de interés, puede conducir a una eventual recesión económica, la cual se acepta como un mal menor, pero si esto se traduce en desempleo y menores utilidades, esto puede ser peor, que soportar una inflación de solo un dígito.

Yo prefiero ver reducido el poder adquisitivo de mi salario, que quedarme sin empleo.

Marco Pérez

Marco Pérez

Economista especialista en finanzas públicas, Socio Director de Econometría Aplicada SC, Conferencista y Catedrático a nivel doctorado.

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