El arranque del año 2023 ha sido muy conflictivo en Francia, con manifestaciones y paros a lo largo del país. Precisamente, el martes 7 de febrero por tercera vez, los sindicatos llamaron a marchar en las calles para repudiar la reforma que se está discutiendo en la Asamblea Nacional. Para esta tercera jornada de movilizaciones 757,000 personas según el gobierno, pero cerca de dos millones de acuerdo con la Confederación General de los Trabajadores (CGT), el sindicato más poderoso de Francia, han trastornado la movilidad en el hexágono.
Durante las dos primeras manifestaciones, el número de personas que salió a la calle el 19 de enero fue de 2 millones según el sindicato (1.12 para las autoridades) y el 31 de enero, 2.8 para la CGT y 1.27 para el gobierno.
Independientemente del número exacto de marchistas hay un nuevo llamado para el 11 de febrero que volverá a paralizar buena parte de la red de transporte del país como en las ocasiones anteriores.
La reforma propuesta por el gobierno puede resumirse en dos direcciones: por un lado, pasar la edad de jubilación de 62 a 64 años de aquí al año 2030 y subir el número de años de las cotizaciones de 42 a 43 para el año 2027.
De hecho, hoy día, Francia se encuentra en la media de la edad de jubilación de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), pero lejos detrás de Alemania o Polonia. Los expertos estiman que hacia el año 2050, para mantener las ventajas sociales actuales, la edad de jubilación debería estar alrededor de 67 años, lo que en algunos países ya empezó a aplicarse como en México para el Servicio Exterior que pasó de 65 a 70 años, en el 2018.
La posición de los sindicatos franceses se centra en señalar las ganancias de las grandes empresas que según la CGT han acumulado más de dos billones de euros el año pasado, generando una mayor desigualdad social que además fue agudizada por la pandemia.
Este debate no es privativo de Francia, sino de casi todos los países del mundo. La Población Económicamente Activa (PEA) se está reduciendo y si bien es cierto que existe una reducción también de los menores de edad, la población de la tercera edad ha estado creciendo y hoy día ha pasado del 8% hace un cuarto de siglo a casi 18% y se incrementará paulatinamente hasta llegar a los 30% para el año 2050.
Este drástico cambio en la pirámide de edades implica una profunda revisión de los esquemas tradicionales de pensiones. La solución, la menos drástica, es subir la edad de jubilación además porque la esperanza de vida de las personas ha aumentado de los 60 años en la década de los cincuenta a casi 80 años en la actualidad e inclusive 83 años en algunos países como Japón.
Frente a esta situación, la solución más racional es elevar la edad de jubilación para poder mantener la capacidad del seguro social de sostener el esquema actual de las pensiones. La otra opción, más radical, es cambiar totalmente el modelo de las jubilaciones como se hizo en México con las Afores, que fueron un verdadero golpe a la clase trabajadora mucho más severo que elevar la edad de cesación, en la medida que las pensiones con este esquema caerán drásticamente como se prevé para los futuros jubilados de la llamada ley de 1997 que dependerán de sus propios ahorros para mantener una jubilación mínima.
Cuando se dio este cambio en México en la década de los años noventa, ni los trabajadores ni los sindicatos se lanzaron a las calles para oponerse a esta maniobra que afectará a todos los futuros jubilados. Tal vez hace casi 30 años no se tenía presente el impacto de esta medida sobre las futuras jubilaciones. Hoy se hace sentir de manera cada vez más fuerte lo que era una simple decisión que se presentó como revolucionaria, tal vez sí, para los intereses del Estado, no de los trabajadores…Veremos el desenlace en el caso francés.
El autor es Doctor en Ciencia Política, especialista en política internacional y asuntos regionales. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.