Monterrey

Hiram Peón: El día del amor y la amistad

Ni todo el amor, ni todo el dinero, decían.

El día del amor y la amistad dejará una derrama económica de 1,867 millones de pesos en la ciudad de México, según estimaciones de la Secretaría de Desarrollo Económico; mientras que en Nuevo León se calcula un gasto cercano a los 1,667 millones de pesos, según cálculos de la CANACO Monterrey.

Mucho de esto es resultado de una cultura comunitaria que valora, al menos en Monterrey, las relaciones y la amistad en los centros de trabajo y en los grupos sociales en la ciudad.

Desde luego la parte del “amor” está presente entre las parejas de novios y los matrimonios. Es como una gran fiesta.

Es toda una estrategia de mercadeo que es impulsada por el comercio y los servicios de la ciudad.

Me imagino que en todas las épocas las personas, las que comercian con todo tipo de géneros, buscaron una razón para realizar una feria o una reunión masiva para comprar y vender.

Me queda claro que este movimiento comercial no tiene nada que ver con el amor.

El amor es un tema bastante elusivo, podemos hablar horas y no llegaremos a un acuerdo coherente.

William Shakespeare mató a Romeo y Julieta, por el amor. Los griegos derrumbaron la ciudad de Troya por el calenturiento amor de Paris por Helena, que fue solo un pretexto para quedarse con el comercio de la región.

Entonces, sea ficción o realidad, existe una emoción que une, que vincula a las personas, y a eso le llamamos amor.

Pero la realidad es que no une nada. El amor como el resto de las emociones nace en el interior de la persona y ahí se queda, no viaja de un corazón a otro.

Es más, me parece que el amor es como un cultivo. Lo que nace de manera espontanea es el enamoramiento y eso, no es más que una explosión de químicos que se origina en el cerebro y viaja por todo el cuerpo. Para despertar sensaciones que no existirían, si no estuviéramos cegados por el engaño de la mente, por el estado alterado de la mente.

Bajo ese “embrujo” químico vemos a la persona, la que hemos seleccionado como la causa del enamoramiento, como algo excepcional. Este “embrujo” es necesario para perpetuar la especie, ese es su fin. Generar una oportunidad para que la pareja procree y proteja al hijo, producto de ese estado alterado de la mente.

En la modernidad eso no está permitido, la relación de enamoramiento está protegida por leyes inventadas por el hombre. La moral.

Pero es lo suficientemente fuerte para que la pareja desarrolle un vinculo que los lleve a tomar decisiones: el noviazgo y el matrimonio están en el orden preestablecido.

Después, poco a poco, desaparece el “embrujo, el encanto” y empezamos a ver los defectos y los hábitos de la pareja y ahí, es donde empezamos a construir, en nuestro interior, esa emoción que llamamos amor.

Nadie lo pone ahí, nosotros mismos lo hacemos y construimos con nuestra pareja una serie de acuerdos que permitan que la relación perdure en el tiempo. Uno de los acuerdos es la exclusividad y a veces puede ser el más difícil de mantener.

Parece que nuestros padres y abuelos tenían una emoción, a la que unían el amor, que les permitía tener matrimonios de 50 años o hasta que la muerte los separe. Esta emoción estaba sustentada por la responsabilidad, por el deber, por el compromiso. Empeñaban su ser a este deber, a esta obligación llamada matrimonio.

La sociedad fungía como un garante moral de que el matrimonio debería continuar a pesar de todas las adversidades.

De unos veinte años para acá los actuales jóvenes han cambiado esas reglas en todo el mundo. Si a eso le agregamos la diversidad de gustos sexuales y los cambios de género, entonces el cambio en las reglas es total.

Les sigue sucediendo el enamoramiento, pero, deciden darle mucho valor a su propia vida y evaden el compromiso. No sé si eso es bueno o no.

Viven en el presente y no piensan tan profundamente en el futuro. Para los mayores es difícil de entender que no quieran casarse, que prefieran vivir en unión libre o que decidan vivir solos, pero mantener una relación de pareja, tu casa y mi casa. O que decidan no tener hijos.

Algo pasó en estos jóvenes. Algo hicimos mal como padres. Algo hicimos mal como sociedad. Pero esta frase presupone que, así como lo vivimos nosotros estaba bien.

Algo tendremos que hacer, no podemos dejarlos solos.

No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.

Contacto: hirampeon@gmail.com

Twitter: @Hirampeon

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