Monterrey

Rogelio Segovia: Inversión extranjera para promover mejores empleos

Sabemos que la IED tiene el potencial de detonar la creación de nuevos empleos, la innovación tecnológica y una mayor integración con el comercio internacional.

La semana pasada conversé con la ex Secretaria de Economía Federal Tatiana Clouthier en el Podcast Café, Notas y Conversaciones de Human Leader. El enfoque de nuestra conversación fue cómo crear desarrollo social, económico y por ende empleabilidad a través de la Inversión Extranjera (IED). Sabemos que la IED tiene el potencial de detonar la creación de nuevos empleos, la innovación tecnológica y una mayor integración con el comercio internacional, además de abrir las puertas para un entorno económico más competitivo.

Existen mitos y realidades detrás de este tema. Somos un país con cierta animadversión al capital que viene de allende las fronteras; apenas tenemos unos treinta años de apertura económica y esto no fue por una decisión de política pública, fue más bien por mera necesidad. Hasta la década de los años 80, México tenía una política económica basada en la sustitución de importaciones, esto es, se intentaba producir los bienes, productos y servicios que el país requería. Con esto, se decía en aquellos años, se reduciría la dependencia de importaciones y mejoraría la vida de los mexicanos.

La realidad no fue así, teníamos productos caros, de mala calidad y pocas opciones, y las que había eran escasas. A principios de los años 80 el país entró en una crisis económica y fiscal que hizo que clamaremos por ayuda al extranjero, en especial al Fondo Monetario Internacional. A cambio, México se obligó a implementar reformas económicas y abrirse a la inversión extranjera.

Los años 80´s, previo a la apertura de México a la IED, el país experimentó, como mencionamos, una de sus peores crisis económicas. Corrupción, una concentración del poder económico a través de empresas paraestatales y un exceso de gasto público aunado a una caída de los precios internacionales del petróleo, fueron la tormenta perfecta para declarar aquellos años como la década perdida. México tuvo que disminuir fuertemente el gasto público, lo que impactó en una fuerte devaluación, aumento de la inflación y desempleo o empleo mal pagado.

Para dimensionar el impacto de esta crisis, consideremos que en 1940 llegaron a existir 36 empresas paraestatales; en 1970 unas 272, y para 1982 un gran total de 1,155. Para mediados de los años 90 México tenía solamente 185 empresas, de las cuales 72 eran organismos descentralizados, 91 empresas de participación estatal mayoritaria y 22 fideicomisos públicos (Carlos Marichal, Auge y decadencia de las empresas estatales en México, 2003).

En aquellos años no había suficiente empleo, ni vivienda, ni créditos al consumo, no se podían comprar dólares, se disparó la brecha entre ricos y pobres, y hubo un fuerte aumento en la pobreza y la desigualdad. La sensación de quienes vivieron y trabajaron en aquellos años era de una desesperanza y frustración.

El gobierno tuvo que implementar políticas de apertura económica, creación de nuevas leyes, y eliminación de barreras comerciales. Desde entonces, México, por su cercanía con los Estados Unidos, su apertura económica y relativa seguridad comercial, se convirtió en un destino atractivo para la IED, especialmente en el sector manufacturero, automotriz y de tecnología.

La Inversión Extranjera vino a cambiar muchas cosas, la llegada de capital, tecnología y conocimientos impulsó la creación de nuevas carreras profesionales y carreras técnicas, lo que implicó la apertura de universidades públicas y privadas en todo el país y por ende mayor acceso a educación a un mayor número de personas. La llegada de empresas también demandó mayor empleo, lo que impulsó los salarios y la movilidad económica. Esto ayudó a generar una importante reducción en la pobreza. La IED ha dado al país un nuevo rostro. Tan solo en 2022 llegaron a México más de 35,200 millones de dólares y este 2023 se estima que se reciba poco más de 42,000 millones de dólares.

Es cierto, aún existen retos y la IED no es la panacea y no va a resolver nuestros problemas. Lo que hace 30 años, con la manufactura, fue un bálsamo de empleabilidad y movilidad social, se ha convertido en un reto. En el mundo de hoy la maquila se asocia con bajos salarios y malas condiciones laborales, además de que no fomenta la investigación y ni el desarrollo para la generación de nuevas patentes; pero no por esto debemos volver al pasado, es un camino que ya transitamos.

¿Qué necesitamos hacer universidades, organizaciones, gobierno y ciudadanos? El reto es atraer IED que requiera mayor capital intelectual, genere mejores salarios e impulse y desarrolle el capital y la industria nacional. Pero para esto hay que crear infraestructura urbana, de movilidad, y educativa. ¿Qué es primero, el huevo o la gallina?

Epílogo.- Cuando nos ponemos la cachucha de empleados, nos quejamos del jefe y de la empresa. Cuando usamos la cachucha del ciudadano, la culpa es del gobierno y de los políticos. Y cuando nos calzamos la cachucha de vecino, la culpa es de la mesa directiva o de mi vecino. En fin, nosotros nunca somos responsables de nada.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Advertising
Advertising