Como lo he comentado en notas anteriores, la teoría de la paridad en el poder adquisitivo de las monedas, establece que el tipo de cambio entre dos divisas se determina atendiendo al poder adquisitivo de las mismas, considerando una canasta de bienes y servicios comerciables internacionalmente, y que sus ajustes posteriores obedecen al diferencial entre las tasas de inflación de esas canastas.
Sin embargo, en años recientes, esta teoría ya no aplica en la realidad cambiaria, donde las paridades ya no responden al poder adquisitivo relativo de las divisas, y ahora se argumenta que las divisas son como una “mercancía” más, sujeta a la ley de la oferta y la demanda.
De tal suerte, si la oferta de dólares aumenta y son abundantes en el mercado, porque están entrando muchos al País, su precio (en pesos) bajará, y a la inversa, si hay pocos dólares, porque están saliendo del País, el precio del dólar aumentará.
Al menos, esta es la versión que manejan los especialistas financieros del País, y señalan que la mayor oferta de dólares proviene, principalmente, de dos fuentes, las grandes entradas de remesas al País, las cuales superan los $60 mil millones de dólares al año, y las entradas de capitales financieros que vienen a aprovechar las elevadas tasas de interés que se pagan en México, versus las que se pagan en EUA.
Al respeto, vale la pena hacer la siguiente reflexión, la ley de la oferta y la demanda, como lo explican los libros de texto, aplica más bien a bienes perecederos, como el tomate y los aguacates, cuya producción, si no se vende, se echa a perder, razón por la cual los productores están dispuestos a venderlos a un precio menor, para rescatar algo de valor, antes de que se pudran.
Es decir, la cantidad de producto que llega al mercado, no se puede regular ni contener, para evitar este “exceso” de oferta que reduce el precio, porque no se tiene suficiente capacidad para procesar el producto industrialmente para aprovecharlo, y entonces sí opera la máxima de que un exceso de oferta conduce a un menor precio.
Sin embargo, en productos no perecederos, los productores, quienes enfrentan un desbalance entre la oferta y la demanda de su producto, tienen la posibilidad de almacenarlo y mandar al mercado solo la cantidad demandada, eliminando así el “exceso” de oferta que conduciría a un menor precio de su producto en el mercado.
Queda claro, entonces, que la oferta de bienes y servicios puede ser administrada por los productores para evitar excesos de oferta que reduzcan sus precios, e incluso, generar escaseces artificiales para aumentarlos.
Ahora bien, ¿Quién regula la oferta de dólares que entran al País? y ¿Por qué los dólares se comportan como mercancía perecedera y una sobre oferta baja su precio?.
Esto nos lleva a revisar las atribuciones y funciones del Banco de México, y al análisis de sus reservas internacionales, para lo cual, el artículo 18 de su Ley, a la letra señala:
“El Banco de México contará con una reserva de activos internacionales, que tendrá por objeto coadyuvar a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional mediante la compensación de desequilibrios entre los ingresos y egresos de divisas del país”.
Incluso, si el Banco emite pesos para adquirir los dólares que ingresan al País, el artículo 23 le establece al Banco la responsabilidad de “esterilizar” estos pesos, (para evitar presiones inflacionarias) emitiendo valores y bonos de regulación monetaria a su propio costo, por lo que como vemos, la reserva no es un buen negocio para el Banco, pues compran dólares que les generarán un bajo rendimiento en el extranjero, a un costo elevado, emitiendo deuda interna, que actualmente supera el 11% anual.
Tan no es un buen negocio la reserva internacional, que el año pasado el Banco perdió $340 mil millones de pesos, de los cuales $145 mil millones provinieron de las operaciones regulares, $186 mil millones de minusvalías derivadas de la “fortaleza” del peso, y $9 mil millones de otros partidas, por lo que para diciembre del año pasado el Banco de México registró capital NEGATIVO por $288,017 millones de pesos.
Como vemos, el Banco de México es otra “víctima” de la fortaleza del peso, por lo que sorprende más ésta actitud de complacencia del responsable de compensar los desbalances entre las entradas y las salidas de divisas en el País, precisamente a través del manejo de la reserva de activos internacionales.
Lo que más llama la atención, es que a pesar de la elevada cantidad de dólares que han entrado al País en los últimos años, tan solo las remesas de 4 años representan 120% de la reserva internacional, el saldo de las mismas aumentó solo marginalmente de 2019 a 2021, y sorpresivamente, en 2022, el saldo de la reserva internacional incluso disminuyó en $3,305 millones de dólares, cerrando 2022 por debajo de los $200 mil millones de dólares.
Es decir, en 2022, el Banco de México no solo no adquirió ni un dólar que entró al País, sino que vendió $3,305 millones de dólares, contribuyendo a aumentar la oferta de dólares en el País, lo cual merece una amplia explicación por parte del Banco, así como por parte de la propia SHCP, ya que es la responsable de la conducción de la política cambiaria pues es la que preside el Comité de Cambios, máxima autoridad del Banco en esa materia.
Si revisamos el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de México en 2022, la cual incluye tanto la balanza comercial, así como los requerimientos de divisas para operaciones financieras, como el pago del servicio de la deuda, nuestro déficit se situó alrededor de los $13 mil millones de dólares, cifra bastante modesta para explicar parte del destino de los dólares que entran al País.
Finalmente, como sabemos, el dólar, así como cualquier otra divisa, no se consideran moneda de curso legal en el País, y si los dólares que están ingresando a la economía se están incorporando a los medios de pago, ya que el Banco de México no los está retirando de la economía para incorporarlos a sus reservas internacionales, sería interesante analizar cuántos de éstos dólares andan circulando por la economía, utilizados como medios de pago, y como dice Ramón Alberto Garza en su Código Magenta: “Que alguien me explique”.